Lugar común: a Alberto Juan Bautista Iribarne, secretario de Seguridad con cargo estrenado hace dos semanas, suelen recordarle que antes de estar con Kirchner estuvo con Duhalde, y antes, con todos los Carlos: Menem, Ruckauf, Corach y Grosso. No lo dicen para ayudarlo. Y además es cierto. Pero él, en lugar de enojarse, arma una respuesta ingeniosa: "Se olvidan de Bittel", dice. 
Es que hace 25 años, cuando todavía era una joven promesa, trabajaba junto al fallecido Felipe Deolindo Bittel, titular del PJ durante la dictadura militar. Por encargo suyo, Iribarne se ocupó de la redacción final del documento que el peronismo le presentó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reclamando por los desaparecidos. Fue durante la visita de la CIDH a Buenos Aires en 1979, en plena euforia de sangre. Junto a Bittel, el que firmó aquel texto digno y valiente fue Herminio Iglesias.
La cuestión es que este porteño que el lunes cumplió 54 años, vuelve a estar allí donde se cuecen los acontecimientos grandes. 
Duhalde lo puso al frente de la Casa de Moneda en enero de 2002, pero en agosto lo convocó para Seguridad. Era un momento bravo: hacía poco que policías bonaerenses habían asesinado en Avellaneda a los piqueteros Kosteki y Santillán, y todo temblaba alrededor. Pero las cosas ya no se volvieron a desmadrar hasta las elecciones.
Cuando llegó Kirchner y firmó el decreto que lo cesanteaba en Seguridad, Iribarne jura haber vivido el día más placentero en su vida. Hombre de múltiples recursos, no se quedó a la intemperie porque el Presidente lo nombró síndico general de la Nación. Hasta que se derrumbó la política de seguridad kirchnerista después del copamiento piquetero de una comisaría en La Boca y el ataque a la Legislatura, se fueron Beliz y Quantin, y Kirchner lo volvió a colocar en la línea de fuego. 
Divorciado y en pareja hace varios años, tres hijos, profesor universitario, hincha de River y vecino de Belgrano, Iribarne empezó la militancia durante su época de estudiante secundario en el Nacional Buenos Aires. En los años 70, mientras estudiaba Derecho en la UBA, se sumó a la Tendencia Revolucionaria de la Juventud Peronista. Primero se recibió de abogado y después se alejó de aquella JP: no acompañó el progresivo y final distanciamiento de los Montoneros con Perón, y en enero de 1974 fue uno de los fundadores de la JP Lealtad, que reconoció el liderazgo del viejo caudillo ya moribundo. Su amigo Chacho Alvarez estuvo también entre los que dieron ese paso.
Cuando en 1983 volvió la democracia y Bittel ocupó una banca de senador por el Chaco, Iribarne se conchabó como secretario administrativo del Senado. En el 89, cuando el peronismo desplazó del poder a los radicales, ganó un puesto de diputado por la Capital. Más tarde fue viceministro del Interior. Pero se fue del gobierno en 1997 en desacuerdo con el intento de re-reelección de Menem. 
Lo mismo hizo otro amigo suyo, el ahora jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Los dos se unieron a Duhalde y siguieron sendas paralelas. Iribarne fue jefe de campaña en el 99, cuando Duhalde perdió con De la Rúa, y Fernández fue jefe de campaña en el 2003, cuando Kirchner quedó detrás de Menem en la primera vuelta. En el medio, como disciplinados duhaldistas, acompañaron a Domingo Cavallo en su frustrado intento de llegar al Gobierno porteño.
Ahora Iribarne está de nuevo en el baile. Sobreviviente de tres décadas de política, entró diciendo que "hay que separar lo que es protesta social de lo que es delincuencia". Ya volvió a tender líneas con los piqueteros para fijar los límites de cada marcha; mientras, satura la calle con despliegue policial preventivo y consulta con su antiguo jefe, el ex ministro y ahora diputado Juan José Alvarez.
Debutó esta semana y no le fue mal. Pero sabe que esto recién empieza. Y que si hace bien su trabajo nadie va a correr a felicitarlo. Apenas si respirarán aliviados.