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Comunicados de prensa

El millonario negocio de Roggio y el Estado, un crimen contra el pueblo trabajador

¿Quiénes son los culpables de la crisis del transporte, quiénes son los «salvajes» que nos condenan a viajar así, quienes los verdaderos responsables del pésimo servicio y el peligro permanente en la vida de trabajadores y usuarios?

PTS

8 de agosto 2013

El millonario negocio de Roggio y el Estado, un crimen contra el pueblo trabajador

El 2 de agosto pasado, Walter, trabajador del subte, mecánico del taller San José, recibió una descarga de 1500 volts mientras seguía las órdenes de sus supervisores. Salvó su vida de milagro. Un compañero suyo relata indignado:« El lunes 5 el taller San José tuvo una reunión con jerarcas de seguridad e higiene de Metrovías, que afirmaron que el miércoles o jueves arrancarían las obras con el tema fosa. Lo único que hicieron fue emparchar un par de cables y poner una térmica sin ningún tipo de renovación. Una vergüenza y ahora presionan para que se labure... Ellos recalcaron que iba a ser una obra seria, y que si no cumplía con lo que consideraban los trabajadores no se bajaba a la fosa. Y la jefatura presionaba para que se labure. Presión que lleva a que se produzcan accidentes como el de nuestro compañero. Es más, la formación que está en la fosa es la J, que es con la que se electrocutó nuestro compañero y esta secuestrada por la policía de trabajo. O sea que desde el viernes no se hace revisión de ninguna formación y están circulando en línea».

Ya el 2 de abril de este año la muerte de Antonio Villares había sido un duro golpe para los trabajadores de la Línea B, y de todo el subte. Metrovías le había ordenado trabajar en un sector inundado, con el tercer riel electrizado, sin los mecanismos de seguridad necesarios ni comunicación con el puesto de control. Cumpliendo las criminales órdenes de la empresa, Antonio murió electrocutado.

Su historia apenas mereció unas líneas en los grandes medios. Ninguna empresa periodística cubrió el dolor de los trabajadores del subte, ni su indignación, ni sus denuncias. Antes de Antonio, sólo en estos dos últimos años, David Alfonso y Diego Martínez también murieron electrocutados. Otra decena de compañeros sufrieron accidentes. A sus familias destruidas las fueron a apoyar los delegados y sus compañeros de trabajo, mientras los titulares cubrían el miserable debate entre el gobierno nacional y el de la Ciudad sobre quién se hacía cargo del subte. El Grupo Roggio seguía amasando fortunas.

Antonio, David y Diego perdieron la vida mientras resolvían problemas en los talleres y en las vías, para que los trenes pudieran transportar a los cientos de miles de usuarios que usan el subte. Trabajaban en pésimas condiciones de seguridad e higiene. Dieron sus vidas, pero no fueron noticia.

Por eso llena de bronca la furibunda campaña lanzada contra los trabajadores del subte y sus delegados que, como Claudio Dellecarbonara, denuncian las peligrosas condiciones en que se inauguraron las nuevas estaciones de la Línea B. Macri y Roggio hablan con el mismo discurso que Schiavi y Cirigliano usaron contra los trabajadores ferroviarios tras la masacre de Once. El mismo cinismo que vemos hoy en boca de Binner ante la explosión del edificio en Rosario cuando se detiene al gasista y no se discuten las responsabilidades de la empresa.

Los responsables de los crímenes sociales, los que condenan al pueblo trabajador a viajar y vivir en condiciones que pueden llevarnos a la muerte levantan el dedo acusador contra quienes hacen funcionar el servicio. Los trabajadores son los «responsables del mal servicio», «privilegiados», «paros salvajes», «culpables».
Pero ¿quiénes son los culpables de la crisis del transporte, quiénes son los «salvajes» que nos condenan a viajar así, quienes los verdaderos responsables del pésimo servicio y el peligro permanente en la vida de trabajadores y usuarios?

