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¿Es la hora del fascismo?

19 de diciembre 2007

Desde algunos sectores de izquierda se identifica el avance y acciones de la reacción, con el avance del fascismo. Algunos hablan del peligro fascista para justificar el frente con la burguesía y los militares “democráticos” y subordinar al mismo las demandas populares. Otros, simplemente demuestran su confusión, pues al meter bajo la misma etiqueta de “fascismo” a diversas corrientes políticas y fenómenos reaccionarios, impiden clarificar la situación real, los peligros decisivos y las tareas que deben asumir los trabajadores y campesinos.

En Sucre, Santa Cruz y la “media luna” tenemos una derecha ultrarreaccionaria que ha logrado base de masas –sobre todo en la pequeña burguesía urbana- agitando demagógicamente las banderas regionales -como la autonomía departamental o la “capitalidad plena” para Sucre-; con las que encubre la protección de latifundios y privilegios y la aspiración a seguir controlando y explotando “sus” departamentos como si fueran sus fincas y haciendas.

Con los Cabildos y paros cívicos, y en acciones callejeras y enfrentamientos como en Sucre, Cobija, Trinidad, Riberalta, han logrado hacer movilizaciones de masas reaccionarias con los que reafirmar el control regional y presionar al gobierno.

Sobre esta base política y social, las élites burguesas y terratenientes locales buscan establecer virtuales “minidictaduras departamentales” para impedir que emerja el incipiente movimiento de los trabajadores, campesinos pobres e indígenas secularmente explotados y oprimidos y negociar desde una posición de fuerza con el gobierno central.

Para esta tarea dejan correr grupos de choque, al estilo de la Unión Juvenil Cruceñista, los “Jóvenes por la democracia” en Cochabamba, etc., que se nutren de la pequeña burguesía, sectores universitarios y el lumpen urbano, y son amparados por los aparatos prefecturales y los Comités Cívicos.

De hecho, hay un movimiento de masas reaccionario bajo banderas regionalistas y conservadoras, basado en las clases medias urbanas y al calor del cual se desarrollan bandas de corte fascistizante; pero no hay todavía un movimiento de masas fascista.

Lo que facilita el desarrollo de esos fenómenos es la política reformista del MAS, que al respetar la gran propiedad agraria y no romper con las transnacionales, no puede ofrecer ningún programa alternativo para socavar la base social ni el poder económico y político de las oligarquías regionales. Al mismo tiempo, el MAS impide que los trabajadores, campesinos e indígenas organicen su autodefensa y se armen para enfrentar a los grupos de acción de la derecha, y llama a confiar en las Fuerzas Armadas y en la Policía Nacional –fuerzas represivas con múltiples lazos con la burguesía y las élites regionales- que ya en Sucre y Cobija mostraron su poca disposición de batir a la derecha.

Por ello, no basta declamar contra el fascismo, sino que hay que levantar una política consecuente de autodefensa de masas y para ganar a la base del ejército contra la casta de oficiales reaccionaria y proburguesa hasta la médula, aunque a veces guste vestirse de “patriota” o “democrática”.

Prensa

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