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Red Internacional

Nota De Tapa. Elegido por su prontuario

Aníbal Fernández, ex hombre de Duhalde que fue también figura fuerte del kirchnerismo durante todo el ciclo K, vuelve al centro del gobierno. Su rol político como defensor de cualquier causa. La Masacre de Avellaneda y el caso Julio López. Las acusaciones por la crisis ferroviaria contra Pino Solanas y la izquierda. Su defensa del rol de la Policía Federal en el asesinato de Mariano Ferreyra.

Viernes 27 de febrero de 2015

El regreso de Aníbal Fernández al centro del gobierno nacional como Jefe de Gabinete vuelve a colocar en primera plana política a un hombre que estuvo junto al kirchnerismo desde el comienzo. Pero cuya carrera política comenzó bastante antes. Veamos los rasgos más salientes del prontuario del hombre elegido por Cristina Fernández para comandar el gabinete en el último tramo de su gobierno.

De Menem y Duhalde al kirchnerismo

Entre los principales cargos que ocupó, Aníbal Fernández fue designado en 1997 Secretario de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Eduardo Duhalde. Ya con Carlos “mano dura” Ruckauf en la gobernación, ocupó la cartera de trabajo provincial, y con la llegada de Duhalde a la Presidencia de la Nación, tras las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 que acabaron con el gobierno de Fernando de la Rúa, ocupó la Secretaría General de la Presidencia.

En ese último cargo se desempeñaba cuando tuvo lugar la Masacre de Avellaneda en la que fueron asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en el Puente Pueyrredón. Aníbal Fernández era entonces un alto funcionario de un gobierno que llevó adelante un crimen planificado para poner orden en plena crisis nacional, disciplinando a los sectores de lucha más combativos. Una semana antes de aquel 26 de junio de 2002, Duhalde había declarado que los “intentos de aislar a la Capital no pueden pasar más, tenemos que ir poniendo orden”. Sus ministros Atanasof, Alvarez (hoy jefe de campaña de Massa) y Matzkin, reiteraban la advertencia: “Se van a impedir los bloqueos como sea”.

Mientras Clarín titulaba que “la crisis” había causado dos nuevas muertes, desde el gobierno se quiso instalar la teoría de que había sido una “pelea entre piqueteros”. Aníbal Fernández, con un tono “servicial”, mostraba lo que luego sería recurrente en él, la capacidad de defender cualquier hipótesis en función de las necesidades políticas del momento. Decía entonces que “nosotros conocíamos desde hace 20 días que iba a suceder una cosa de estas características, porque nos habían hecho los comentarios y sabíamos que se organizaba para el 22 y el 23, en el estadio Gatica, en Villa Domínico, una asamblea de piqueteros en la que se iba a discutir los pasos a seguir. En esa asamblea se habló de lucha armada, en esa asamblea se definió lo que ellos llaman un plan de lucha, que no es otra cosa que un cronograma de hostilidades”.

Pero las evidencias documentales que muestran el rol asesino de las fuerzas de seguridad, y la gran movilización popular como respuesta a la masacre, dieron vuelta la historia. Duhalde tuvo que acelerar la transición y convocar a elecciones.

Aníbal Fernández versión K

Multitudinarias movilizaciones exigían durante la crisis de 2001 “que se vayan todos”. Pero el kirchnerismo, con doble discurso para dialogar con los nuevos aires, y aprovechando el repunte económico, se encargó de restaurar el poder del Estado, tan cuestionado por aquel entonces. Eso incluyó conservar a la mayor parte de la casta política de los partidos tradicionales. Aníbal Fernández fue uno de ellos, y se incorporó al gobierno K, primero como Ministro del Interior, luego como Ministro de Justicia, Seguridad y ¡Derechos Humanos!, y finalmente como Jefe de Gabinete, cargo al que vuelve ahora luego de su paso por el Senado desde fines de 2011.

Durante el desempeño de sus distintos cargos, siempre locuaz, fue uno de los principales encargados de poner la cara ante situaciones difíciles para el gobierno, armando versiones increíbles de distintas crisis y montando acusaciones insostenibles.

