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Nacionales

Un discurso sin contenido

Kirchner y la causa nacional

17 de febrero 2004

Con su discurso, el kirchnerismo cimienta su imagen frente a la “opinión pública” explotando el sentimiento de rechazo de la población hacia los planes de ajuste y las imposiciones del Fondo y del capital financiero. Pero, apretado por el FMI y el G7, el gobierno bajó el tono y dio muestras de su voluntad acuerdista. Así queda desnuda de contenido real la presunción del progresismo y cierto populismo, según la cual hay un cambio de rumbo soberano en curso con el kirchnerismo como su representación política. Esta construcción intenta generar ilusiones y reforzar los gestos y palabras presidenciales, presentándolos como el germen de un proyecto “nacional y popular”, disimulando la ausencia de voluntad política capaz de encarnar algún tipo de interés nacional independiente por parte del actual gobierno peronista.

El capitalismo “nacional”

El saqueo de nuestras riquezas y la enorme crisis nacional y social que sacudió al país, tiene sus responsables políticos inmediatos en el menemismo, en todos los dirigentes del peronismo y en la Alianza, así como en la llamada “burguesía nacional”.
El capitalismo argentino y su clase dirigente nacieron atando su destino a la dominación de la nación por parte del imperialismo. De la dictadura a esta parte reforzaron sus lazos como socios menores del capital transnacionalizado. Actualmente, asistimos al predominio del capital agroexportador –con enorme peso de los grupos transnacionales- en detrimento relativo del capital financiero y las privatizadas. Sin embargo la actitud del “capitalismo nacional” frente al imperialismo no varió en gran cosa. La “estrategia” de crecimiento del gobierno y la burguesía consiste en exportar soja, minería y petróleo y en ofrecer posibilidades de negocios a cambio de inversiones. Con estas cartas el gobierno quiere manejar las discusiones sobre la deuda. Así lo aclara Cristina Kirchner, de viaje en los EEUU: “Las inversiones en un país capitalista vienen cuando hay rentabilidad. Quien pone un peso quiere llevarse dos. Y está bien que sea así. Lo que tenemos que ofrecer es oportunidades de negocios” (Clarín 15/02/04). La «Primera Ciudadana» fue recibida por William Rodhes, del Citibank, a quién le señaló que “Ni ahora ni en Santa Cruz Kirchner tomó una sola medida anticapitalista” (Página/12 11/02/04). Kirchner ofrece una curiosa interpretación de la «causa nacional», donde la retórica convive con el pacto con el Fondo y sin plantearse afectar los intereses privados –ajenos a las necesidades de la nación y del pueblo- de los buitres financieros y los capitalistas.

El discurso

El discurso K tiene mucho de puesta en escena. Su objetivo es fortalecer su poder interno y su imagen. En los dardos verbales que arroja, su blanco son los acreedores privados, los fondos buitres y el FMI, pero se cuida muy bien de no nombrar a los EE.UU. o de estimular algún tipo de antiimperialismo. Peor aún, se menta al país del norte para usarlo como ejemplo. En Monterrey, Kirchner argumentó –en relación a la discusión con los acreedores- que a la Irak ocupada por las tropas de la coalición anglo-norteamericana, se le condonó la deuda. La mención a la “generosidad” del amo imperial, que devastó a Irak y Afganistán, muestra como trasunta en el campo de las palabras “duras” la actitud servil de la política real del gobierno. La “causa nacional” kirchnerista no es la de la nación oprimida contra el imperialismo. Su orientación fue pedir la gracia del mismo, ganar su simpatía y prometerle condiciones inmejorables de inversión. La causa K. es la de la reconstrucción del capitalismo semicolonial, presentado –al modo de la liturgia peronista- como “nacional”.

