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MOVIMIENTO OBRERO

En Puerto Madero la vida obrera no vale nada

Lunes. En la vieja Aduana y Puerto, donde años atrás los trabajadores de la Ciudad tenían acceso a las aguas del Río de La Plata a través de su balneario, metamorfoseada por la sed de ganancia de los empresarios en el actual ostentoso Puerto Madero, muere aplastado por una grúa, el joven obrero de la construcción Héctor Ríos.

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21 de febrero 2013

En Puerto Madero la vida obrera no vale nada

Lunes. En la vieja Aduana y Puerto, donde años atrás los trabajadores de la Ciudad tenían acceso a las aguas del Río de La Plata a través de su balneario, metamorfoseada por la sed de ganancia de los empresarios en el actual ostentoso Puerto Madero, muere aplastado por una grúa, el joven obrero de la construcción Héctor Ríos.

“Murió a contramano entorpeciendo el público”, como describe aquella canción de Chico Buarque, el glamour desde aquellos años de “pizza con champagne” a esta parte, se vio interrumpido bruscamente. Los grandes rascacielos, torres, piscinas, casinos, canchas de golf, parques, el confort de ciudadanos ilustres como el vicepresidente Boudou, el lugar donde empresarios K como Cristóbal López analizaba de qué mejor forma reprimir a los trabajadores del Casino, Néstor Kirchner pasaba sus horas en las sombras de la Rosada y el asesino Pedraza hacia su planes con la patota sindical; se convirtió en el cementerio de una vida obrera que probablemente ninguno de sus sepultureros se haga cargo.

Con 19 años, el trabajador paraguayo dejó en un edificio en construcción, a sus hermanos que trabajaban con él y su vida. Compañeros, heridos por la pérdida y también por el “accidente”, donde la vida obrera no vale nada, ya saben que es moneda corriente en trabajos como estos la incertidumbre de saber si se vuelve a casa. Los datos clarifican la confusión mediática en el que placas televisivas nos quieren hacer creer que el hecho tiene como responsable a la víctima. Las estadísticas indican que alrededor del 70% está en negro, que suceden 228 fallecimientos por año, que dos tercios fallecen antes de los 55 años y que sólo el 0,5% alcanza la jubilación. En conclusión, la vida obrera no vale nada o duras penas equivale a un salario que no alcanza para “ese pan de comer y el suelo para dormir”.

Si entendemos por “accidente” a un “suceso eventual del que involuntariamente resulta un daño”, claramente estamos ante algo ordinario y común que sin lugar a dudas tiene como responsables a sectores bien definidos.

Por un lado el apaño y la vista gorda del burócrata de la UOCRA Gerardo Martínez que ya nos demostró que no tiene como agenda terminar con estas pésimas condiciones de trabajo a las que bien conoce, además de su oscura complicidad con la dictadura genocida. Por otro, gobiernos y empresarios que no hacen más que exprimir los cuerpos cansados de la clase trabajadora para sus propios intereses. Los años pasaron pero la política neoliberal en las condiciones de trabajo es la misma, y es sostenida tanto por el “modelo K” como con el “PRO” mientras que los empresarios se sientan a aplaudirla.

Una vez más el derroche se cobra la vida de un joven trabajador, que como cientos día a día construyen paraísos ajenos, mientras a metros de allí y tapada por la Reserva Ecológica se encuentra la Villa Rodrigo Bueno, asentamiento improvisado por esos mismos trabajadores así como por las empleadas domésticas de los magnates. Pero la diferencia social no alcanza con esta marcada diferenciación en la forma de vivienda. Las viviendas ociosas a su vez están en detrimento de las amenazas constantes de desalojo del barrio obrero desde que Macri y los K acordaron erradicarlas y construir un complejo para la elite como bien denunciaron referentes del barrio. Aquí, una vez mas, la unidad de ambos gobiernos.

La vida de cada trabajador hay que defenderla luchando y organizándonos. Unamos filas para terminar con toda la legislación menemista de flexibilización y precarización laboral. Basta de muertes obreras en la construcción.

Unamos a la clase trabajadora para que llegue el día en que expropiemos sus lujosos rascacielos y los pongamos al confort de los cientos de miles de trabajadores que como el joven Héctor dejan la vida construyendo.

Ivana y Kokus

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