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EDITORIAL

Internas en sintonía con el ajuste

Después de seis meses, los familiares de los 51 muertos y los más de 700 heridos de la Masacre de Once recordaron a las víctimas. La respuesta del gobierno, medio año después, fue darle la concesión del Ferrocarril Sarmiento a los Roggio, empresarios tan vaciadores como Cirigliano de TBA, como quedó en evidencia en el conflicto del Subte.

Fernando Rosso

23 de agosto 2012

Internas en sintonía con el ajuste

Después de seis meses, los familiares de los 51 muertos y los más de 700 heridos de la Masacre de Once recordaron a las víctimas. La respuesta del gobierno, medio año después, fue darle la concesión del Ferrocarril Sarmiento a los Roggio, empresarios tan vaciadores como Cirigliano de TBA, como quedó en evidencia en el conflicto del Subte. Además Cristina retomó la “sintonía fina”, que sólo había suspendido “tácticamente” luego de ese terrible crimen social. Ambas medidas muestran el desprecio oficial por los millones de usuarios del pueblo trabajador y las cínicas “lágrimas de cocodrilo” derramadas por la presidenta en sus actuaciones cotidianas por cadena nacional.

Con el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra sucede algo parecido. El ataque a un delegado de la Línea 60, en lucha contra los despidos, demuestra que el “pedracismo”, es decir el patoterismo mafioso de la burocracia sindical, es sostenido por el gobierno en todos los sindicatos, a pesar del intento por “expropiar” la causa de Mariano y de verse obligados a entregar a Pedraza, el amigo del ministro Tomada. La impunidad con que venía actuando la burocracia de La Verde en el Roca y la foto de CFK con Gerardo Martínez, el burócrata de la UOCRA y ex informante del Batallón 601 durante la Dictadura, develan esta realidad, más allá del relato.

Una “agenda” que no es la nuestra

Para el gobierno, como para todos los políticos patronales, no es prioridad terminar con la precarización ni solucionar la grave crisis del transporte público que pone en riesgo la vida de millones. Sus preocupaciones pasan por la “sintonía fina” (que termina en ajuste de tarifas), por lograr una CGT ultra-domesticada, por salvarle las ropas a Boudou con la estatización de la ex-Ciccone. Y la madre de todas las batallas: imponer la continuidad de su camarilla en el poder en 2015. Mientras para el pueblo trabajador la agenda cotidiana es la inflación y el salario que se deteriora aceleradamente, la precarización laboral o el martirio de viajar como animales; para ellos las urgencias pasan por las elecciones de 2013, que son sólo un paso… hacia el 2015.

La discusión sobre la posible reforma constitucional para la re-reelección desnuda la crisis más importante del kirchnerismo: la ausencia de algún candidato mínimamente presentable. CFK mantiene su fuerza política por la debilidad de la oposición patronal y por los años de crecimiento económico (en franco agotamiento). La movida reeleccionista se usa hoy en la interna para evitar que surjan competidores en el peronismo, pero ante la falta de candidatos del “kirchnerismo puro” cada vez es más fogoneada por el oficialismo.

“Unitarios” o “federales”: todos ajustadores

La falta de sucesor motoriza a De la Sota, gobernador de Córdoba, quien bajo las banderas del “federalismo” se presenta como presidenciable. De hecho, ya lanzó una medida para demostrarle a los empresarios que él sabe cómo hacer las cosas: un ajuste contra los jubilados. Pero el gobierno nacional le exige que vaya por más. El pedido de “armonización” de la Caja de Jubilaciones provincial es un eufemismo. En realidad significa que los jubilados estatales de Córdoba deben “armonizar” sus ya magros haberes con la miseria que cobran los jubilados nacionales. En la industria automotriz De la Sota y la burocracia de SMATA permiten que se aplique la receta de siempre: IVECO acumuló cierto stock por falta de ventas y suspendió a todo el personal pagando el 75% del salario.

Hasta ahora estos intentos de ajuste fueron limitados por la resistencia de los trabajadores, como los compañeros del Subte o los estatales bonaerenses y ahora los de Córdoba, a pesar de las capitulaciones de la burocracia, o la Comisión Interna y los obreros de Kraft, que le pararon la mano a la patronal imponiendo una mesa de negociación (ver páginas centrales).

CGT-Balcarce: el candidato y su laberinto

Las vueltas de la CGT-Balcarce para encumbrar un candidato revelan otra debilidad del gobierno. Más allá de la “juventud” de los millonarios de La Cámpora, el kirchnerismo no pudo construir una tendencia orgánica propia en el movimiento obrero. Por eso optó por dividir a las centrales. Cargar con el “muerto” de una CGT oficialista en tiempos de ataque al bolsillo, con la inflación licuando el salario, las jubilaciones, la Asignación Universal y las asignaciones familiares, y con el impuesto al salario, es una ardua tarea hasta para los burócratas más entregadores.

