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El poderío norteamericano puesto a prueba

9 de noviembre 2001

Las crecientes dificultades de la agresión imperialista en Afganistán junto al desconcierto que genera el ántrax en el frente interno, en el marco del aceleramiento de la crisis económica internacional (ver artículo), muestran lo difícil que es para EE.UU., a pesar de su indiscutible supremacía militar, restaurar su imagen de poderío luego del golpe que significó el atentado del 11 de septiembre. EE.UU., cuya hegemonía viene siendo cuestionada desde comienzos de la década del 70, y que había logrado recomponerse relativamente durante la última década, están quizás frente al desafío más importante a su dominio desde su derrota en Vietnam.
A un mes de iniciada la operación Libertad Duradera, la resistencia del talibán se ha probado mucho más dura de lo que el Pentágono esperaba, y no ha habido deserciones entre las filas de la dirección talibán pese a los importantes esfuerzos de los servicios de inteligencia estadounidenses y paquistaníes para conseguirlo.
En los últimos días, el esfuerzo norteamericano parece concentrarse en la conquista por parte de las tropas de la Alianza del Norte de la ciudad norteña de Mazar-I-Sharif, ya que hasta ahora no han logrado la captura de ninguna ciudad importante. Mientras aviones norteamericanos bombardean posiciones talibanas de la línea del frente, la oposición pudo reivindicar la toma de tres posiciones del aeropuerto de esta ciudad clave. Para el Pentágono conseguir esta "cabecera de playa" antes del invierno en el hemisferio norte es fundamental para retomar las operaciones militares en la primavera. Para esto no ha dudado en lanzar devastadoras bombas "cortadoras de césped", usadas primero en la guerra de Vietnam para "limpiar" la selva de modo de puedan aterrizar helicópteros. La explosión que produce este arma letal es casi como un arma nuclear "táctica". Como vemos el arsenal militar no es lo que le falta a EE.UU. para arrasar a Afganistán.
Sin embargo, a pesar de este alto poder de fuego, la campaña antiterrorista está signada por una gran contradicción en los dos objetivos estratégicos que EE.UU. se ha propuesto. El primero, disuadir los desafíos de los grupos terroristas sobre su propio territorio. El segundo, y más importante, realizar una acción de fuerza contundente a escala internacional que impida todo cuestionamiento de su dominio no sólo por grupos terroristas sino por estados semicoloniales que podrían verse alentados si EE.UU. no da una respuesta a la altura del inédito golpe recibido. Para esto ha construido una coalición integrada fundamentalmente por las grandes potencias imperialistas, Rusia, y en mucho menor medida China (como explicamos en el anterior número de LVO).
Esta semana la colaboración de las principales potencias imperialistas se ha profundizado poniendo a disposición de EE.UU. miles de hombres, integrantes de sus fuerzas de elite: 3900 Alemania, 2900 Italia, además de aviones de transporte y unidades navales que se suman a la actual participación militar de Gran Bretaña y la propuesta de colaboración de 2000 efectivos de Canadá. La oferta del Canciller alemán Schroeder representa la mayor participación militar desde la segunda Guerra Mundial (aunque aún esta ayuda debe ser aprobada todavía por el parlamento germano). La Dieta (parlamento) japonesa se apresta a votar una nueva legislación que ofrece ayuda logística (aunque no apoyo militar directo) a EE.UU. en un conflicto que está alejado del territorio japonés. Aunque este apoyo es significativo y una fuerte señal política, estas tropas están al servicio de un plan de guerra todavía no totalmente diseñado.
Washington necesita imperiosamente también la colaboración de los países musulmanes no sólo en inteligencia, en el control del movimiento financiero, y para utilizar sus territorios en operaciones encubiertas para controlar y desterrar las acciones de los grupos sospechados de ser terroristas, sino para tratar de evitar que la campaña militar aparezca como una cruzada contra árabes y musulmanes. Pero esta misma política limita su habilidad para llevar adelante su segundo objetivo: la acción punitiva contra Afganistán.
