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Huelga de los obreros negros contra las privatizaciones en Sudáfrica

11 de septiembre 2001

Crisis en la alianza de gobierno

Esta huelga marca una profunda crisis de la "alianza tripartita" entre el Congreso Nacional Africano, el Partido Comunista de Sudáfrica y el COSATU, que gobierna Sudáfrica desde el fin del apartheid en 1994. Esta "alianza", fue la que impidió que las movilizaciones y huelgas que terminaron con el odiado régimen racista de la minoría blanca sudafricana sostenido por el imperialismo, diera paso a una revolución obrera y popular. Como desvío de ese proceso revolucionario, se estableció un gobierno encabezado por Nelson Mandela, que gozaba del prestigio por su lucha contra la opresión y el racismo y por lo que había pasado décadas en prisión, al que ingresaron la COSATU y el Partido Comunista. A pesar de las expectativas que ese gobierno generó en la amplia mayoría negra sudafricana, de conseguir por fin su liberación, la alianza tripartita encabezada por el CNA, ha seguido los dictados del imperialismo y el FMI, perpetuando las profundas desigualdades y profundizando la pobreza de la amplia mayoría de la población. Desde el fin del apartheid, sólo una minoría negra ha accedido a empleos bien pagos y una pequeña elite capitalista se ha enriquecido con las privatizaciones, mientras que la gran mayoría de la población se ha empobrecido aún más. Un informe oficial del gobierno demuestra la enorme desigualdad que se ha profundizado en Sudáfrica post apartheid: mientras que el 50% más pobre de la población recibe sólo el 11% del ingreso nacional, el 7% más rico se queda con el 40%, y según denuncian dirigentes de COSATU, desde 1994 y bajo el plan macroeconómico GEAR, se han destruido casi un millón de puestos de trabajo, el desempleo alcanza a casi el 40% de la población y millones viven en un estado desesperante de pobreza en las aldeas y poblaciones, que constituye una suerte de "apartheid económico".
La central sindical, que sostuvo durante años los planes del gobierno, empezó su crítica al programa económico desde el año pasado, cuando movilizó a decenas de miles de trabajadores para oponerse al plan de "reestructuración" de la economía.
La crisis de la alianza gobernante llega también al Partido Comunista. Tanto el secretario general de COSATU Zwelinzima Vavi como los dos ministros clave del gobierno del CNA que están implementando los planes privatizadores son miembros del Partido Comunista. Incluso el ministro "comunista" de empresas públicas y administración, Jeff Redabe fue el encargado de confrontar con los sindicatos en los días previos a la huelga.
Para dirigentes prominentes del CNA "la alianza entre el CNA, COSATU, y el Partido Comunista está muerta" (Business Day 6-9). Esta perspectiva está empezando a ser preocupante y se multiplican los llamados a que ahora que la huelga terminó se retome el diálogo, ya que "la cuestión candente es ahora cómo proceder con la reestructuración sin más levantamientos".
El proletariado sudafricano es una fuerza poderosa de millones y tiene una gran experiencia forjada en el combate contra el apartheid, uno de los regímenes de segregación racial más brutales. Durante años el Partido Comunista, que también dirige el COSATU lo mantuvo atado a la política de colaboración de clases de la triple alianza, de ahí la importancia de mantenerla, ya que como plantea un analista "La alianza, por ahora, es el único movimiento con todas las credenciales para sacar este país adelante, para eso deben tener la casa en orden". La crisis de la alianza gobernante y la disposición de la clase obrera a la lucha pueden abrir el camino a una intervención independiente que termine de una vez con la explotación capitalista e imperialista.