Moyano: discurso combativo, política patronal

Moyano reclama un salario mínimo de $3.500 con afiches en toda la Ciudad, mientras su hijo Facundo presentó un proyecto de ley para “regular” la tercerización (ver página 11). Pero en la práctica no toman ninguna medida de acción para imponer esos reclamos. Y es lógico, la táctica de Moyano se corresponde con su estrategia: agitar públicamente reivindicaciones sentidas por los trabajadores, pero no para imponerlas con la movilización, sino para arrastrar a la clase obrera detrás de un proyecto patronal peronista. Scioli, con su propuesta de pago en cuotas del aguinaldo, medida de la que tuvo retroceder por la movilización de los docentes y estatales, y ahora De la Sota y su ajuste a los jubilados, son una muestra elocuente de que la interna entre el kirchnerismo y el peronismo, es una competencia de ajustadores.

La dureza de las patronales y los gobiernos (nacional y provinciales), el rol de perros falderos de los que conforman la CGT-Balcarce y el discurso combativo pero con política patronal del moyanismo, hace más necesario que nunca el reagrupamiento de los sectores antiburocráticos y la izquierda en una gran Asamblea Nacional Clasista. En primer lugar para defendernos de los ataques que están inscriptos en esta “guerra de desgaste” que llevan adelante las patronales contra los sectores que no responden a la burocracia sindical y que son los que enfrentan consecuentemente los intentos de ajuste. Pero además, es necesario para imponer nuestra agenda: reabrir la lucha por nuestro salario que día a día se deteriora con la inflación, terminar con el impuesto al salario y aumentar las asignaciones familiares. También para enfrentar la “sintonía fina” con la lucha porque se vayan los empresarios vaciadores, estatizar todo el sistema de transporte y ponerlo a funcionar bajo administración de los trabajadores y control de los usuarios.

Pero la lucha por estas demandas vitales debe complementarse con un enfrentamiento a las estrategias políticas de las burocracias gubernamentales y opositoras que pretenden llevar al movimiento obrero detrás de los verdaderos verdugos de los trabajadores: los partidos patronales, peronistas, kirchneristas, radicales o falsos socialistas. Ser “neutrales” ante el debate político nacional implica, aunque se luche de forma combativa, quedar entrampados en los proyectos patronales y sin una alternativa política propia. Las propuestas que votó la Conferencia Obrera de Ferro, “por sindicatos sin burócratas, por un partido de trabajadores sin patrones, para que la crisis la paguen los explotadores”, deben ser levantadas por toda la izquierda clasista, empezando por quienes integramos el Frente de Izquierda, para e inscribirlas como parte de las batallas cotidianas de la clase obrera.


Homenaje con conciencia de clase

El jueves, pasado cuarenta y ocho horas después de que el fiscal Pablo Pelazzo pidiera la detención de Carlos Pedro Blaquier, acusado por crímenes de lesa humanidad, lo más granado de la burguesía argentina salía a respaldar con bombos y platillos al empresario genocida.
No podía ser otra la respuesta de quienes mantienen intacto su instinto, y en consecuencia, una febril pasión anti obrera. Ese homenaje – desagravio es, en definitiva, una gran muestra de conciencia de clase y también un aviso: “si tocan a uno, nos tocan a todos”.
La velada se realizó en el Alvear Palace Hotel. La burguesía es amante de los símbolos. Que mejor lugar para dar señal política que el oligárquico hotel donde cada metro cuadro, cada mobiliario suntuoso, lleva el sello de la sangre obrera que las clases dirigentes derramaron a lo largo de su historia.

Levantan su copa para brindar por la muerte Eduardo Eurnekian (Aeropuertos Argentina 2000); Bruno Quintana (ex presidente del Jockey Club Argentino); Julio Macchi (ex titular de la Bolsa de Comercio); Eduardo Escazany (Banco Galicia); Luciano Miguens y Eduardo de Zavalía (ex presidentes de la Sociedad Rural Argentina); Cristiano Rattazzi (Fiat); los industriales José Ignacio de Mendiguren y Héctor Méndez (presidente y ex presidente de la UIA), algunos de ellos flamantes empresarios K.
El invitado estelar era el mismo Blaquier, pero una indisposición lo privó de estar presente y el puesto fue ocupado por su hijo, Carlos Herminio. La ovación no fue por ello menor. Con su presencia, la burguesía le rinde culto a su derecho de herencia y al testamento que la habilita a seguir pisoteando los derechos de los trabajadores.

“Mantener el foco en lo que más sabemos hacer”, fueron sus palabras. “Lo que saben hacer” es aplicar la “sintonía fina” y pisotear los derechos trabajadores, mientras ellos la siguen “juntando con pala” (CFK dixit). La historia negra de Blaquier demuestra hasta donde son capaces de llegar los empresarios para sostener sus privilegios.

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