Es que la estrategia militar de Washington provoca una creciente inquietud en Pakistán y en el conjunto del mundo islámico. La proximidad del Ramadán (mes sagrado musulmán) y la perspectiva de una campaña militar larga aumenta los temores de los gobiernos de los países islámicos que en algunos casos, como la presidenta de Indonesia, han pedido la interrupción de los bombardeos aéreos. El creciente repudio de las masas de la región a la agresión militar a uno de los pueblos más pobres y destruido del mundo, amenaza con desbordar a los gobiernos que hasta ahora han tenido éxito en mantener el control de la situación. No hay país donde esto se vea más claramente que en Pakistán, donde el gobierno militar que lo dirige se siente cada día más vulnerable. En la frontera con Afganistán decenas de miles de milicianos están deseosos de cruzar para ir a luchar junto a los talibanes y en los últimos días, luego de los intensos bombardeos, se ha vuelto a intensificar la agitación entre los musulmanes, que ahora amenazan con realizar una masiva marcha a Islamabad. En Medio Oriente la tensión es muy alta, con enfrentamientos permanentes y se multiplican los intentos de los países imperialistas, como el reciente viaje de Tony Blair, buscando presentar un "plan de paz" que evite una escalada mayor en esta zona ya muy caliente de conflicto.
En conclusión, como dice la agencia de inteligencia Stratfor el 5 de noviembre: "Los objetivos de guerra de EE.UU. no están en consecuencia enteramente sincronizados. La operación en Afganistán no producirá la victoria en el teatro de operaciones norteamericano. En realidad, a mayor presión en Afganistán mayor es la inquietud en el mundo islámico. Y cuanto más inquieto el mundo islámico se transforma, menos probable que la coalición para operaciones encubiertas sobreviva. Hay en la raíz de la estrategia norteamericana una inconsistencia lógica que debe ser reconciliada o superada por la pura fuerza".
Sobre esta contradicción es que se montan los halcones del establishment político norteamericano que cuestionan la estrategia llevada durante el pasado mes por la administración Bush, definida por un ritmo lento de avance y limitada a Afganistán, al menos por ahora. Estos sectores demandan un ataque sobre Irak y el envío de tropas significativas a Afganistán criticando que la guerra está procediendo con medidas a medias, o en palabras de uno de sus representantes "… está siendo peleada para satisfacer a los diplomáticos más que a los generales". Y en tono casi de pánico alertan: "Ahora, enfrentamos la amenaza de la continuidad en el poder de los talibanes durante el invierno. Esto sería algo cercano al desastre. Esto transmitiría la impresión de una debilidad de EE.UU." (Charles Krauthammer y William Kristol, dos prominentes neoconservadores han escrito esto en el Washington Post)
En forma inversa a la exigencia de mayor dureza de estos halcones, la administración Bush ve con preocupación que importantes sectores de la opinión pública internacional comienzan a ponerse en contra de la campaña militar en Afganistán, lo que limita toda futura escalada. En los países islámicos las informaciones de la cadena Al Jazeera han puesto a la administración Bush a la defensiva. En Europa, en donde el diario francés Le Monde el día del atentado a las Torres Gemelas tituló en su portada "Todos somos norteamericanos", dijo recientemente: "La conducta de guerra alarma a Europa".
Son estos síntomas de una creciente polarización de la situación internacional que no hará más que agravarse frente a la perspectiva más probable de una guerra prolongada y la necesidad de una escalada militar de EE.UU.. Es necesario que los socialistas revolucionarios tanto en los países semicoloniales como en los países imperialistas, coordinemos y unifiquemos nuestra acción contra esta amenaza señalando una perspectiva internacionalista en estos agudos momentos donde la continuidad del dominio norteamericano en decadencia augura enormes sufrimientos y calamidades para las masas de todo el mundo.

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