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A 90 años de la Revolución Rusa

El partido bolchevique debate la preparación de la insurrección

La noche del 10 de octubre ha cobrado importancia en la historia de la revolución rusa, pues ese día las figuras más importantes del bolchevismo debatieron en torno a la factibilidad de la insurrección.

11 de octubre 2007

La noche del 10 de octubre ha cobrado importancia en la historia de la revolución rusa, pues ese día las figuras más importantes del bolchevismo debatieron en torno a la factibilidad de la insurrección. Trotsky señalaba en Lecciones de Octubre que era preciso estudiar y debatir la experiencia concreta de cómo el partido bolchevique pudo llevar a los soviets a la conquista del poder político. En ese sentido, afirmaba que el mes de octubre de 1917 es -sin duda- una escuela muy importante para las futuras revoluciones. Aclaraba que su estudio pormenorizado no era para intentar repetirla como una receta, hecho del todo imposible ya que las revoluciones son originales y las condiciones y características particulares en las que éstas suceden no se pueden sustituir. Sirven, indicaba, a la hora de poder hacer un pequeño compendio de las tendencias reales y los movimientos tácticos, una pequeña guía de la “guerra civil”.

La reunión del Comité Central bolchevique se desarrolla en Petrogrado y en ella se sucede el debate en torno a determinar la estrategia de acción de la insurrección. El gobierno de Kerenski estaba prácticamente paralizado, y los soviets no sólo estaban votando por la consigna de “todo el poder a los soviets” sino que votaban como delegados a militantes bolcheviques. El campesinado estaba enfrascado en la guerra rural y su Congreso votaría dos consignas: el reparto de la tierra y ninguna colaboración con el gobierno provisional. En las aldeas donde había militantes bolcheviques éstos eran votados como delegados al Congreso. Allí donde no los había, la mayoría votaba a la izquierda de los socialistas revolucionarios. El ejército se descomponía por la desobediencia de los soldados, por la deserción y por la posición abiertamente desafiante de la guarnición de Petrogrado. Es más, indica Trotsky, será esta guarnición la que realice el primer acto insurreccional el día 21 de octubre.

En esta situación, donde las tensiones llegan a un punto máximo, también el partido revolucionario, aquel que se preparó durante años para ese momento, vacila y duda. Ya hemos visto cómo Lenin indicaba que en una revolución el partido puede estar ubicado por detrás, de una manera conservadora, frente a la disposición de las masas. Esto se debe a que el partido revolucionario, como organización especial de la militancia marxista, funda sus hábitos políticos en la resistencia al capitalismo, en la lucha social y cultural contra éste (ver recuadro).

Las jornadas de julio y la insurrección de octubre

Lenin venia insistiendo que era necesario no sólo votar la insurrección sino actuar en consecuencia, prepararla prácticamente. Esta posición había orientado desde agosto su lucha. Era tal la tensión que atravesaba al partido que la primera carta enviada por Lenin con este planteo fue quemada en la misma reunión por los dirigentes bolcheviques. Ahora, luego de un trabajo insistente de cartas, folletos, así como intervenciones escritas en las conferencias regionales del partido o directamente a los militantes, Lenin proponía al partido preparar la insurrección. Sin embargo, un sector de los dirigentes del partido no estaba tan seguro al respecto.

La oposición a la insurrección fue encabezada por Kamenev y Zinoviev. Éstos insistían en que el momento era aún prematuro para la acción insurreccional. Para ellos la insurrección debía postergarse hasta después de las elecciones a la Asamblea Constituyente (noviembre). Ambos dirigentes opinaban que desencadenar la insurrección en ese momento sería una catástrofe peor que la producida en julio. Indicaban que sería como la experiencia de la Comuna de París, pues era muy probable que los soviets con la dirección del partido se hicieran del poder pero que no pudieran sostenerlo, ya que la mayoría de la población, “el campesinado”, no seguiría a Petrogrado. De aquí que calificaran como aventurera la política de Lenin.

