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Internacionales

Guerra contra la Intifada

20 de diciembre 2001

Luego de la guerra imperialista en Afganistán y su rápida resolución a favor del gobierno de Bush, Medio Oriente vuelve a ser el principal foco de desestabilización de la situación mundial. El gobierno del primer ministro Sharon vio en el triunfo imperialista contra el régimen talibán y en el discurso de la "guerra contra el terrorismo", la oportunidad para asestar un golpe decisivo a la intifada palestina, que ya lleva 15 meses.
La escalada comenzó a intensificarse a fines de noviembre. Las tropas israelíes dieron muerte a decenas de niños y civiles palestinos. Continuando con la política de "eliminación selectiva" de activistas y dirigentes, el gobierno de Sharon decidió ejecutar al líder militar de Hamas, Mahmoud Abu Hanoud. Con el trasfondo del odio del pueblo palestino por sus 900 muertos en el último año y por la provocación del gobierno de Sharon, el entierro de las víctimas de la intifada se convirtieron en movilizaciones de masas enfurecidas. La organización Hamas lanzó un oleada de atentados en territorio israelí, a lo que le siguieron ataques armados de otras milicias palestinas contra asentamientos de colonos en los territorios ocupados.
El salto en la ofensiva militar israelí, lejos de ser una acción extrema de Sharon, reconocido asesino de palestinos, responde a una estrategia política del estado sionista para imponer su "solución" al conflicto, que apunta a revertir definitivamente la relación de fuerzas y con ella los términos de cualquier posible negociación, infligiendo una derrota cualitativa a las masas palestinas, haciéndolas retroceder incluso de los términos de los acuerdos de Oslo.
Esta política no está exenta de riesgos y peligros. En primer lugar los ataques militares y la presión israelí no han doblegado a las masas palestinas, que siguen sosteniendo mayoritariamente el levantamiento armado como la única forma de terminar con la opresión a la que los somete el estado de Israel.
En segundo lugar, el gobierno de Bush, luego del rápido triunfo en Afganistán contra el régimen talibán a un bajo costo, sin que el mundo árabe y musulmán planteara un desafío cualitativo al ataque imperialista, y mientras sigue sin definir en qué consistirá la "fase dos" de su "guerra contra el terrorismo", ha dado luz verde a la política israelí, reconociendo su "derecho a defenderse de los terroristas". El imperialismo viene avalando la política de Sharon, retiró a su enviado, Zinni, y vetó nuevamente una resolución en las Naciones Unidas presentada por Francia, llamando a enviar observadores a la región, porque Estados Unidos considera que es una táctica para "aislar a Israel internacionalmente".
Pero esta situación puede cambiar. En los inicios de la guerra imperialista en Afganistán, el gobierno de Bush se pronunció a favor del establecimiento de un estado palestino en función de mantener el apoyo que necesitaba de los gobiernos árabes y musulmanes. Las potencias europeas que constituyen el principal sostén económico de la Autoridad Palestina, se hicieron eco de las exigencias a Arafat para que combata al "terrorismo", aunque luego mantuvo sus diferencias con el alineamiento incondicional norteamericano con Israel, reafirmando el rol de Arafat como único líder e interlocutor palestino. La brutalidad del ataque israelí contra la población palestina puede resultar también en un aislamiento de su gobierno frente a la "comunidad internacional", que puede preferir no azuzar las tendencias desestabilizadoras en Medio Oriente, con el riesgo de que otros países de la región se vean implicados en un conflicto mayor, o que la causa palestina transforme el odio de las masas de la región en lucha abierta en las calles.

El plan de guerra israelí

El plan puesto en marcha para liquidar la intifada y la capacidad de resistencia de las masas palestinas combina:
- Aumentar el aterrorizamiento de la población mediante la ocupación militar de las zonas autónomas y campamentos de refugiados. Valga como ejemplo la ocupación por parte de los tropas sionistas de la vivienda del líder palestino Marwan Bargouti, manteniendo a su familia como rehén, o la demolición en un solo día de 35 casas como castigo a las familias de los activistas, acusados de "terroristas".
- Agravar hasta lo insoportable las condiciones de vida en los territorios ocupados mediante el ahogo económico y el aislamiento de las ciudades que hacen imposible la circulación. Como plantea una analista "Las acciones de Sharon desde que asumió como primer ministro han sido consistentes con una estrategia: debilitar a los palestinos con una táctica de "salamín" que divide la ya pequeña franja de Gaza en dos y la Franja Occidental en tres, socavando lo que queda de la Autoridad Palestina" (The Guardian 14-12). Con estas medidas el gobierno israelí busca "convencer" al pueblo palestino, como sintetiza The Economist, de que "el objetivo más inmediato ahora es más la supervivencia que la paz o la independencia".
- Dar un golpe terminal contra las organizaciones más activas en el levantamiento palestino sobre todo Hamas y Jihad Islámica, pero también al Frente Popular para la Liberación de Palestina y a Fatah, el movimiento político mayoritario en la OLP que responde a Arafat.
- Acorralar o eventualmente destruir a la Autoridad Nacional Palestina y sus fuerzas de seguridad, el símbolo más concreto de los acuerdos de Oslo.

