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Escribe En Clave Roja: La Comunicación Social en la encrucijada

Prensa PTS

24 de septiembre 2004

Reducir la comunicación a lo que pasa por los grandes medios de comunicación, sería evidentemente un error unilateral, pero si uno quiere adoptar un punto de vista científico sobre la importancia de los procesos comunicativos en la sociedad actual no puede menos que partir de la influencia de los medios como formadores de la opinión pública.
Como marxistas enfocamos a la sociedad desde el punto de vista de su división en clases. Estas se hayan enfrentadas por antagonismos irreconciliables.
Es sobre el terreno de esta división, donde pensamos la influencia de los medios y el rol de los comunicadores.
Antonio Gramsci, marxista italiano, que durante años purgó prisión en las cárceles de Mussolini, señalaba que "el ejercicio normal de la hegemonía (...) se caracteriza por la combinación de la fuerza y el consenso que se equilibran en formas variadas(...) tratando de obtener que la fuerza aparezca apoyada sobre el consenso de la mayoría que se expresa a través de órganos de la opinión pública-periódicos y asociaciones-que con este fin son multiplicadas artificialmente”
Cuantas veces hemos visto en la historia reciente como la “opinión pública” se expresa a través de los medios. Lo observamos el año pasado cuando las cadenas norteamericanas de TV nos “transmitieron” el enorme patriotismo norteamericano frente a la guerra en Irak. Lo vemos a diario cuando la derecha argentina, nos habla desde Infoabe, La Nación o Clarín, sobre lo harta que está “la opinión pública” sobre los cortes de ruta y los piqueteros.
Es evidente entonces que preguntarse por las condiciones necesarias para la emancipación de los explotados y los oprimidos implica preguntarse que estrategias desarrollar frente a los medios masivos de comunicación. Implica además cuestionar el rol del comunicador frente a la disyuntiva de clases.
Si los medios cumplen el rol de asegurar el consenso de los oprimidos frente a los designios de los opresores, entonces el punto está en como evitar esto. Y aquí el punto está en el rol de que debe cumplir un comunicador. Es pensando desde esa óptica que escribimos aquí. 

Existe la posibilidad de subversión 

Está en lo cierto la escuela de Frankfurt?. Tenían razón intelectuales como Adorno, Horkheimer o Morin? Este último escribió que “La industria cultural, o sea la dominación técnica progresiva, se transforma en un engaño de masas, es decir en un medio de oprimir la conciencia. Impide la formación de individuos autónomos, independientes, capaces de juzgar y decidir concientemente” 
Si es así estamos condenados a la eterna dominación capitalista. Estamos en un sistema sin salida, que salvo una catástrofe natural que destruya los medios masivos es imposible de subvertir.
En los últimos años, hemos visto no pocos adornianos. Pero nuestros adornianos modernos son postmodernos. Son apologistas de los cambios ocurridos. Son quienes aceptan gustosamente que no hay escapatoria posible a una sociedad estratificada y basada en la explotación de miles de millones por unos pocos. Desde los “multiculturalistas”, pasando por los simulacros de Baudrillard, hasta la negación del principio de la realidad.
Como escribió alguna vez, Gianni Vattimo, tal vez uno de los mejores exponentes de esta época de resignación“(en la sociedad mediática) en lugar del ideal emancipador moldeado sobre la autoconciencia desarrollada, sobre el perfecto discernimiento del hombre que sabe como suceden las cosas(...) se instaura un ideal de emancipación basado más bien en la oscilación, la pluralidad y, en definitiva, en la erosión del propio “principio de la realidad””
Pero el principio de la realidad está dictado por la crisis del capitalismo, más que por el poder de los medios. Las profundas crisis económicas de los últimos años. Los levantamientos de masas en muchas partes del mundo, teniendo en América Latina uno de sus epicentros. La brutal ofensiva guerrerista de EEUU, después del 11/9. Evidentemente para quienes creían que la historia había terminado, esta empieza a mostrar de nuevo su andar. 
Y es en ese andar, donde la teoría del control absoluto de los medios, de la dominación total sobre las masas se hunde como el Titanic. Lo vimos el 19 y 20 de diciembre de 2001. La conciencia se construía en las calles. Los medios masivos como Crónica o Canal 13, eran escrachados, por intentar negar lo que surgía desde abajo. Lo vimos también en EEUU, donde al inicio de la Guerra de Irak, miles marcharon a denunciar a la CNN, por querer ocultar la enorme oposición que se manifestaba en las calles contra la guerra. Más allá de la fenomenal propaganda desplegada por el conjunto de los medios norteamericanos, estos no pudieron impedir que millones se opusieran a la guerra en el centro mismo de la potencia agresora.
El papel de las masas fue y es negado concientemente por los ideólogos al servicio del capitalismo. Para ellos los medios son parte de los mecanismos de control necesarios para mantener el orden existente, pero los últimos años de la lucha de clases empezaron a desmentir tanta basura ideológica. La teoría de la Industria Cultural ha pasado al basurero de la historia. 