Conferencia contra el racismo

Entre el 31 de agosto y el 8 de septiembre se desarrolló en Durban, Sudáfrica, la III Conferencia Mundial contra el Racismo, la Xenofobia e Intolerancias relacionadas, auspiciada por las Naciones Unidas.
Los encuentros preparatorios de la conferencia ya anunciaban la crisis que se desató en la Conferencia, ya que varios convocantes platearon como puntos centrales de la agenda la situación palestina y la reparación de las víctimas de la esclavitud.
Las potencias imperialistas dudaron en participar. Finalmente los dos únicos países que decidieron primero enviar delegaciones de menor jerarquía y luego retirarse de la conferencia fueron Estados Unidos e Israel. El motivo de este retiro fue el documento propuesto por el foro paralelo de ONGs, del que participaron 7000 delegados, que denunciaba al sionismo como una ideología racista y a Israel como un estado racista, que mantiene un régimen de apartheid y comete asesinatos, crímenes de guerra y limpieza étnica para mantener su ocupación colonial.
Estados Unidos, mostrando una vez más su alianza con el estado de Israel, salió en su defensa, denunciando cínicamente a la conferencia como "nazi", retirándose de las negociaciones.
Los países de la Unión Europea permanecieron en la conferencia, intentando bajarle el tono al documento, interesados sobre todo en que no prosperara la demanda de algunos países africanos de recibir indemnizaciones por los daños producidos por el tráfico de esclavos en los siglos pasados, algunos bajo la forma de reparaciones individuales y otros por la reducción o condonación de las deudas externas y una suerte de "plan Marshall" para el desarrollo del sumergido continente africano.
Los países de la Liga Arabe, por su parte, aprovecharon el escenario de la conferencia para reubicarse como defensores del pueblo palestino, al que han abandonado a su suerte en virtud de sus alianzas con el imperialismo norteamericano y el estado de Israel. Como en la I Conferencia contra el Racismo en 1975, en la que votaron una declaración muy dura contra Israel y el sionismo, saben que esos documentos no los obliga a cambiar su política proimperialista.
Las negociaciones de último momento apenas pudieron evitar que la conferencia naufragara sin ningún acuerdo. La mediación de Sudáfrica logró que los países árabes renunciaran a su documento inicial y que se emitiera una declaración que no nombra al estado de Israel y sólo hace referencia al "sufrimiento del pueblo palestino bajo la ocupación extranjera", pronunciándose por "el derecho a la autodeterminación y al retorno voluntario de los refugiados palestinos" y "reconoce que la esclavitud y el tráfico de esclavos fue un crimen contra la humanidad". Incluso estas vagas formulaciones encontraron resistencia de virtualmente todos los representantes de las potencias imperialistas, como la Unión Europea que exige que se plantee abiertamente que esta declaración no tiene fuerza legal para que ningún descendiente de esclavos, o personas que en la actualidad son sometidas a condiciones de esclavitud, puede iniciar demandas judiciales por reparaciones económicas. Esto no puede sorprender. ¿Cómo se puede esperar que los gobernantes de las potencias construidas sobre la base del colonialismo y la esclavitud, y que ahora blindan sus fronteras para evitar la entrada de inmigrantes de los países pobres reconozcan sus propios crímenes?
¿Cómo se puede pretender que Estados Unidos, que sostuvo al régimen del apartheid en Sudáfrica, como ahora sostiene el apartheid israelí contra el pueblo palestino, que mantiene un profundo racismo al interior de sus fronteras, reflejada por ejemplo en el porcentaje abrumadoramente alto de ciudadanos afroamericanos y chicanos en prisión o condenados a muerte se comprometa a combatir al racismo y la xenofobia?
Las masas que sufren la opresión nacional, la segregación racial, las condiciones más extremas de explotación no tienen nada que esperar de las conferencias y cumbres de las Naciones Unidas.
Sin embargo, la situación desesperante de las masas palestinas bajo la ocupación israelí, el retorno de las peores lacras que trajo consigo el sistema capitalista, el racismo, la esclavitud y el colonialismo y la movilización de decenas de miles en las calles de sudáfrica contra el "apartheid isrelí" y a favor del pueblo palestino, obligaron a este "foro" de la "comunidad internacional" a discutir durante casi diez días esos temas, exponiendo la hipocresía de las potencias imperialistas, o llevando como en el caso de Estados Unidos, a ser el único país en apoyar incondicionalmente al sionismo y su política, defendiendo sin tapujos ni demagogia humanitaria la opresión y el racismo.

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