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Nota 4:

¿Gobierno de trabajadores por la vía parlamentaria?

PTS

22 de octubre 2014

Yendo a otro planteo más “teórico”, veamos también cómo emerge el oportunismo electoralista tras la cobertura sectaria.
Según PO, el PTS “dice que le parece bien la consigna de la independencia de clase, pero no el gobierno de los trabajadores, una tesis muy grave de parte de una organización trotskista. La independencia de clase es un planteo de doble poder potencial, que culmina en el gobierno de los trabajadores. Por ese carácter, la burguesía se empeña en regimentar a los sindicatos. La independencia de clase abstraída de su contenido y perspectiva política es propia del ‘autonomismo obrero’, algo que al PTS no incomodaría” (PO 1335).
Primero, jamás dijimos que no nos “parece bien” la consigna de “gobierno de los trabajadores”. La discusión es concreta: propusimos tomar como base la declaración firmada por todos, incluido el PO, del 1° de mayo donde plantea “independencia de clase” y discutir el punto de “gobierno de trabajadores” entre los convocantes, no como condición. ¡Estamos hablando de sindicatos y comisiones internas, no individuos (como firman los que participan en el “congreso” del PO)! Si no, es una maniobra para volver al planteo de que quien convoque debe ser el FIT.
Segundo, ¿qué es la independencia de clase? Una primera expresión elemental consiste en la independencia de toda variante política patronal y de su expresión en los sindicatos que es la burocracia. Como “doble poder potencial” no sólo “culmina en el gobierno de los trabajadores”, como dice PO, sino también en la constitución de una “alternativa política de los trabajadores” (consigna que hemos repetido miles de veces en la campaña del FIT) o, para ser más precisos, en un partido revolucionario (incluyendo eventuales variantes transitorias, como un “partido de trabajadores”, sobre lo que hemos tenido largos debates). Sabemos que es imposible un “gobierno de los trabajadores” en su sentido histórico revolucionario, sin un proceso revolucionario y un partido que logre derrotar a todos los enemigos de esa perspectiva. Entonces, si vamos hasta el final, deberíamos convocar a un congreso de eventual fusión de los partidos que integramos el FIT en un partido revolucionario común, tema que hemos planteado en otras oportunidades y que PO no tomó con seriedad. Pero a nadie se le ocurriría, en una situación que no es aún revolucionaria como la actual, plantear que el “congreso del movimiento obrero y la izquierda” debe resolver la constitución de un partido revolucionario común.

Volviendo al tema de “gobierno de los trabajadores”, ¿puede haber, o mejor dicho, tiene que haber en la actualidad sectores en la vanguardia obrera que sean antiburocráticos, que rechacen honestamente a todos los partidos burgueses y no se planteen consecuentemente la lucha por un gobierno obrero? Para el PO la respuesta parecería ser negativa, lo contrario sería “autonomismo obrero”. Sin embargo, la respuesta a esta pregunta depende de qué estemos hablando cuando hablamos de “gobierno obrero”.

Esto nos lleva a una discusión que hemos tenido en repetidas oportunidades. ¿Qué es un “gobierno obrero”? Una forma de popularizar la dictadura del proletariado, nos dice Gabriel Solano (PO 1335). Es decir, estamos hablando de derrocar a la burguesía mediante una revolución violenta que derrote a las fuerzas represivas y sobre esta base, la clase obrera en alianza con el resto de sectores los oprimidos ponga en pie un nuevo Estado basado en organismos de autodeterminación de las masas, armados, y que sean la base del nuevo poder.

Incluso en una versión más “amplia” de “gobierno obrero”, no equivalente a “dictadura del proletariado”, decía la III Internacional de Lenin y Trotsky, que “el nacimiento de un gobierno verdaderamente obrero y el mantenimiento de un gobierno que desarrolle una política revolucionaria, debe llevar a la lucha más encarnizada y, eventualmente, a la guerra civil contra la burguesía”. A la vez, que consideraba que el deber más elemental de un gobierno de este tipo “debe consistir en armar al proletariado, en desarmar las organizaciones burguesas contrarrevolucionarias”.

Es un debate fundamental que hay que dar, efectivamente, ligándolo a la propia experiencia de los sectores de vanguardia. Pero ¿puede ser una condición hoy para que la vanguardia obrera que viene irrumpiendo en la situación nacional se reagrupe en un encuentro por la independencia de clase? No, no puede serlo, más allá de las buenas o malas intenciones del PO o del PTS, a no ser que nos estemos refiriendo a declaraciones generales que pueden ser interpretadas de manera ambigua y que funcionen como un embellecimiento (desde el punto de vista revolucionario, claro) de dirigentes combativos e incluso antiburocráticos pero que conscientemente nada tienen que ver con la lucha por el poder de los trabajadores y menos que menos con la “dictadura del proletariado”.

¿Por qué decimos que puede ser interpretado de manera ambigua? Más concretamente, cuándo el PO habla de “gobierno obrero” ¿se está refiriendo a lo mismo que se referían Lenin, Trotsky o la Tercera Internacional? No lo parece, como se desprende de las múltiples polémicas públicas que hemos tenido (por ejemplo, acá).

Este planteo lleva al PO a deslizarse en repetidas oportunidades hacía una concepción donde un “gobierno obrero” podría surgir de la evolución de las instituciones burguesas a partir del triunfo electoral, del PO o el Frente de Izquierda. Por ejemplo, Pablo López, diputado nacional del PO en el FIT, en su reciente lanzamiento como candidato a intendente de Salta Capital declaró: “El mayor desafió lo tenemos en la ciudad de Salta donde vamos con todo a conquistar la intendencia sobre la base de una gran movilización popular, para que la llegada a la municipalidad implique una transformación social profunda, un gobierno de los trabajadores salteños, para que el municipio deje de ser un botín de los contratistas, los especuladores inmobiliarios y el banco Macro” (destacado nuestro).

Este tipo de interpretación de “gobierno de trabajadores” a nivel municipal y por vía de una difusa “movilización popular” asociada a las elecciones, sin duda no expresa una visión consecuente de la independencia de clase, al contrario, siembra ilusiones en un eventual cambio de carácter de un gobierno por vía parlamentaria y pacífica, callejón sin salida estratégico que ha conducido históricamente a las peores derrotas.

Por lo tanto, ninguna consigna en sí misma garantiza el contenido revolucionario de una política (llámese “encuentro” o “congreso”) sino si responde al desarrollo real de la lucha de clases y los procesos políticos, en función de un programa y una estrategia revolucionaria.

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