La famosa afirmación de que Julio López podía estar en la “casa de una tía”, fue uno de los ejemplos en este sentido. Esa versión insostenible frente a la desaparición del testigo contra Miguel Etchecolatz el 18 de septiembre de 2006, buscaba sostener la primera versión del gobierno nacional, que negaba su desaparición, y desviar la atención de los indicios de sobra que conducían a la responsabilidad de la Policía Bonaerense en el caso. Hombre fuerte de las fuerzas de seguridad, Aníbal Fernández estaba bien dispuesto a jugar ese papel.

Otro rol importante que jugó Aníbal Fernández fue el de intentar deslindar al gobierno nacional de las crisis estructurales que el kirchnerismo no resolvió a pesar de los años de crecimiento a “tasas chinas”, especialmente en lo que respecta al sistema ferroviario. Buscó, por ejemplo, en 2008, responsabilizar a Pino Solanas y al Partido Obrero por incidentes ocurridos en el ex ferrocarril Sarmiento ante la bronca por el mal servicio.

Pero más grave sería en 2010 su rol en ocasión del asesinato de Mariano Ferreyra, cuando el ya Jefe de Gabinete defendió el accionar de la Policía Federal: “hizo lo que tenía que hacer”, dijo Aníbal Fernández. Por el contrario, desde el lado de los manifestantes se denunció la connivencia entre la policía y la patota asesina de José Pedraza, dejando una “zona liberada”.

Casi un año después del asesinato de Mariano Ferreyra, fue detenido junto a otras cuatro personas el dirigente ferroviario Rubén “Pollo” Sobrero, uno de los referentes de la oposición a José Pedraza en la Unión Ferroviaria. En una burda operación, se lo acusó de asociación ilícita por el incendio de tres formaciones del Sarmiento en mayo de 2011. Frente a las críticas y movilizaciones contra la criminalización de la protesta social, y exigiendo la libertad de los detenidos, Aníbal Fernández salió a defender el accionar del juez que ordenó las detenciones: “Debe tener elementos contundentes. Existió algo preparado. Nadie viaja con bidones de nafta para quemar vagones”.

A este prontuario se agrega el asesinato de tres inmigrantes en el Parque Indoamericano por parte de la Policía Federal, fuerza con la que Aníbal Fernández, hombre fuerte de las fuerzas de seguridad, siempre tuvo una estrecha relación. Por otro lado, en distintas ocasiones se lo ha denunciado por supuesto vinculo con el narcotráfico y operaciones de espionaje.

El gabinete y los funcionarios del fin de ciclo K

Un hombre con este prontuario ocupará entonces el centro del gabinete para los últimos meses del ciclo kirchnerista, reemplazando al ya desgastado Capitanich, que además tenía que regresar al Chaco a ocuparse de sus múltiples problemas en la política provincial. El cambio fue acompañado por el nombramiento de "Wado" de Pedro en la Secretaría General de la Presidencia, un cambio pejotista con formato camporista.

Fernández es un "todo terreno" capaz de defender cualquier causa, y eso puede ser de utilidad para un gobierno que llega con crisis al final de su mandato. Por estos servicios, como fue revelado en los últimos días, los que forman parte del gabinete cobran sueldos brutos de hasta 100.000 pesos mensuales (a la vez que buscan cerrar las paritarias docentes con salarios muy por debajo de la canasta familiar). El último año de CFK requerirá de estos trabajos, ya que la “crisis Nisman” puso al desnudo el oscuro entramado de relaciones entre los servicios de inteligencia y los poderes del Estado, en el cual están comprometidos tanto el gobierno nacional como la oposición de los partidos tradicionales. Como denunció ayer en el Congreso Nacional el Diputado del PTS-FIT Nicolás del Caño, con la reforma de inteligencia votada por el kichnerismo, el aparato de espionaje sigue intacto.

Este 24 de marzo, contra la polarización del gobierno y la oposición, marchemos contra el espionaje y la impunidad, por las demandas de los trabajadores, las mujeres y la juventud, para darle otra salida a la crisis nacional.


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