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A 70 años de la fundación de la IV° Internacional

A 70 AÑOS DE LA FUNDACION DE LA IV INTERNACIONAL

El Trostkismo norteamericano (2° parte)

Tras la primera oleada de huelgas que se suceden después de la asunción de Roosevelt, en 1934 se decantan tres huelgas testigo de vanguardia, donde la clase trabajadora logra a través de métodos radicales, con una dirección política de izquierda, poner en pie nuevos organismos de lucha y obtener importantes conquistas.

Victoria Bosch

11 de septiembre 2008

Sus primeros pasos en la lucha de clases: la Huelga de Minneapolis

Tras la primera oleada de huelgas que se suceden después de la asunción de Roosevelt, en 1934 se decantan tres huelgas testigo de vanguardia, donde la clase trabajadora logra a través de métodos radicales, con una dirección política de izquierda, poner en pie nuevos organismos de lucha y obtener importantes conquistas. La primera fue la huelga de AutoLite de Toledo dirigida por el grupo de Muste, que a través de un grupo de desocupados, logró tomar la dirección política del proceso y por medio de piquetes impuso su victoria. La segunda fue la de los obreros marítimos de San Francisco, dirigida por el PC. La tercera fue la de los trotskistas, que dirigen la huelga de Minneapolis y abren su página en la historia del movimiento obrero norteamericano. No vamos a mostrar detalladamente toda la huelga de Minneapolis en esta entrega (esta ya ha sido reseñada en el suplemento Lucha de Clases N°4 de LVO1), solamente queremos exponer las enseñanzas centrales de esta experiencia.

Una vez que estalla la huelga por el reconocimiento del sindicato, en mayo de 1934 es la dirección política de los trotskistas el arma más importante para vencer a la patronal. Una clara conciencia de la lucha de clases y de las perspectivas revolucionarias, les permitió enfrentar tanto los engaños de los organismos de negociación utilizados por el gobierno para desmoralizar a los trabajadores, como preparar detalladamente la organización de la huelga y el enfrentamiento contra las fuerzas represivas.

El ingreso de los trotskistas al sindicato fue complejo, ya que la mayoría de los militantes estaban “marcados” como obreros revolucionarios. Por eso tampoco pudieron conducir ninguna de las huelgas como miembros directivos del sindicato, sino través de la formación de un “Comité de Organización”, que buscaba, contra los estatutos burocráticos de los sindicatos, dirigir los procesos y organizar las huelgas con lo mejor de la vanguardia obrera. Así, mientras organizaban este comité, impusieron a la dirección sindical su apoyo a todas las decisiones planteadas.

La huelga fue preparada con gran anticipación y hasta el más mínimo detalle. Se organizó un Cuartel General de Operaciones; se instaló un hospital de emergencia para curar los heridos y evitar que fueran llevados a la cárcel; se organizó un grupo de “Auxilio de mujeres”, que apoyaban la huelga con manifestaciones y actos; y se organizaron piquetes masivos. Si se tenían noticias de que un camión se movía conducido por un carnero, salían los piquetes móviles de autos para hacerlo desistir por el convencimiento o por la fuerza.

Cuando la patronal preparó “la guerra del mercado”, un enfrentamiento organizado con grupos de choque y policías para propinar un duro golpe a los huelguistas, los trotskistas llamaron a todos los sindicatos y desocupados de la ciudad en su apoyo; transformándola en una verdadera huelga urbana y propinándole una verdadera paliza a las fuerzas represivas, haciéndolas retroceder e impactando en todo el país.

En la segunda huelga de julio y agosto, la dirección nacional, Cannon y Schachtman viajan a Minneapolis a fortalecer la intervención de los trotskistas. Durante la misma editaron un periódico propio, contrarrestando la prensa burguesa y haciendo circular la verdadera visión de los trabajadores. El periódico lo leían todos los trabajadores de la ciudad, se volvió un verdadero educador de la vanguardia, sirvió realmente para mantener alta la moral de los huelguistas. Lograron forjar una fuerte organización, sortearon las trampas de la negociación gubernamental y educaron una nueva camada de obreros en las bases del clasismo.

Finalmente, la patronal debió aceptar las demandas de la lucha, transformándose en una verdadera victoria para los trabajadores y para la política de los trotskistas.

La fusión con el grupo de Muste y el “entrismo” en EE.UU.

