Durante 3 meses los estudiantes pusieron en jaque al gobierno y lo obligaron a retirar el Contrato de Primer Empleo (CPE) en abril de 2006. El mismo era parte de la Ley de Igualdad de Oportunidades, una respuesta reaccionaria a la situación de tremenda crisis social que había destapado meses atrás la rebelión de las banlieues, las periferias de las grandes ciudades. Con el verso de terminar con la desocupación, el CPE determinaba que los menores de 26 años que obtenían su primer contrato podían ser despedidos sin causa durante los primeros dos años. También eximía a los empleadores del pago de cualquier carga social.
Hubo movilizaciones masivas en toda Francia, de hasta 3 millones de personas. Los estudiantes, superando a las federaciones burocráticas tradicionales, se organizaron en la Coordinadora Nacional de Estudiantes, organismo democrático con representación por asambleas y con mandatos que fue el verdadero organizador de la lucha. Miles de activistas bloquearon vías, tomaron las universidades, incluyendo a la prestigiosa Sorbona, ganaron para el movimiento el apoyo de la población y en especial de amplios sectores obreros que pararon en solidaridad durante las "jornadas de lucha" que convocó la burocracia sindical. Tal fue el movimiento generado, que llegó a plantearse abiertamente la renuncia del primer ministro, Villepin. Los dirigentes sindicales, negándose a llamar a la huelga general, le "salvaron las papas".
La lucha tuvo también altos costos, como los 5.000 presos y la represión policial. Pero aunque no se logró la abolición del conjunto de la ley ni la renuncia de Villepin , el movimiento demostró que se le puede torcer el brazo a los gobiernos imperialistas como el francés.