En una ronda de más de 150 jóvenes trabajadores y estudiantes secundarios, durante la calurosa tarde del domingo 14, el NP de Capital, Gran Bs. As. y La Plata se encontraba realizando el plenario de cierre del IV° Campamento de nuestra organización.
El orden del día consistía en delinear nuestra política hacia la juventud trabajadora, discusión de fundamental importancia no sólo para más de la mitad de los asistentes que sufren en carne propia la explotación y brutal opresión hacia los jóvenes por parte del capital, sino para el conjunto de NP, organización que tiene la firme convicción de construir una gran juventud trabajadora-estudiantil por la revolución obrera y socialista en la perspectiva de desplegar su política hacia los millones de jóvenes explotados en Argentina.
Este animado debate contó con la participación de compañeros de importantes industrias del Norte y del Oeste de Bs. As., resultando de particular interés el relato de Matías, trabajador despedido de
Que los secundarios de NP no son ajenos a estas discusiones se expresó en diferentes intervenciones, que trataron tanto de las vías para aportar desde los colegios de Capital y Bs. As. a las luchas de la juventud trabajadora, como en la política a desarrollar hacia la misma desde NP.
Quedando en manos de una comisión el pulimento de las líneas esbozadas, se pasó al último punto: el balance del campamento que estábamos finalizando. Diferentes compañeros señalaron el interés que habían despertado las distintas actividades, desde proyecciones de películas hasta grupos de estudio, indicando que varias de éstas no estaban contempladas en el plan organizativo del campamento, sino que se realizaron por iniciativa de diferente compañeros, como el caso de los debates alrededor de las nacionalizaciones en Venezuela y la política del chavismo, o la numerosa comisión que abarcó a la casi totalidad de las compañeras en torno a la discusión sobre género. Esto culminó con un charla sobre la política de género que levantamos los revolucionarios, a cargo de
La noche se acercaba y el plenario amenazaba finalizar sin esa intervención que sintetizaba la razón y el sentir del conjunto en unas oraciones, tal vez desordenadas. Pero una vez más ahí estaba, en esta ocasión en la voz de un compañero del oeste que luego de pasar por el lugar común de la valoración de las charlas y actividades, y de recordarnos que nos habíamos divertido, concluyó afirmando que sería “un orgullo ser parte de la misma organización”. Eso ya no era sólo acuerdos políticos o comprensión de fundamentos teóricos, sino que era eso y más: la compenetración profunda con jóvenes revolucionarios durante una semana de cenas, discusiones en la fila para bañarse (cuando no era muy larga y uno terminaba desistiendo), el trabajo que le correspondía a cada uno pero también el que era necesario, peleas (porque también de eso hay) y un sinnúmero de cuestiones más que se dan a partir de la convivencia, en donde se tiene la oportunidad de comprobar la consecuencia entre el decir y el hacer, y si no la hay, señalarlo fraternalmente.
La comisión de organización, todos compañeros jóvenes de impecable actuación, estaba ya preparando