Una infraestructura que pone en riesgo a trabajadores y pasajeros

Hace 20 años que los trabajadores denuncian los grandes problemas de infraestructura en la red de subterráneos. Lo hicieron ante la empresa, los medios, los organismos de control y la justicia. Desde la privatización menemista, los Roggio sólo se han preocupado por sus ganancias sin realizar las mínimas inversiones. El kirchnerismo primero, luego el macrismo, continuaron con el modelo privatizador del transporte público.

Mientras el cuerpo de delegados – y luego la AGTSyP – denunciaban esto, la UTA era cómplice. Como Pedraza en el ferrocarril, los burócratas sindicales son cómplices de los negocios y la crisis del transporte público.

En esta última etapa, la Secretaría de Seguridad e Higiene del sindicato realizó un informe pormenorizado de las instalaciones de la línea B que Macri pretendía inaugurar, mostrando con fotos y los resultados de un peritaje profesional que no eran aptas para ser utilizadas. La justicia, en complicidad con Metrovías y Macri, permitió sin embargo que se inauguren dos nuevas estaciones, arriesgando la integridad física tanto de los trabajadores como de los usuarios. Hasta el diario La Nación tuvo que publicar que esos problemas fueron confirmados por expertos como el director de la Maestría en Hidráulica Urbana de la Facultad de Ingeniería de la UBA, el ingeniero Luis María Calvo, quien dijo que «entregar una obra en este estado es inadmisible. No debería haber filtraciones en una obra nueva»

«entregar una obra en este estado es inadmisible. No debería haber filtraciones en una obra nueva»

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Uno de los mayores riesgos reside en la presencia de filtraciones en sitios donde hay cables o incluso cerca del tercer riel, donde corren 600 voltios de electricidad. El mismo Juan Pablo Piccardo, director de la empresa estatal SBASE, debió admitir que «en toda la red de subte hay 150 filtraciones detectadas en las paredes que están siendo arregladas. Algunas son chorros de agua».

A veces los trabajadores deben trabajar en fosas donde también ingresa el agua, y se encuentra líquido en otras áreas donde corre cableado de alta tensión. Cuando comenzó la construcción de los túneles para la ampliación de la línea B, trabajadores y expertos advirtieron que la zona donde se hizo la obra estaba demasiado cerca de napas que la afectarían. Además denunciaron que se utilizaron técnicas de construcción más baratas que las que se debía, usando inyección de hormigón armado para intentar tapar las brechas que se iban abriendo en los túneles.

Cuando los trabajadores denunciaron esto lo hicieron no sólo en defensa de su integridad, sino pensando en el millón de pasajeros que transportan diariamente. Varias veces en que las formaciones se descompusieron, la empresa obligó a los usuarios a caminar por esos túneles sin luz yen estas condiciones de inseguridad.

«en toda la red de subte hay 150 filtraciones detectadas en las paredes que están siendo arregladas. Algunas son chorros de agua»

Por esta y otras circunstancias es fundamental que existan sistemas de comunicación entre los trabajadores que van en cada formación y el puesto de control. Actualmente, en algunos tramos de la red no existe este sistema de intercomunicación interno, y Metrovías lo reemplaza por teléfonos celulares, que como todo el mundo sabe no siempre funcionan bajo tierra.

La falta de mantenimiento y el estado de deterioro en el subte pudieron verse recientemente también en algunas estaciones, cuando partes del techo se derrumbaron sobre las cabezas de los usuarios, en la estación Independencia de la Línea E, entre otras.

Otro punto esencial es la extensión de las líneas del subte de manera irresponsable, sin contar con suficientes formaciones ni el personal necesario. Se agregaron nuevas estaciones sin incorporar más formaciones para hacer el mayor recorrido, ni más cantidad de personal, lo cual llevó a demoras perfectamente evitables y a empeorar la frecuencia del servicio. Como efecto colateral, los trabajadores deben alargar su jornada más de lo habitual, restando tiempo al descanso necesario para conducir en óptimas condiciones formaciones que transportan a cientos de pasajeros cada una, sobre los que se sienten responsables.

Los trabajadores debieron dar una larga lucha para que se reconociera que su trabajo, bajo tierra, es insalubre. El trabajar en túneles oscuros realizando recorridos fijos de ida y vuelta, aislados del mundo exterior, provoca que con el paso de las horas la percepción vaya sufriendo modificaciones, llegando al punto de sufrir confusiones y un embotamiento de los sentidos, por lo cual resulta peligroso que se exceda el tiempo en que pueden estar en estado de alerta.

