por Hernán Aragón
 
Una buena decenas de ferroviarios de distintas empresas tercerizadas se juntaron, convocados por La Bordó, para hablar de la única manera que podían hacerlo. Estaban ahí porque quieren pelear con la tradición que dejó años de lucha de los tercerizados y La Bordó: el corte de vías que permitió la incorporación de cientos de desocupados y tercerizados a la planta del ferrocarril Roca. Pero esto es algo más grande: son 1.500 los compañeros que están bajo otros convenios en empresas armadas por la misma administración estatal.

“Todos nos consideramos ferroviarios. Estamos todo el día en la vía, lo único que nos falta es llevarnos la cama”, decía un joven trabajador mientras todos asentían.

El silencio inicial de toda reunión, donde la gente aún no se conoce, dura poco. Uno levanta la mano y habla sin vueltas: “todos los que estamos acá queremos pelear, pero en los compañeros hay miedo. Los capataces se la pasan diciendo que si nos juntamos con la Bordó nos echan a todos”.

El tema miedo es un punto nodal. Hay un miedo que es “natural” y es el que puede tener cualquier laburante cuando lo amenazan con el despido. Están convencidos de que “si nos quedamos con el miedo no podemos hacer nada”.
Pero hay otro miedo que es más profundo: el que tienen las empresas contratistas ante un proceso que se percibe inevitable. Los tercerizados se están cansando de su injusta situación contractual, de las promesas de efectivización que nunca llegaron, de las condiciones laborales y de los manejos de la burocracia sindical.

“Realmente son ellos los que están asustados, porque saben que si se la peleamos la podemos ganar”, dice el mismo trabajador. Lo mismo vuelven a repetir otros tantos: “Ellos generan el miedo porque tienen miedo. Nosotros no podemos seguir explotados como estamos, y eso lo saben”.

Todos cuentan cómo se trabaja en cada “contrata”, como por ejemplo en una de vía y obra donde los obligan arrastrar cargas de más de 50 kilos sin los elementos apropiados para hacerlo. 
 
En la mayoría no existen los delegados, y donde los hay están puestos a dedo y “son unos transas bárbaros. Mejor ni tenerlos”, como dice otro trabajador.

Esta situación, más la diferencia salarial abismal que existe con los permanentes bajo convenio UF, está convirtiendo a las tercerizadas en una caldera, donde la necesidad de organizarse va surgiendo porque la sensación de desamparo es total. “Cuando hay poco trabajo nos tienen en un costado, pero cuando viene de golpe nos obligan a trabajar hasta los sábados y los domingos. Un compañero estuvo enfermo y le llegaron a descontar más de 1.000 pesos”. 

Solo en una contratista los trabajadores pueden estar afiliados a la UF, pero como dicen, “aquí tampoco el sindicato hace nada. Estamos afiliados pero no podemos tener nuestros propios delegados. Los del sindicato sirven para sacarte plata, pero no le vayas con un reclamo”.

En cada intercambio los compañeros van descubriendo que como ellos también hay otros: “yo entré en 2007. Nunca estuve en un conflicto, pero siempre quise luchar por el pase a planta permanente. Ahora veo que llegó el momento de hacerlo”.

La reunión culmina con una conclusión: la pelea no será sencilla y por eso hay que prepararse bien para darla. Todos salen con el compromiso de poner en marcha la campaña más grande que se haya conocido en la historia del ferrocarril Roca. Ese es el camino que lleva a las vías.