Nacion oprimida

La idea del retorno de un peronismo nacionalista –y transversal- que puede ilusionar a muchos trabajadores y que alientan progresistas y populistas, está vacía de sentido y contenido. Hace muchísimo tiempo que el peronismo abandonó toda pretensión de nacionalismo burgués. Lo que Kirchner retoma del primer peronismo no es la resistencia a las exigencias imperialistas sino su manía de subordinar toda oposición independiente obrera y popular, la corrupción de los movimientos de lucha, su cooptación por el estado burgués, la obsesión por el orden.
La causa nacional planteada en nuestro país es la de la expulsión del imperialismo. Para eso es necesario romper toda esperanza de que es posible reeditar el nacionalismo burgués, como movimiento que conduzca la causa antiimperialista. Por otra parte, si fuera posible su reconstitución, la experiencia histórica de lucha en nuestro país y de los pueblos oprimidos en la segunda mitad del siglo XX, ya demostró el carácter cobarde y antinacional de la burguesía, su opción por el imperialismo ante el pánico que le provoca la clase obrera movilizada. La lucha contra la opresión solo puede avanzar mediante la derrota de la clase capitalista por parte de los trabajadores y el pueblo.
Para este fin los trabajadores tienen que poner en pie una fuerza política propia, independiente de los partidos patronales y el estado burgués y constituir sus propias organizaciones de autodeterminación para sustituir por el poder obrero y popular al dominio capitalista. La propuesta que hacemos desde el PTS a los movimientos de lucha, sindicatos combativos y a los activistas obreros y populares, de impulsar un movimiento político de los trabajadores, que conquiste a las grandes masas de los asalariados y del pueblo pobre, está puesta en la perspectiva de darle una orientación independiente y una dirección política revolucionaria a la lucha de la nación oprimida contra el imperialismo.

Las razones del discurso

El levantamiento popular de diciembre del 2001, marcó un final para el estilo neoliberal de la década del ’90, obligando a desempolvar las credenciales setentistas de un sector de la casta política. Kirchner -ya lo venimos señalando- es la respuesta burguesa y conservadora al que se vayan todos. El peso de su retórica y sus gestos está en la función legitimante, para recomponer una nueva hegemonía burguesa. El presidente aparenta ser y se presenta a sí mismo como la irrupción de la “gente común” en responsabilidades públicas. Aparenta y no es real, porque no es más que una facción surgida del seno del viejo régimen en crisis, al servicio del capital “nacional”. Su ejercicio del poder se basa en el acuerdo con el aparato del PJ bonaerense y en la pasivización del proceso social. El repliegue de las masas de la escena publica y sus expectativas, permiten al régimen tener la iniciativa política. Así el gobierno intenta golpear sobre los movimientos de lucha más combativos –aislándolos- y cooptar mediante la asistencia estatal a los movimientos piqueteros y -por cambios democráticos parciales- a los organismos de derechos humanos. Por este motivo, la burguesía le brinda su apoyo. Y porque comprendió en gran medida que su discurso, no esconde una amenaza para sus intereses.
La agitación de la “causa nacional” también se explica por la situación latinoamericana y la del FMI en particular. El fracaso de los planes neoliberales, la propia bancarrota Argentina y el fantasma de nuevos levantamientos populares en el centro y sur del continente, -sumados a los apremios internos y electorales de Bush- son los acontecimientos que conforman un escenario inédito desde el punto de vista de la capacidad de negociación de los países semicoloniales con el FMI. La reciente división del directorio del Fondo en torno al caso argentino es un hecho sintomático. Es el fantasma de un nuevo default sobre la deuda contraída con los organismos de crédito, la idea que aterra al FMI, ya que significaría un duro golpe y cuestionamiento. Esta es la urgencia que mueve al Fondo a negociar y que lo puede debilitar para imponer el conjunto de sus condiciones. El retroceso del gobierno argentino frente a las presiones hablan de la cobardía del kirchnerismo para explotar a su favor, aún desde el limitadísimo punto de vista burgués, las condiciones excepcionales para el regateo que se le presentan.
En este cuadro de situación, las pretensiones progresistas y populistas que llaman a Kirchner a movilizar y alentar la participación popular en el debate de la deuda, resultan un contrasentido que choca con su naturaleza pequeñoburguesa conservadora –al servicio del capital- y su necesidad de mantener pasivas a las masas y concentrar la autoridad.

Prensa

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