Esto es lo que intentan ocultar Macri y sus funcionarios cuando dice que los trabajadores son unos «vagos que no quieren laburar». El hombre que fue a una de cada diez sesiones que se realizaban cuando era diputado nacional, el mismo que estaba de vacaciones cuando se inundó la ciudad en abril, quiere obligarlos a trabajar en peores condiciones, durante más tiempo, con las mismas formaciones que deberían haberse descartado hace tiempo. Los únicos que no quieren hacer su trabajo son ellos, que en vez de construir «10 kilómetros de subte por año» como prometieron, dejaron deteriorarse las líneas e inauguraron nuevas estaciones en malas condiciones, en un acto de absoluta desidia.

Cada nuevo peso que embolsan los empresarios, lo perdemos nosotros

«Con lo que ganan, encima no quieren trabajar». Frases de este tipo se usaron contra los trabajadores del subte. Una burda maniobra de los funcionarios, que intenta poner a la sociedad en contra de los únicos que hacen funcionar cada día el subte a pesar de las condiciones en que se encuentra, o sea sus trabajadores. Hay que ser tan caradura como Macri, Juan Pablo Piccardo u Horacio Rodríguez Larreta, ricachones que nunca se cansaron de vivir del Estado, ya sea como empresarios o funcionarios. Ricachones que prefieren que los trabajadores arriesguen su vida y los pasajeros viajen amontonados, con tal de mantener su sociedad con los empresarios del transporte y la construcción, de los que son fieles representantes. De un grupo como los Roggio que además de tener la concesión del subte comparten con el Estado nacional la gestión de las principales líneas ferroviarias del país.Un grupo que viene rapiñando desde hace un siglo con la obra pública, gracias a gobiernos de todo color, empezando por las dictaduras.

Gracias al gobierno nacional los Roggio venían recibiendo $1 millón por día en subsidios sólo por su gestión del subte, mientras que el Estado era quien pagaba las obras realizadas y el mantenimiento. Un dinero que proviene en gran parte de los impuestos que paga el pueblo trabajador, que te sacan con el ABL o cuando realizás compras, y el gobierno se lo da alegremente a estos parásitos, que nunca hacen las inversiones necesarias. Además, se llevan lo que se recauda en las boleterías, que si tenemos en cuenta que viajan alrededor de 1 millón de personas por día, puede calcularse en alrededor de $5 millones, si calculamos un viaje ida y vuelta. ¡Y encima la empresa dice que el pasaje debería valer más de $7!

Para los Roggio, el subte es ganancia pura: reciben subsidios, no invierten un peso, y además tienen negocios paralelos alrededor del subte y el ferrocarril, empresas propias con nombres distintos mediante la cual se «prestan servicios» a sí mismos, cobrando unos $100 millones extras sólo en el subte.

Hay que tomar partido

Esta es la verdad de las cosas. Son los trabajadores los que ponen la cara y levantan la voz para defender su vida, la de los usuarios, defender el patrimonio público, y denunciar lo que hacen empresarios y funcionarios con el dinero que aporta todo el pueblo.

Porque en la Argentina, el pueblo trabajador sigue siendo víctima de las condiciones de existencia que imponen los empresarios y el Estado, que nos ponen en riesgo continuamente.

Porque no queremos viajar más como ganado. No queremos poner más muertos. No queremos que los empresarios la levanten en pala a costa del sacrificio de millones.
En esta disputa entre los que trabajan y viajan sobre las vías, y los que siguen en sus despachos disfrutando de sus ganancias y privilegios, todos tenemos que tomar partido.

Hacemos un llamado a defender a los delegados y trabajadores y del subte, a tomar su causa. A responder ante cada agravio y difamación de esta casta de políticos empresarios y funcionarios millonarios que nada le importa la vida del pueblo trabajador.

Christian Castillo, Claudio Dellecarbonara y Myriam Bregman

Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS) en el FRENTE DE IZQUIERDA

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