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Familia – Parte IV: Las superpoderosas

5 de octubre 2006

El sistema capitalista ha moldeado enormes contradicciones: nos dice que las mujeres debemos quedarnos en el hogar al cuidado de los niños, pero nos obliga a trabajar fuera de la casa, porque con un salario no alcanza para sostener a la familia; nos dice que los varones tienen que proveer el sustento, pero después azota a los trabajadores con el látigo de la desocupación, provocando depresión y angustia junto con la miseria. En el capitalismo, nos dicen que debemos criar a nuestros niños, pero ni el Estado ni los capitalistas nos proveen de guarderías gratuitas en nuestros trabajos, para estar cerca de ellos, que quedan en manos de otras trabajadoras –si podemos pagar este servicio- o al resguardo de sus hermanas mayores, de las abuelas u otros familiares. ¡Incluso nos despiden cuando quedamos embarazadas!
A los jóvenes se les dice que deben ser libres, independizarse de sus padres y progresar, pero después se encuentran con el trabajo precario, la flexibilización, los sueldos de miseria y la inestabilidad de los contratos temporales... ¡Así que tienen que quedarse a vivir con los padres hasta muy grandes! Nos dicen que debemos soñar con el amor romántico, pero después nos imponen los turnos americanos, los horarios rotativos, el trabajo nocturno... ¿Y cuándo nos vemos con nuestra pareja?
También nos dicen que las mujeres somos débiles, pero cada vez son más los hogares mantenidos por mujeres solas. Pero además, cuando el capitalismo descarga sus grandes crisis sobre las familias obreras, ¡las mujeres están en la primera fila de la lucha y son de temer para los patrones, para los jueces, para las fuerzas represivas y para los políticos del régimen! Trotsky decía que “la crisis social, con su cortejo de calamidades, gravita con el mayor peso sobre las mujeres trabajadoras. Ellas están doblemente oprimidas: por la clase poseedora y por su propia familia.” Pero agrega: “Toda crisis revolucionaria se caracteriza por el despertar de las mejores cualidades de la mujer de las clases trabajadoras: la pasión, el heroísmo, la devoción.” Así lo mostraron las mujeres pobres de París, en 1789, cuando se movilizaron contra los precios del pan y dieron inicio a la gran Revolución Francesa. Así lo mostraron, también, las obreras textiles de San Petersburgo, en 1917, cuando se movilizaron reclamando “pan, paz y libertad” y dieron el puntapié inicial de la primera revolución proletaria triunfante, la Revolución Rusa. Pero también así lo mostraron, más recientemente, las obreras de Brukman y las mujeres de los movimientos de desocupados, enfrentando la crisis del 2001. Y en estos últimos meses vimos cómo las jóvenes de la Comisión de Mujeres de Jabón Federal estuvieron al frente de la lucha por la reincorporación de los despedidos, imprimiéndole su fuerza, como apoyo moral de sus compañeros. Ellas dijeron que no eran las “chicas superpoderosas”. Sin embargo, su compañía y su fortaleza fueron indispensables para que la patronal no quebrara el ánimo de los trabajadores.
Las mujeres, durante la dictadura militar, fueron las que encabezaron las denuncias contra el terrorismo de Estado. Y también son mujeres las que siempre están adelante en las movilizaciones contra el gatillo fácil, convirtiendo su dolor en una lucha contra las fuerzas represivas, la corrupción y la impunidad.
Por eso, creemos que un análisis materialista del origen histórico y del rol que cumple la familia en la sociedad capitalista y una visión marxista de la opresión de la mujer en la sociedad de clases son esenciales para desarrollar un programa revolucionario que se plantee desplegar esta enorme energía de las mujeres trabajadoras y de los sectores populares en la lucha por la revolución social y la emancipación de todos los oprimidos. A este tema, dedicaremos el artículo de la próxima semana.

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