La utopía regulacionista 

Pero frente al poder de los grandes medios, no sólo hemos visto la resignación, sino que además hemos conocido intentos de establecer algún tipo de regulación sobre estos. Regulación que tendría dos objetivos: imponer un límite a la concentración cada vez mayor de los medios y al mismo tiempo establecer algún tipo de control sobre los contenidos.
Entre los abanderados de esta posición se halla Armand Mattelart quien sostiene que “la libertad política no se puede resumir en el derecho de ejercer uno su voluntad. Reside también en el derecho a dominar el proceso de formación de esta voluntad”
¿Pero se puede regular desde el estado a los grandes medios?. ¿Es posible por ejemplo, controlar a medios como la Time Warner que facturan miles de millones? ¿Es posible evitar que estos monstruos devoren a medios más pequeños? Creemos que no. Pero así y todo si se pudiera, ¿el estado capitalista lo haría?.
Para los marxistas, el estado es un órgano de dominación de una clase por la otra. Bajo el capitalismo, el estado está dominado por las fracciones más poderosas del capital. La relación que se establece es además simbiótica. Tal como lo señalamos arriba, el estado, los gobiernos de turno necesitan de los medios, para fortalecer su dominio sobre las masas. Ellos son funcionales a las necesidades de un determinado régimen de dominio social, por eso la relación con el estado es de imbricación.
Esto no es sólo un problema del estado bajo el llamado neoliberalismo, sino que se trata de un problema histórico. El proceso de concentración de los grandes medios de comunicación está estrechamente ligado con el accionar de los gobiernos.
Como señalan Martín Becerra y Guillermo Mastrini “La concentración de la propiedad de la televisión mexicana tuvo lugar a la par que sus dueños estrechaban lazos con el partido gobernante, el Partido Revolucionario Institucional (...)TV Globo(Brasil) nació con la dictadura que se estableció en 1964 y a la que sirvió de apoyo para el proyecto de modernización conservadora”
El grupo Clarín, liderado por Ernestina Herrera de Noble, que fue un apoyo firme de la dictadura de Videla, logró en los últimos años concentrar un poder enorme. Estos autores señalan que de manera directa o indirecta participan o controlan parte de las acciones de Canal 13, Multicanal, Radio Mitre, el diario Clarín, la Agencia DyN, Proartel, Ciudad Internet, entre otras. Pablo Llonto, autor de La Noble Ernestina, agrega a esta lista el control sobre Página 12, la Razón, Canal 12 de Córdoba, Canal Volver, FM 100, entre muchos otros.
Evidentemente el estado no puede controlar a estos enormes monopolios, porque son un engranaje fundamental de la estabilidad política de un régimen. Por lo menos no los puede controlar a favor de las grandes masas. De ahí deviene su ilimitada ayuda hacia estos grandes medios. Uno de los últimos ejemplos que pudimos ver fue la pesificación de las deudas llevada a cabo por el gobierno de Duhalde, que le ahorró al grupo Clarín cerca de 100 millones de dólares.
Matterlart reivindica el modelo de gestión del estado francés donde existe un organismo encargado de controlar las emisiones de los grandes medios. Sin embargo, la confianza en el estado en sí misma es una ingenuidad. En Francia es el mismo estado el que hoy impulsa la privatización de servicios esenciales como el gas y la electricidad. Ha sido el mismo estado que ha impulsado la Ley de Jornada Laboral de 35 horas, que significa una enorme precarización laboral de los trabajadores. Es este mismo gobierno el que ha intentado establecer en el sistema educativo la implementación de escuelas charter, ligadas a una recaudación propia, abriendo las puertas a la privatización de la educación pública. El estado francés, tiene por objetivo reducir los gastos estatales, para poder mantener los pactos que fundamentan la Unión Europea. Está obligada a cumplir con una lógica neoliberal.
De esta forma podemos apreciar los límites que tiene todo proyecto que intente establecer una regulación sobre los medios. En esta esfera de la economía capitalista, pretender que el estado controle al capital es tan utópico como pretenderlo en otras esferas. 

