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Huelgas salvajes en Italia

29 de diciembre 2003


La oleada de huelgas y manifestaciones de masas en Italia es un hecho desde el 2001. Sin embargo, las huelgas de los trabajadores transportistas de este último mes representan un salto en la combatividad.
El 1° de diciembre las centrales sindicales oficiales (CGIL, CISL y UIL) habían llamado a un paro nacional del sector para reclamar la incorporación de los 106 euros de aumento que se habían pactado dos años atrás y nunca se habían llevado a cabo, y el pago de la deuda acumulada. El llamado contemplaba el respeto a las leyes antihuelgas llamadas de "servicios mínimos indispensables" y la huelga debía durar solo 6 horas. Los choferes de Milán no hicieron caso y comenzaron la huelga con la apertura de la jornada a las 5 de la mañana y la concluyeron en la madrugada con las amenazas de la policía de procesarlos a todos. Durante el día los políticos de la burguesía (incluida la centroizquierda del Olivo), junto a los burócratas sindicales, imploraban por los medios que los trabajadores milaneses vuelvan al trabajo, sin ser escuchados por la base. Pezzotta, el Secretario Nacional de la CISL reconocía al Corriere della Sera "No podemos gobernar la protesta". La prensa patronal se mostraba indignada y aterrada. El Corriere le dedica seis páginas al evento. Acusaban, principalmente, a los sindicatos de base (Cobas, Cub, RdB, etc), de ser los organizadores de la "conspiración". El hecho de que la burocracia sindical se vea sobrepasada en masa por la base no se veía desde los años 70. Pocos días después, en una masiva marcha contra el proyecto de jubilaciones y pensiones de Berlusconi, los dirigentes sindicales tuvieron que escuchar el canto amenazante "¡Milán, Milán!" de gran parte de los manifestantes. Frente a la posibilidad de ser desbordados en masa, las centrales sindicales llaman a un nuevo paro general de los transportistas para el 15 de diciembre que es seguido con una gran agitación en las principales ciudades y se desatan las huelgas espontáneas que prolongan la duración de la medida en importantes centros como Génova, Turín, Bologna, Roma, etc. En todas partes llovían las intimaciones policiales, con amenazas formales de iniciar procesos en la justicia. En los lugares donde las amenazas de proceso eran mayores los trabajadores pedían médico en masa. Los políticos patronales explicaban que como las empresas de transporte son municipales no se puede pagar el mismo sueldo en las ciudades ricas que en las pobres, intentando justificar el incumplimiento del contrato firmado. Contrariamente a la campaña de la prensa y los partidos del régimen, la población se muestra muy solidaria y comprensiva con los trabajadores en huelga. El gobierno, que se había mostrado muy duro hasta ese momento, decide volver a sentarse en las mesas de negociaciones. Finalmente se hace un acuerdo entre el gobierno y los sindicatos oficiales, de dar un aumento de 81 euros y dar 500 euros, en vez de los cerca de 2500 adeudados. Epifani, secretario de la CGIL dice que "Al menos salvamos el contrato nacional". Inmediatamente explotan las asambleas y los paros espontáneos en todas las ciudades. En Génova se presenta el intendente de centroizquierda a pedirle a los trabajadores que vuelvan al trabajo, y como no lo siguen llama a la policía para intimarlos. En Turín decenas de trabajadores rompen sus carnets de los sindicatos oficiales. La circulación se para en las grandes ciudades. Refundación Comunista llama a hacer un referéndum entre los trabajadores para validar el acuerdo. Los sindicatos de base llaman a un nuevo paro nacional del sector para el 9 de enero. La situación sigue abierta, y continuará seguramente después de las vacaciones de Navidad, que la burocracia y el gobierno aprovecharán para intentar desmoralizar a los trabajadores.

Esta gran acción obrera, que sobrepasó largamente a los sindicatos oficiales pone en el centro de la escena el tema de la dirección de la clase obrera. Las tres centrales sindicales oficiales (CGIL, CISL y UIL) demostraron que no pudieron controlar a su base. Los sindicatos de base hasta ahora se habían limitado a "criticar por izquierda" a los sindicatos oficiales, sin intentar echar a la burocracia. En esta acción enfrentaron claramente a la burocracia pero sin plantear la cuestión de quien debe dirigir a los trabajadores. Hoy los trabajadores de toda Italia ven con simpatía cómo los sindicatos oficiales son contestados por la base de los choferes. El llamado al paro del 9 es un paso importante pero no suficiente. Los valientes choferes que enfrentaron al gobierno, la policía y los burócratas merecen tener otra dirección sindical. Si los sindicatos de base se propusieran seriamente echar a la burocracia deberían llamar ya mismo a un Congreso de Delegados de Base de todos los choferes para crear una nueva dirección sindical. Un evento de este tipo sería muy apreciado por gran parte de los trabajadores que simpatizan con los choferes y les daría una perspectiva para enfrentar a los burócratas de sus sindicatos. Refundación Comunista, lejos de ir en este camino, promueve un referéndum que quitaría a los trabajadores de la calle. Lo mismo dicen sectores de "izquierda" de la CGIL que quieren "legitimar" el acuerdo y a ellos mismos. La izquierda de Refundación (Proyecto Comunista), teniendo muchos de sus dirigentes como miembros de la dirección de la CGIL, debería ponerse a la cabeza de un llamado desde la CGIL y la izquierda de Refundación Comunista para promover un llamado a los sindicatos de base para que juntos promuevan un Congreso de delegados de Base de los transportistas, en el camino de crear un nuevo movimiento obrero en Italia.
Las luchas que se vienen dando durante el gobierno de Berlusconi han tomado un nuevo impulso y una nueva radicalidad.













 

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