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El agro argentino, una pieza en el tablero de las multinacionales

Entrevistamos a Pablo Anino y Esteban Mercatante, autores del artículo “Renta agraria y desarrollo capitalista en Argentina” publicado en Lucha de Clases n° 9, de reciente aparición.

PTS

18 de junio 2009

Con el conflicto entre el gobierno y las patronales agrarias, se ha debatido mucho sobre el campo argentino. ¿Qué se propusieron ustedes con este artículo

P. A: El lock out iniciado en marzo de 2008 fue el factor central -junto a la estatización de las AFJPs- que llevó a importantes realineamientos en la burguesía. Empieza a haber rasgos de un nuevo consenso burgués expresado entre otras cosas, en las negociaciones para reunir al Grupo de los Siete, que nuclea a las principales corporaciones empresarias, y en los cambios en la cúpula de la UIA, de tinte más liberal. Estas movidas apuestan a limitar los elementos de arbitraje en la economía con los cuales el kirchnerismo viene administrando el agotamiento del esquema de dólar caro. En el marco de esto, las patronales agrarias reclaman mayor protagonismo en la puja en la definición de los cambios económicos. Nosotros buscamos aportar al análisis del conflicto a la luz de las transformaciones que se dieron en el sector agropecuario en las últimas décadas.

E. M: El artículo se centra en tres aspectos: el primero, es analizar críticamente el discurso sobre la modernización del agro pampeano. El segundo es analizar la nueva relación entre propiedad y explotación que se ha dado con el surgimiento de los pools de siembra y las grandes sociedades agropecuarias, desmitificando la idea de que habría desaparecido la gran burguesía terrateniente tradicional (léase, los “oligarcas”), y mostrando también la profunda asociación -novedosa- entre pequeños propietarios y grandes capitalistas, que se expresó en el conflicto con el gobierno en la estrecha unidad de la SRA, CRA, FAA y Coninagro. Y tercero, analizar los efectos que tiene la existencia de la renta agraria diferencial sobre el desarrollo del capitalismo argentino, tanto si es apropiada parcialmente por el Estado para dirigirla a otros sectores industriales como si esto no sucede.
Durante el conflicto, se escribieron ríos de tinta sobre la oportunidad que el país estaba desperdiciando al trabar el desarrollo agropecuario con impuestos crecientes, no premiando la producción.

P. A: Desde hace décadas se viene escribiendo sobre la “revolución de las pampas”, un proceso de desarrollo que no se detendría en el campo, sino que también permitiría un peso creciente de una agroindustria próspera, a la vez que generaría crecientes saldos exportables. Además, se pone de relieve el carácter vanguardista una nueva burguesía agraria, los “chacrers”, que serían quienes están a la cabeza del proceso. Pero la realidad, como mostramos en el artículo, es bien diferente. Aunque en las últimas décadas aumentaron significativamente los rendimientos en la agricultura, eso no es algo que haya sucedido exclusivamente en el país, sino que es parte de un proceso global. Este proceso ha sido comandado por las grandes multinacionales semilleras, es decir Monsanto, Nidera, Syngenta, Dow y unas pocas más, que en las últimas décadas adquirieron un peso preponderante en la provisión de semillas, y desde el manejo de este insumo básico pueden moldear las condiciones técnicas de toda la producción agropecuaria. Fue Monsanto la que, en alianza con los capitales financieros deseosos de meterse en el sector, impulsó la extensión del cultivo de soja de la mano de la siembra directa y la conformación de pools agropecuarios.

E. M: Del otro lado de la cadena, las grandes cerealeras y aceiteras concentran en sus manos la exportación, tanto de los granos sin procesar, como de los aceites y harinas. La participación de capital extranjero en estas ramas es hoy abrumadoramente mayoritaria, y están además íntimamente asociadas con los administradores de puertos y empresas de transporte. Los proveedores de insumos y los que manejan la exportación, definen qué se produce y cómo se produce. Por lo tanto, esta “revolución de las pampas” ha significado la creciente subordinación de la producción agraria pampeana a las decisiones globales de un puñado de multinacionales. La producción en el país responde cada vez menos a necesidades locales. Por eso ha crecido el monocultivo de soja que degrada los suelos. A esto se suma el uso de “agrotóxicos” como el glifosato que, aunque los grandes jugadores del sector y organismos públicos como el SENASA lo nieguen, genera daños irreparables al ecosistema y está afectando la salud de la población rural.

