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Libertades Democráticas

DOBLE GATILLO FACIL EN DON TORCUATO

El “escuadrón de la muerte” sigue operando

Mientras el Ministro de Seguridad Stornelli difunde cifras terroríficas, reconociendo que 1 de cada 4 efectivos están sumariados y que en 2 años se echó a cientos de agentes, en las calles La Bonaerense sigue matando.
El 15 de enero, en Don Torcuato (Tigre) la Buenos Aires 2 acabó con la vida de Héctor Villanueva, un albañil de 60 años. Y cuando al otro día los vecinos se movilizaron para repudiar el hecho, los mismos oficiales mataron a Facundo Vargas, un pibe de 16.

Daniel Satur

4 de febrero 2010

Mientras el Ministro de Seguridad Stornelli difunde cifras terroríficas, reconociendo que 1 de cada 4 efectivos están sumariados y que en 2 años se echó a cientos de agentes, en las calles La Bonaerense sigue matando.
El 15 de enero, en Don Torcuato (Tigre) la Buenos Aires 2 acabó con la vida de Héctor Villanueva, un albañil de 60 años. Y cuando al otro día los vecinos se movilizaron para repudiar el hecho, los mismos oficiales mataron a Facundo Vargas, un pibe de 16.

La crónica apenas apareció en los grandes medios. Pero en el barrio San Jorge la sangre sigue hirviendo de bronca e indignación. “Hasta ahora sólo nos dicen que los policías están desafectados, pero vemos que están haciendo todo por tapar. Los vecinos están amenazados por la municipalidad de que si protestan cortan los planes. La policía tiene el barrio rodeado…”, dijo Daniela, sobrina de Héctor, al diario Crítica1. Efectivamente, hasta ahora sólo se “separó” a los oficiales involucrados, quienes continúan en libertad.

A sangre fría

Las muertes de Villanueva y Vargas fueron el trágico final de una persecución por el robo de un auto. Los efectivos de la Comisaría 3° de Torcuato perseguían un Alfa Romeo, llegando en su carrera hasta “la villa” San Jorge. Héctor Villanueva se encontraba en un pool del barrio. Al escuchar los tiros salió a pedirle a la policía que no dispare, ya que en el lugar había muchos pibes. Pero una bala de Itaka terminó en su cabeza, desplomándolo en la vereda. Enteradas del hecho, la esposa y la hija de Héctor llegaron al lugar, pero al intentar socorrerlo recibieron una amenaza: “si lo levantan las mato”, dijo un agente apuntándoles. Los mismos criminales cargaron a “Coco” en el patrullero y lo llevaron al Hospital de Pacheco, donde moriría dos días después.

Los vecinos salieron a repudiar el ataque, cortando la calle frente a la comisaría. Pero como respuesta sólo recibirían más amenazas. Los policías se paseaban frente a ellos diciéndoles “negros de mierda, los vamos a matar a todos”. A la tarde del sábado, como el corte no se levantaba y la bronca crecía, llegó la represión. Cinco balazos terminarían en la espalda de Facundo Vargas, de 16 años, quien murió camino al hospital.2

Irreformables

Como denuncia la Asamblea de Torcuato, “el hostigamiento y las detenciones por ‘portación de cara’, las golpizas, los interrogatorios y las amenazas del personal policial (…) son prácticas comunes que tiene la bonaerense en los barrios más pobres del conurbano”3.

En 2001 la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional) denunciaba el accionar de un “Escuadrón de la Muerte” en Don Torcuato, con jueces y fiscales que encubrían la enorme cantidad de asesinatos de menores por parte de la policía. Nueve años después, y a pesar de los maquillajes de Scioli con la Buenos Aires 2, la vida en los sectores populares sigue siendo arrasada. Los habitantes de San Jorge ahora comprenden qué quería decir Sergio Massa, el intendente de Tigre, cuando en la campaña prometía que iba bregar por la “seguridad” y se iba a poner al frente de la policía.

Mientras las fuerzas represivas sigue gerenciando el gran delito (como los desarmaderos que se nutren del robo de autos), en las calles y comisarías se sigue asesinando al pueblo trabajador. Lejos de insistir con reformas que “depuren” a estas bandas de delincuentes y asesinos de uniforme, la lucha contra el gatillo fácil y la impunidad debe tener como objetivo central la disolución de las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia. Insistimos en que es reaccionario el planteo de cierto “progresismo” que pide seguridad democrática con represión proporcional y racional4. Sólo la coordinación de las organizaciones obreras y populares, junto a los organismos de derechos humanos, podrá encarar una tenaz tarea de autodefensa popular, única forma de garantizar la seguridad para las masas explotadas y oprimidas.

Prensa

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