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Cultura

LUCHA Y HEROISMO, FESTEJOS ... Y DRAMA (Nota exclusiva en internet)

La Comuna de París, de Bertolt Brecht

“Es una obra de teatro en el buen sentido. Brecht propone relatar en cuadros qué fue lo que pasó con los ‘comuneros’ de Francia en 1871. Y lo que hicieron es lo que todavía hoy se está necesitando: educación, salud y trabajo. Hay textos que parece que se dijeran hoy, eso es gracioso y muy terrible a la vez. La historia no ha cambiado (…), la lucha por el poder y por la subsistencia. Los problemas siguen siendo absolutamente los mismos”. Roberto Aguirre, director de la obra

Demian Paredes

5 de agosto 2010

Definida por su director como una “comedia musical dramática y combativa”, Los días de la comuna, de Bertolt Brecht, relata la heroica lucha del pueblo de París en armas, tras la caída del gobierno francés de Thiers, que pierde la guerra con Prusia.

Cada escena de la obra muestra cómo, ante la cobardía del gobierno de Francia (que capitula y se marcha a la ciudad de Versailles) los valientes proletarios comuneros comienzan a hacerse cargo de toda la situación, tras haber conformado como Guardia Nacional al pueblo en armas: más de 200.000 personas van al municipio a reclamar ante la carestía de vida; y ante la incompetencia del régimen se comienza a organizar la Comuna: no sólo la defensa militar de la ciudad capital sino también las relaciones económicas (con los pequeños comerciantes por ejemplo; o garantizando trabajo, mediante la reapertura por los propios trabajadores de las fábricas que cierren), sociales y culturales.

El valeroso rol de las mujeres también queda clarosurgiendo, contra el Código Civil napoléonico vigente, como sujetos activos –hasta entonces sometidas a la tutela del padre o marido–, dentro de la “fiesta” que representó esta pionera experiencia de “gobierno barato” organizada por los trabajadores franceses, donde se iba todos los días “a la guerra como al trabajo”.

El final de la obra (el de la misma historia de la Comuna) se conoce… En escenas previas se encarna en los personajes el drama de haber mantenido la Comuna sólo en París y no haber avanzado sobre Versailles. También las maniobras de los poderosos (como el director del Banco Nacional escamoteando los fondos). Y por supuesto el debate acerca de lo que podríamos llamar “pacifismo humanista” versus “violencia de clase”; como dice un personaje: “En esta clase de lucha hay que elegir entre las manos ensangrentadas o cortadas”. Ya sabemos de quiénes (¡y de cuántos/as!) fue la sangre que corrió…

Aggiornada respecto a la obra original (con música “moderna” contemporánea, o nuestra: con ritmos de folklore argentino) en lo que toca a poemas o declamaciones, Los días de la comuna es dinámica y entretenida. A cargo del grupo mendocino (ahora afincado acá) A 16 pies, dicen en su blog respecto la obra en la que ponen –con gran entrega– el cuerpo y la voz: “obliga a cuestionarse acerca de las implicancias de esos hechos en la actualidad. ¿Qué hay de esa lucha hoy en día? ¿Por qué poner en escena esta obra? ¿Qué hay en mí de esos días? ¿Cuál es nuestra necesidad de hablar de derechos, de injusticias, de intentos de mejorar?” (http://www.a16pies.blogspot.com).

Por su parte Aguirre, todo un “especialista” que ha puesto sobre las tablas más de 10 obras del dramaturgo alemán, Brecht “pone en evidencia que esa noción de realidad que tiene el teatro no existe. Lo divertido e interesante de Brecht es que, cuando el espectador está empezando a ‘sentir’ o ‘emocionarse’, te corta y te dice: ¡ojo, esto es un artificio!; con lo que siempre te obliga a poner pensamiento antes que emoción. Esta idea ha sido esencial para el teatro contemporáneo”. Y agrega respecto a Los días de la Comuna: “son textos que tienen una vigencia increíble. Así es que, desde esa perspectiva, funciona muy bien. Está muy bien que hoy la gente sepa que lo que pasaba en 1870 también se replica hoy. En cuanto a la estructura, tiene muchas canciones, coreografías modernas, populares (…); hay música en vivo, guitarras de rock, es un disparate.

Pero la vida es corta, hay que jugar y divertirse. Con el teatro no vamos a hacer la revolución, pero sí podemos entregar un instante de belleza y alegría. (se ríe) Aunque los ortodoxos brechtianos digan que esto no es Brecht, creo que sí lo es. Yo he visto teatro brechtiano muy apagado, oscuro. Y quería hacer algo para entretener a la gente. Hay que salir al mundo y divertirlo, al tiempo que reflexione; tal como Brecht lo planteaba”. Y todo esto se ha logrado: la obra entretiene y emociona, hace reír pero también pensar.


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