Desde el estallido de la segunda intifada, y sobre todo desde el ascenso de Sharon al gobierno, el estabishment político sionista se debate entre un sector, encabezado por el laborista Shimon Peres, partidario de mantener a Arafat exigiéndole que juegue su rol de policía interno de las masas palestinas y otro encarnado por el Likud, los partidos religiosos y sectores del partido Laborista, que consideran que Arafat ya no puede cumplir esas exigencias y que hay que reemplazarlo por líderes "más pragmáticos" que no tengan que responder a la presión de las masas y de las organizaciones radicalizadas como Hamas.
El gobierno de Sharon parece haberse inclinado por esta última variante. Declaró a la Autoridad Palestina como una institución que "protege terroristas", rompió diálogo con Arafat, considerándolo "irrelevante" para su gobierno, y se lanzó a destruir los cuarteles de la policía palestina y las oficinas de Arafat, que quedó virtualmente preso en Ramalá, con los tanques israelíes a escasos metros de su residencia. Mientras que se escucha más fuerte las voces de los "halcones" más duros del Likud, como Netanyahu y el ministro de seguridad pública Uzi Landau, que quieren terminar con la Autoridad Palestina y Arafat, obligándolo a huir nuevamente a Tunez.
La oposición del ministro de exteriores laborista Shimon Peres a esta política provocó una crisis en el gobierno de unidad nacional israelí. Peres y otros dirigentes laboristas como Yosi Belin siguen insistiendo en que Arafat es el único interlocutor que tiene el estado sionista, en medio del ascenso de variantes más radicalizadas entre las masas palestinas.
El resultado que busca el gobierno de Sharon es hacer desaparecer los reclamos palestinos que Arafat, a pesar de sus repetidas capitulaciones a la presión sionista e imperialista, no ha podido conceder: renunciar al derecho al retorno de los refugiados y renunciar a la soberanía palestina en Jerusalén, en el camino de redoblar la opresión colonial isarel y a reducir la "autonomía palestina" a una cantonización sin ninguna pretención de "estado", sometido al control militar y económico del estado sionista. Estas serían sus únicas condiciones aceptables para "negociar la pax" en Medio Oriente

El colapso anunciado de Arafat

Yaser Arafat está tratando de evitar su suicidio político en un equilibrio cada vez más imposible de sostener. Acorralado por el gobierno de Sharon y el imperialismo norteamericano y presionado por la Unión Europea, el 16 de diciembre, en un discurso pronunciado "en árabe" -como se lo exigieron los gobiernos europeos- llamó a su pueblo a detener todo enfrentamiento armado y los ataques suicidas en territorio israelí. Comprometió a sus fuerzas de seguridad a perseguir y encarcelar a los militantes de Hamas, Jihad y todo aquel que no respetara el cese al fuego. Sin embargo este llamado fue rechazado por la mayoría de las organizaciones palestinas. Incluso la prensa árabe criticó duramente el discurso de Arafat.
Reconociendo su debilidad extrema y ante el temor de desatar una guerra civil entre palestinos, Arafat cambió el tono y sólo dos días después dijo estar dispuesto a "sacrificar 70 musulmanes por cada israelí muerto", llamando nuevamente a la lucha armada contra la ocupación israelí.
Esta última crisis muestra al desnudo el fracaso de la política de Arafat, que en los últimos años ha hecho concesiones insostenibles, reconociendo al imperialismo norteamericano, principal aliado de Israel, como "negociador", usando la lucha de su pueblo como moneda de cambio en las mesas de diálogo. Esto ha llegado al límite. Las razones profundas de la última intifada palestina son las propias condiciones impuestas en los acuerdos de "paz" de Oslo, renegociados una y otra vez a favor del estado sionista y aceptados por Arafat. El levantamiento palestino no sólo se dirige contra la opresión y la situación colonial impuesta por el estado de Israel y Estados Unidos, sino también contra la propia dirección de Arafat, que ha traicionado las aspiraciones de liberación nacional de su pueblo. El desgaste de Arafat explica el fortalecimiento de organizaciones más radicalizadas, principalmente de Hamas, que no cesa de aumentar su influencia en los territorios ocupados.