La extensión de monocultivo que mencionaron se ha traducido en crecientes dificultades para que los trabajadores accedan a consumos elementales.

P. A: Sí, se viene registrando una acelerada sustitución de producciones tradicionales. Lo primero que se dio es una creciente “agriculturización”, es decir que las mejores tierras de la pampa húmeda, antes dedicadas a la ganadería, hoy se destinan a la agricultura, mientras que el ganado se ha desplazado a las tierras periféricas y hoy se hace cada vez más en feedlot, es decir sin dedicar tierras al pastoreo sino engordando el ganado con maíz. Y dentro de este proceso, cultivos predominantes de la región como el trigo, básico en la producción de alimentos en el país, o el girasol y maíz de importante utilización, son sustituidos por la soja, es decir un grano que tiene poco peso en el consumo local, y que es utilizado en china como forrajera para alimentar cerdos. Hasta ahora, la pérdida de área cultivada ha sido compensada por un aumento de los rendimiento, y por eso, salvo en el caso del girasol no disminuyo la producción.

E. M: La tendencia es a la disminución de la producción en todos los cultivos, además de la producción de carne y leche. Es que la producción sojera ofrece beneficios formidables, gracias al ahorro de trabajo que significa la siembra directa. Esta significa que casi no se hace labores sobre la tierra, se mantienen los rastrojos de los cultivos previos, y por lo tanto se necesita poco trabajo para preparar la tierra, que por lo general se contrata junto con la maquinaria. Otras producciones que son rentables, no como los cultivos pampeanos tradicionales, la ganadería o la producción lechera, no pueden ofrecer los mismos niveles de renta y ganancia que la soja. Por eso en el capitalismo hay dos variantes: o suben los precios de esas producciones alternativas para mejorar la ecuación, o cada vez más tierra se dedica a la soja en detrimento de otras producciones. En algunos casos la sustitución puede no tener vuelta atrás, como es el caso de los frutales o tambos. Las consecuencias para los consumos populares ya se empezaron a ver con la tendencia a la suba de precios de la carne y la harina en los últimos años. Aunque el gobierno haya salido a negarlo, es probable que el año próximo haya que exportar carne y trigo para sostener el consumo. Pero claro, la burguesía tiene otra alternativa: que los trabajadores se resignen a comer menos carne. Representantes de los frigoríficos expresaron la confianza en que el menor consumo de carne por parte de los sectores de menor poder adquisitivo debido al aumento de los precios -es decir gracias a que ellos facturarán y ganarán más- desincentivará el consumo. Recordemos también que el “chacarero” Alfredo De Angeli planteó que el que quisiera comer lomo, debería resignarse a pagar por él $80 el kilo. Esto pinta de cuerpo entero la ubicación de la burguesía agraria frente a los trabajadores y sectores populares.

Y frente a esto, ¿cuáles son las alternativas?

P. A: Esto no se resuelve con una política de retenciones diferenciadas, como proponen varios economistas del arco progresista y como manifestó el gobierno que quería hacer con las retenciones móviles. Este tipo de salidas, celosas de no afectar seriamente la propiedad privada y los derechos parasitarios de los terratenientes a percibir una renta a cambio de nada, no resuelven el problema, y además tienen en el efecto de retirar de producción muchas tierras que podrían ponerse a producir pero por la lógica capitalista, al no poder sostener renta y ganancia, quedan afuera de la producción.

E. M: La única respuesta seria es expropiar las mejores tierras hoy en manos la gran burguesía terrateniente, y el capital de trabajo concentrado en manos de los contratistas y grandes sociedades agropecuarias, expropiando y poniendo bajo control de sus trabajadores a las multinacionales que monopolizan los insumos básicos y los centros de acopio, nacionalizando los puertos y estableciendo el monopolio estatal del comercio exterior. Sólo de esta forma podrá sacarse el sector de la subordinación a los manejos de las multinacionales imperialistas, y organizarlo mediante un plan elaborado colectivamente por los trabajadores y sectores populares en función de las necesidades sociales sin dañar el medio ambiente ni degradar la tierra.

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