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INTERNACIONAL

Huelga obrera en Indonesia

Desde el 28 de octubre y por el transcurso de una semana casi tres millones de trabajadores salieron a la huelga en Indonesia. La lucha por un aumento salarial del 50% fue el motor de las protestas que se hicieron efectivas en al menos veinte de las treinta y cuatro provincias del país, especialmente en los centros industriales de Bekasi y Jakarta.

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14 de noviembre 2013

Desde el 28 de octubre y por el transcurso de una semana casi tres millones de trabajadores salieron a la huelga en Indonesia. La lucha por un aumento salarial del 50% fue el motor de las protestas que se hicieron efectivas en al menos veinte de las treinta y cuatro provincias del país, especialmente en los centros industriales de Bekasi y Jakarta. El proletariado de Indonesia se volcó a las calles en forma masiva contra los brutales ritmos de trabajo y los bajos salarios sumándose así a los trabajadores y trabajadoras de otros países como Bangladesh, Camboya, Vietnam, India o China que de una u otra forma han comenzado a entrar en escena durante los últimos años.

A la demandas de aumento salarial se sumaron la del fin de las tercerizaciones, los contratos basura y mejoras en el sistema de seguridad social.
En la capital, Jakarta, los manifestantes pedían un salario mínimo de unos 330 dólares mensuales para hacer frente al alto costo de vida que registra esa ciudad (la más importante del país, donde viven más de once millones de personas) y a la inflación, que este año superará el 10%, lo que presiona directamente sobre los sueldos de los trabajadores. Esto se suma al aumento de los combustibles luego del recorte de los subsidios por parte del gobierno durante los últimos meses lo que aumentó aún más el costo de vida.
El llamado a la huelga fue lanzado por la Confederación de Sindicatos de Trabajadores (KSPI) y secundado por la mayoría de las federaciones sindicales, con una importante presión desde las bases que veían desde hace meses cómo las mesa de negociación con el gobierno y las cámaras empresariales no estaban dando ningún resultado

De hecho el gobierno junto a los empresarios han desplegado una fuerte campaña en contra del aumento del salario mínimo bajo el argumento de que podría dañar la economía del país, agitando el fantasma de una potencial fuga de inversiones extranjeras (y de empresas que deslocalizaron su producción instalándose en el país durante las últimas décadas), para intentar lograr una polarización social y una base de apoyo en contra de las demandas obreras. En realidad no están dispuestos a ceder un solo centavo de sus multimillonarias ganancias que están apoyadas en un esquema de alto crecimiento económico (6% en los últimos años) en base a una extensiva mano de obra precarizada y con bajos salarios.

El gobierno de Susilo Bambang Yudhoyono dejó en claro que de haber un aumento del salario mínimo este no podría superar en más del 5 o 10% a la inflación. Es decir, como mucho y ante la presión de los trabajadores en las calles podrían llegar a ceder un aumento del 20%, contra el 50% que pedían los sindicatos.

Días de huelga

La huelga cobró fuerza en los días previos con activistas y militantes sindicales que visitaron cientos de fábricas y en la mañana del mismo 28 de octubre realizando piquetes de convencimiento y propagandizando las consignas de la huelga.
Las zonas industriales de la periferia de Jakarta se convirtieron en un verdadero hervidero con miles de trabajadores abandonado las fábricas y sumándose a la jornada de lucha. La policía intentó sin éxito amedrentar a las obreras de las fábricas textiles que eludieron los cordones policiales y se sumaron a las marchas. El 31 de octubre la zona industrial donde se concentran las principales empresas textiles y donde la mayoría de las trabajadoras son mujeres unas 50.000 obreras salieron a las calles y se sumaron a la huelga.

La paralización también afectó las zonas industriales de las principales ciudades del país y la represión no tardó en llegar. Por medio de bandas de matones, policías y el ejército, el gobierno persiguió e hirió a decenas de manifestantes. Sin embargo no solo no pudo frenar la huelga sino que logró que más trabajadores y también estudiantes se plegaran a las medidas en repudio a la represión.
Las marchas culminaron el 1ro de noviembre con una importante movilización frente a las oficinas el gobernador de Jakarta, Joko Widodo, que tiene un perfil político populista y que durante la huelga por aumentos de salario de 2012 se había pronunciado a favor, otorgando incrementos en torno al 40% para la capital del país. Sin embargo este año Widodo se alineó con el gobierno nacional y los empresarios, anunciando un aumento de solo el 11% para Jakarta. Los trabajadores irrumpieron en la reunión del consejo del salario mínimo, dejando al desnudo que su perfil populista no es más que una fachada demagógica.

Poniéndose a tono

El malestar entre los trabajadores ante la negativa a un incremento sustancial de los salarios ya llevó a algunas de las federaciones sindicales a anunciar nuevas acciones y medidas de lucha durante el mes de noviembre, aunque algunos sindicatos prefirieron iniciar un reclamo por la vía judicial.

Esta importante huelga obrera se llevó adelante en circunstancias difíciles porque a pesar de contar con una gran simpatía entre grandes franjas de los trabajadores tuvo que soportar el brutal ataque del gobierno, los empresarios y los grandes medios de comunicación. Si bien la propaganda contra los trabajadores y contra la huelga, logró polarizar a la opinión pública y evitar que la paralización fuera total en el conjunto de las ramas de la producción, el paro se hizo sentir en los principales centros industriales y entre la industria manufacturera de exportación.

Más allá del resultado inmediato de la lucha y de cómo se desarrolle en las próximas semanas, la clave de estas jornadas de huelga en Indonesia es que un proletariado que cuenta con millones de trabajadores (en el cuarto país más poblado del mundo) empieza a levantar cabeza y a ponerse a tono con las luchas de los obreros y obreras de otros países de la región como Bangladesh, Camboya e India o con las “explosiones” y conflictividad obrera creciente al interior del gigante chino.
Seguramente tendrá que recorrer un dificultoso camino, pero el mundo ya está viendo como un nuevo proletariado que representa una parte importante de la clase obrera mundial, que trabaja en condiciones de super explotación, que es mayoritariamente joven, en gran parte femenino y que en su mayoría se encuentra por fuera de la influencia de viejas direcciones sindicales propatronales, está empezando a hacer un gran ejercicio en el terreno de la lucha de clases.

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