El levantamiento palestino es la expresión de la justa lucha de un pueblo oprimido y sojuzgado desde hace 53 años por el estado sionista, agente del imperialismo norteamericano en la región, agravada en 1967 por la ocupación de los territorios palestinos por Israel, luego de su victoria en la guerra de los seis días.
La OLP, dirección histórica del movimiento palestino, ha mostrado la bancarrota de su estrategia política. Ligada en sus inicios a los regímenes nacionalistas que gobernaban los países árabes en los "50 y los "60, quedó virtualmente aislada luego de que la mayoría de estas burguesías reaccionarias se aliaran incondicionalmente con el imperialismo norteamericano en la guerra del Golfo. Arafat entonces aceptó los términos de los "acuerdos de Oslo" que establecían en un futuro incierto la posibilidad de un "estado" palestino, un semiestado inviable económicamente, basado en las llamadas zonas autónomas, lo que planteaba la perspectiva para el pueblo palestino de vivir en ciudades guetos, rodeadas por asentamientos de colonos israelíes y cercadas por las tropas sionistas. Sin embargo, la institución de la Autoridad Nacional Palestina con una policía armada con armas livianas, y la posibilidad de establecer un estado palestino, resultaron concesiones imposibles para el estado sionista, que permanentemente mientras hablaba de "paz", lanzaba ataques militares contra las zonas autónomas y los campamentos de refugiados, extendía las colonias en los territorios ocupados y obligaba al pueblo palestino a vivir en una miseria insoportable.
La actual intifada es la rebelión legítima de este pueblo contra la opresión colonial. Este levantamiento de masas se ha radicalizado y no acepta más las concesiones de Yaser Arafat. El fortalecimiento de organizaciones como Hamas, que cuenta incluso con el apoyo de la población laica, cuyo discurso es continuar la lucha hasta terminar con la ocupación israelí, o como el Frente Popular para la Liberación de Palestina, o el surgimiento de milicias radicalizadas dentro mismo de la organización de Arafat, es la muestra más palamaria de esta situación.
Las masas palestinas enfrentan una situación crucial y todavía está por verse si el gobierno de Sharon podrá llevar adelante su estrategia, ocupando las zonas palestinas para "limpiarlas" de activistas y dirigentes de la intifada para luego imponer una salida que reforzará la presencia colonial israelí.
Frente a este plan, la Autoridad Palestina, los reaccionarios gobiernos árabes la región, aliados del imperialismo como Egipto y Jordania, piden a Bush que le ponga límites a Sharon y a las Naciones Unidas que "protejan" al pueblo palestino.
La única fuerza que podrá detener al asesino Sharon es la de las masas de la región, no sólo la intifada palestina sino los trabajadores y la inmensa mayoría de la población árabe y musulmana que odia al imperialismo norteamericano, que ve con indignación como los gobiernos de las ricas monarquías y burguesías se alinean con los asesinos de las masas palestinas, los que sostienen un bloqueo criminal contra Irak, a favor de mantener sus suculentas rentas petroleras.
Más que nunca es necesaria la solidaridad activa con el pueblo palestino de los trabajadores, los pueblos oprimidos, los jóvenes que se han movilizado en Gran Bretaña, Italia y otros países, masivamente contra la guerra imperialista en Afganistán. Una derrota de la intifada, luego del triunfo imperialista en Afganistán, envalentonará las políticas agresivas del imperialismo para disciplinar a los pueblos oprimidos.
Los marxistas revolucionarios, que defendimos a Afganistán frente a la agresión imperialista, a pesar del carácter reaccionario del régimen talibán, defendemos incondicionalmente la lucha del pueblo palestino y su derecho a la autodeterminación nacional. Pero las direcciones nacionalistas que como Arafat buscan ser socios menores de los opresores e imperialistas o las direcciones islámicas que persiguen la estrategia reaccionaria de establecer un estado teocrático, son incapaces de dirigir una lucha hasta el final para derrotar al imperialismo. Las masas palestinas deberán superar los límites de estas direcciones, poner en pie organismos democráticos independientes de los regímenes burgueses de la región, con la estrategia de terminar con la opresión sionista, es decir, por la destrucción del estado de Israel y la expulsión del imperialismo de la región, condición indispensable para lograr la liberación nacional por la que lucha este pueblo desde hace décadas, y establecer un estado palestino laico en todo el territorio histórico palestino, donde pueden convivir en paz árabes y judíos, una palestina obrera y socialista que sea la palanca de la lucha antimperialista y revolucionaria en todo Medio Oriente.

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