“Lo que vivimos el día de la represión fue terrible” arranca Coria, uno de los delegados que se encontraba en la planta el día viernes. “Eran más de 300 policías; la montada y la división perros rodearon toda la planta. Mientras tanto, un funcionario del Ministerio de Trabajo nos leía el acta, y detrás nuestro ingresaba la infantería, rompiendo las ventanas para agarrarnos de sorpresa”. Los trabajadores habían decidido que no iban a dejarle a la policía los puestos de trabajo, y contra las balas, palos y gases les respondieron con lo que tenían a mano.
¿Cuál era el espíritu de los trabajadores a minutos de la represión?
Estábamos con una moral muy alta. Los compañeros repetían que no estuvimos 38 días para que nos saquen con la cabeza gacha; estábamos dispuestos a resistir. Pero nos montaron una trampa. Estábamos en las terrazas de la planta, porque queríamos que se vea, porque no iba a ser un procedimiento pacífico, y así lo transmitieron las cámaras de TV. Se vio como golpeaban a una compañera, que salió en varios medios cuando la reducen, la levantan de los pelos, la tiran contra el piso en varias oportunidades, y no conformes la patean y le pisan la cabeza. No fue un hecho aislado. Otro compañero, al no poder resistir levantó las manos y le disparan en la pierna.
Los que tuvimos la posibilidad de resistir les tiramos con lo que encontrábamos en la terraza. Nos cuadruplicaban en número, y las balas de goma y gases hicieron su parte.
¿La fábrica se transformó en un centro de detención?
Un antiguo compañero que trabajó en Ford y otros con muchos años de fábrica decían que lo que hicieron les recordaba a la dictadura. Las oficinas de personal y el centro médico funcionaron como una comisaría, donde no permitieron entrar a nuestros abogados y la policía tomaba declaración y pretendía que firmemos actas con un montón de mentiras. Luego, nos metieron en un camión celular, con celdas de medio metro, donde llegaron a poner a dos compañeros, y con una rejilla de cinco centímetros por cinco que hacía casi imposible la respiración. Varios compañeros terminaron ahogados, uno se descompuso. A pesar de que estábamos maniatados, la moral de los compañeros estaba alta, porque a pesar de que se quejaban de los golpes seguían cantando y alentando que íbamos a seguir luchando.
H.E.