La prensa progre: a mitad de camino 

Durante los 90’ vivimos, como ya hemos dicho, el reinado del neoliberalismo. Los grandes medios fueron abiertamente voceros de esos procesos. Sin embargo también existió un periodismo crítico, antineoliberal, anticorrupción, que durante años jugó el rol de denunciar el hundimiento y la entrega del país. Ese periodismo se mostró más claramente en Página 12, o en periodistas como Lanata o Verbistsky.
Este periodismo sin embargo fue impotente para aportar algo a evitar esta entrega. No pudo pasar más allá de la crítica. Su impotencia, que es la impotencia del progresismo argentino quedó de manifiesto el 19 y 20 de Diciembre del 2001. Allí se demostró que los planes neoliberales, sólo podían ser detenidos por la acción de las masas en las calles. De nada servían los llamados de atención a los gobernantes o las denuncias de corrupción.
Después de aquellas jornadas parte de este periodismo quiso ser parte de lo nuevo. Reivindicó a las asambleas, gozó con la unidad de los piqueteros y las clases medias, se encantó con las fábricas recuperadas.
Pero su éxtasis duró poco. El progresismo siempre es así, vuelve al ruedo de la política burguesa. Cuando apareció K en el horizonte político del país, todos estuvieron dispuestos a ser sus voceros. Fue ahí cuando escuchamos a periodistas importantes enorgullecerse de ser oficialistas. Pronto aceptaron que la limpieza de las instituciones (la limpieza superficial, sacar a los menemistas, pero dejar a todos los demás) era más importante que evitar el hundimiento en la pobreza de millones.
Fue entonces cuando les dijeron a través de sus páginas, a los que habían protagonizado el Diciembre caliente del 2001, que ahora tenían que apoyar a K, ayudarlo a generar poder, porque este era la base de un nuevo modelo que dejaría atrás el país de los 90’.
Finalmente casi nada ha cambiado. Kirchner resultó ser uno más de tantos peronistas que pasaron por la Rosada. Terminó sus choques con Duhalde, aceptó pagar la odiada Deuda Externa, dejó intactas instituciones desprestigiadas como el Senado. Su limpieza de las FFAA resultó una mala broma. Hoy aún hay casi 2000 genocidas de la dictadura libres.
Hoy, esos mismo progres, ayer oficialistas, anteayer opositores (a la entrega del país), siguen apostando a K. Basta leer las columnas de los sábados y los domingo de Página 12 para darse cuenta de que a pesar de que este gobierno ya tiene decenas de presos políticos, ellos siguen mostrando su perfil “progresista”. Los días en que Kirchner hacía actos con las Madres en la ESMA han pasado. El periodismo progresista vive en el recuerdo. Las próximas luchas de los explotados volverán a dejarlo a un costado de la historia. 

Y entonces que comunicación social? 

Para nosotros se trata de crear una nueva comunicación social, ligándola a un objetivo transformador: la destrucción de esta sociedad basada en la explotación y la opresión de millones por un puñado de grandes multinacionales y una decena de potencias imperialistas.
Concebimos al comunicador como un “intelectual orgánico”, al decir de Gramsci, que se propone aportar al desarrollo de estas nuevas subjetividades y a la creación de una hegemonía propia de los explotados.
Durante los últimos años vimos surgir una multiplicidad de medios independientes y alternativos que intentaron poner en circulación otros discursos.
La novedad fue que muchos de ellos surgieron ligados a los nuevos movimientos sociales que empezaban a surgir de la crisis del neoliberalismo. El surgimiento de los movimientos no global en algunos de los países más importantes puso en pie, redes informativas alternativas, entre las cuales una de las que mayor resonancia alcanzó fue Indymedia.
En nuestro país, en los meses posteriores a diciembre del 2001, los nuevos actores sociales surgidos de esas jornadas, como las asambleas populares, los movimientos piqueteros y las fábricas recuperadas pusieron en pie nuevos medios ligados a su desarrollo. Pero el retroceso de la situación más general que se había abierto con esas jornadas, estuvo en la base de la limitación al desarrollo de esos nuevos medios.
Para nosotros la alternatividad tiene que estar ligada al desarrollo de la subjetividad de estos sectores explotados. No creemos que simplemente poniendo en circulación “otros” discursos pueda avanzarse en la destrucción del capitalismo.
La burguesía asienta su dominio no sólo en lo simbólico, sino también en el control que ejerce sobre las masas obreras en la fábrica. A esto colabora abiertamente la burocracia que se halla enquistada en los gremios. Junto a esto, la clase capitalista cuenta con los recursos del estado, como las fuerzas represivas, que actúan a su favor, como acaba de verse claramente en el brutal desalojo que recibieron los trabajadores de la planta gráfica de Pompeya del Grupo Clarín, donde se imprime la revista Viva.
Para nosotros se trata entonces de impulsar la organización de los explotados, centralmente de los trabajadores. Son ellos los que tienen el poder de paralizar la economía capitalista en su conjunto. Son ellos, por eso mismo los que pueden poner a funcionar esta economía desde otra lógica. Una lógica ligada a las necesidades sociales de las amplias mayorías.
La clase obrera y todos los explotados podrán acceder a los medios de manera gratuita sólo cuando su voz no signifique desnudar las profundas brutalidades a las que somete el capitalismo a las inmensas mayorías.
Para ver la potencialidad de la clase obrera de transformar el estado de cosas basta el pequeño ejemplo de las fabricas puestas a producir por sus propios trabajadores. Ilustrativo en ese sentido es el de los obreros Zanon , que con la puesta en producción de la fábrica con sus propios medios sostuvo más de 250 puestos de trabajo, se crearon 170 más. Junto a esto se han donado materiales para la construcción de Salas médicas en la provincia. También donaron materiales para quienes sufrieron las inundaciones en Santa Fe, el año pasado. Así demostraron que es posible producir sin patrones, y desnudó su lugar parásitos que viven a costa de la explotación y desocupación de las grandes mayorías. Esta es, sin duda, suficiente razón para que los medios de comunicación intenten silenciar sus voces.
La verdadera libertad de prensa sólo será posible en un régimen donde haya desaparecido la propiedad privada de los grandes medios de producción material e intelectual. Sólo donde no haya ningún privilegio que defender, donde no haya intereses que ocultar, florecerá verdaderamente la libertad de opinar. 

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