Había que esperar a la realización del segundo Congreso de los soviets así como a la votación y realización de la Asamblea Constituyente, ya que allí, a través de su resultado, los bolcheviques demostrarían cuál es el verdadero apoyo de su política entre las masas campesinas. Aunque los indicios y condiciones de la insurrección estaban maduros, los opositores tomaban como expresión de su madurez un análisis puramente parlamentario y subvaluaban que, a diferencia de julio, el campesinado había roto con su apoyo al gobierno de coalición mientras que la vanguardia había madurado la idea de imponer su propio poder. Julio, así como la ofensiva de Kornilov, había servido a los trabajadores y a la guarnición de Petrogrado para aprender que era necesario prepararse abiertamente para derrocar al gobierno provisional. Entonces había que pasar de las resoluciones del soviet a la preparación práctica de la insurrección.

La negativa de Kamenev y Zinoviev a la decisión de los jefes del bolchevismo y la ratificación de esta política en una reunión ampliada para determinar el curso de acción convocada el día 16 de octubre, llevó a los opositores a publicar sus posiciones en la prensa. Este hecho hizo que el debate de la insurrección adoptara un carácter verdaderamente público. No sólo las clases dominantes y el gobierno de Kerensky, sino también las masas agrupadas en los soviets, los comités de soldados y los comités campesinos debatieron en torno a esta posibilidad y su desencadenamiento.

El soviet y el partido en la insurrección

Durante la conferencia democrática en Moscú los bolcheviques habían arrancado a los socialistas revolucionarios y mencheviques el compromiso de convocar al Segundo Congreso de los soviets de obreros y soldados de toda Rusia. Aunque los moderados opusieran la convocatoria al preparlamento y retrasaran la fijación de la convocatoria al Congreso de los soviets, el partido bolchevique inició una fuerte campaña para concretar su reunión. En este marco, los debates que se produjeron aquellas noches del 10 y el 16 de octubre entre Lenin y Trotsky fueron sobre la fijación del momento del acto insurreccional, si este debía realizarse previo al Congreso de los soviets o si se esperaba a la realización para su desencadenamiento.

Por un lado, Lenin insistió en que el partido bolchevique debía tomar las medidas necesarias para desencadenar la insurrección sin esperar a la realización del congreso. Por el otro, Trotsky planteó que se debía utilizar la legalidad soviética, la existencia de la “dualidad de poderes”, para -apelando a su “normalidad”- amparar los movimientos insurreccionales. Era en este sentido un debate táctico en el marco que se acordaba la necesidad de preparar activamente la insurrección.

Posteriormente se ha argumentado que Lenin no tomaba en cuenta la representación soviética para afirmar el momento insurreccional, centrando su postura en la primacía del partido, pero en realidad el debate se centraba en otro punto. El caso era que para Lenin había que superar todo formalismo y fetichismo, incluso aquel basado en los soviets, e impulsar al partido a preparar la insurrección. Indicaba que en caso de hacer depender ésta de la fecha estipulada para la convocatoria al Congreso se dejaría la iniciativa insurreccional en manos de los socialistas moderados que podían cambiar su fecha o suspenderlo. Lo central era que el Segundo Congreso de los soviets pudiera reunirse “en completa libertad de deliberación”, es decir, derribando el gobierno provisional y custodiando el congreso de la amenaza de disolución por parte de la reacción. Sólo bajo esta libertad los diputados de obreros y soldados del Congreso podrían decidir tomar en sus manos el poder.

No se contraponía el partido al soviet, era una unidad compleja, determinada por las relaciones de fuerzas entre las clases y sus partidos. Así, legalidad soviética e insurrección estaban estrechamente unidas en el pensamiento de ambos dirigentes, y de hecho, la resolución y desencadenamiento de la insurrección fue una combinación de ambas posturas de Lenin y Trotsky, como veremos en nuestra próxima entrega.

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