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MOVIMIENTO OBRERO

MALTRATO LABORAL

El caso de la papelera y el gerente basura

por Lucho Aguilar

“¿Ya hiciste lo que te pedí? Bueno, hacelo de nuevo. Porque yo quiero… ¿Y ahora adónde vas? No, no te dejo salir, te quedás acá, inútil. Pérez, Fernández, escuchen: esta loca gasta un rollo de papel higiénico cada dos días…mirá que me fijo cada vez que vas al baño, loca. Andá, rajá”.

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24 de enero 2013

El caso de la papelera y el gerente basura

por Lucho Aguilar

“¿Ya hiciste lo que te pedí? Bueno, hacelo de nuevo. Porque yo quiero… ¿Y ahora adónde vas? No, no te dejo salir, te quedás acá, inútil. Pérez, Fernández, escuchen: esta loca gasta un rollo de papel higiénico cada dos días…mirá que me fijo cada vez que vas al baño, loca. Andá, rajá”.

Los diarios se hicieron eco esta semana de un nuevo caso de maltrato laboral contra una trabajadora. “Lo condenan por controlar hasta el papel higiénico que usaba”. “Gerente debe indemnizar a secretaria por maltrato”.

Cuentan que la joven realizaba tareas administrativas para el directorio “de una importante empresa”. Por 4 mil pesos de salario debía preparar documentación para bancos y clientes, atender llamados, llevar la agenda de sus jefes. Y soportar las humillaciones de una cofradía de burgueses apurados en hacer “buenos negocios”.

Hablan los testigos. “Le revisaba el escritorio cuando no estaba, le gritaba delante de todos”. “Un día le arrancó los cables de la computadora y del teléfono”.

Los diarios cuentan que la trabajadora inició un juicio ante el maltrato. Que el jefe basura deberá indemnizarla con 138 mil pesos. Que los tres años de maltrato le generaron un cuadro psiquiátrico y una incapacidad como consecuencia de una “depresión mayor”. El jefe basura se puede sentir satisfecho.

Pero los diarios se cuidan de decir quién es el gerente, cuál es la empresa. Así el tipo, después de guardar la billetera, puede seguir acosando, insultando. Y se protege la buena imagen de la marca.

No es el gerente, es la tradición

Héctor Galli Sierra, Casa Hutton. Así se llaman.

El miserable que le recrimina el papel higiénico que usa “su” empleada es presidente de la Cámara Argentina del Papel y Afines. Ni más ni menos. Desde su sillón dirige a las patronales que embolsan, todos los días, millones de pesos explotando a los obreros papeleros y apestando el medio ambiente. Tensionado de semejante trajín, los fines de semana, Galli Sierra interrumpe los negocios y el ultraje machista a sus empleadas. En su auto último modelo recorre los countries bonaerenses para representar al club Champagnat en torneos de golf para “gente bien”.

Casa Hutton es uno de los más importantes distribuidores de papel e insumos gráficos de Argentina (en sus propias palabras). Se trata de una de las principales empresas del Grupo Celulosa Argentina SA. Imposible no heredar entonces la tradición anti-obrera de la centenaria papelera. La que a principios de siglo enfrentaba las huelgas obreras alentadas por la revolución rusa y las primeras organizaciones sindicales con la ayuda de la policía y la Liga Patriótica. La que se favoreció en la dictadura con la estatización de su millonaria deuda.

Los diarios esconden a Galli Sierra, a Hutton y Celulosa. Como si el jefe basura fuera un caso aislado, y no una tradición.

Mobbing, un instrumento patronal

El caso de la papelera revela una faceta más de la explotación de la clase obrera. Junto al aumento de los ritmos, de la precarización y de las persecuciones sindicales, el acoso y la violencia moral de los jefes y patrones se convierte en un instrumento de las empresas que ataca a los trabajadores y su salud. “Los especialistas lo llaman mobbing, y lo definen como un proceso de destrucción de la salud psicofísica del trabajador que tiene como fin el disciplinamiento o, si esto no se logra, el hastío por parte de la acosada o acosado, quien termina abandonando su puesto de trabajo” (LVO 201).

La mayoría de las víctimas, más del 70%, son mujeres.

Como decía Marx, el capitalista “no quiere solamente que sus obreros sigan siendo míseros siervos, sobrecargados de trabajo y mal pagados, sino que quiere además, como todo esclavista, que sus trabajadores sean siervos que se arrastren a sus pies, sumisos, moralmente avasallados, religiosamente humildes y de alma contrita”.

Los trabajadores y trabajadoras son en este régimen una mercancía más, que puede ser reemplazada si rompe o se daña, física o mentalmente. Por eso Galli Sierra y Celulosa no tienen problemas en pagar algunos miles de pesos: es el costo de mantener viva su tradición.

Nosotros mantenemos las nuestras. La de aquellos obreros que enfrentaron a los miserables patrones papeleros, de los que enfrentan cada día la prepotencia patronal, convencidos que la revolución social vengará esta y cada una de las humillaciones.

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