Tras la huelga de Minneapolis, los trotskistas intentaron trasladar su incidencia en las luchas obreras al terreno político. Así entablaron una serie de negociaciones con el grupo de Muste, el AWP (Partido Norteamericano de los Trabajadores), que venía de protagonizar la huelga de AutoLite de Toledo. Esta organización contenía elementos progresivos, como su extensa organización de desocupados en todo el país y en algunos sindicatos, y aunque mantenía sectores resistentes, venía de conjunto girando hacia la izquierda.

Pero otro fenómeno ya había comenzado a inquietar a los trotskistas. Dentro del Partido Socialista empezó a fortalecerse un ala izquierda formada por trabajadores jóvenes y estudiantes. Esta aún era aún una tendencia incipiente, pero podía llegar a transformase en un fenómeno masivo. Como vimos en anteriores entregas, Trotsky analizó durante la década del ‘30, el surgimiento de un nuevo fenómeno, el centrismo de masas. Frente a la crisis económica internacional y el surgimiento del fascismo, una nueva generación de obreros y jóvenes combativos ingresaban masivamente a las filas de la Socialdemocracia, haciendo crujir sus estructuras internas. Manteniendo su dirección y su programa reformista, los PS se llenaban ahora masivamente de obreros y jóvenes entusiastas. “La imposibilidad de dar aquí una definición simple, habitual, establecida, es precisamente la expresión más evidente de que estamos frente a un partido centrista que, en virtud de una evolución del país largamente postergada, todavía alberga contradicciones extremadamente polarizadas”2. Esta situación contradictoria, fue la que motivó el giro planteado por Trotsky, de impulsar el entrismo en los PS3, para confluir con su ala izquierda, disputársela a la dirección reformista y formar con ella un verdadero partido revolucionario.

Esta discusión también se planteó en EE.UU. En junio de 1935, dentro del Workers Party, se discuten los cambios que estaban sucediendo en el PS. Allí surgen dos fracciones, un ala liderada por Oehler, Abern y Muste resistentes a este nuevo giro, y por el otro lado, Cannon, Schachtman y Burnham (que provenía del partido de Muste) llamaban a hacer un trabajo preparatorio, buscando la forma de influir sobre este fenómeno.

En diciembre de 1935, el ala derecha del PS rompe el partido para ligarse a los demócratas de Roosevelt en las elecciones de 1936, dejando el camino libre para que los revolucionarios puedan influir sobre su ala izquierda. Era el momento indicado para impulsar el entrismo en sus filas. Cannon comienza una fuerte discusión sobre la cuestión, explicando contra todo sectarismo, que el entrismo no significaba abandonar la independencia del partido, ya que aún no eran más que un pequeño grupo, sino todo lo contrario, el objetivo era dar una lucha dentro de las bases obreras del PS, para construir un verdadero partido revolucionario en su seno. En este proceso rompe el grupo de Oehler, un grupo de desocupados y el mismo Muste, que se niega a abandonar la vieja organización.

El entrismo en el PS

En junio de 1936, finalmente, entran a las filas del PS. Este proceso no fue sencillo, ya que las condiciones impuestas para su ingreso fueron extremadamente duras. No podían editar un periódico ni ingresar como una organización independiente, pero una vez adentro utilizaron como órgano de difusión, un boletín, el Socialist Appeal, impulsado por Albert Goldman4.

Durante el entrismo, se suceden grandes experiencias en la clase obrera internacional sobre las que dan importantes luchas políticas al interior del partido para aglutinar a sus elementos más radicales. En primer lugar, lanzan una campaña sobre los sucesos de España, impulsando mitines y debates para esclarecer el rol que estaban jugando los distintos partidos en la guerra civil y mostrar la importancia que esta lucha significaba para la clase obrera internacional5. En segundo lugar, los trotskistas norteamericanos juegan un importantísimo rol para responder a la farsa de los juicios de Moscú que habían comenzado en abril de 1936. Utilizando la posición privilegiada que les daba ser parte del PS y el “tener acceso más estrecho a ciertos elementos –liberales, intelectuales, gente políticamente medio radical”6 forman el Comité de Defensa de Trotsky, que servirá para mostrar, a los ojos del mundo entero, la verdad sobre sus ideas y su lucha política dentro de la URSS. En tercer lugar, los sucesos de Francia también son una piedra de toque en las discusiones internas entre las filas socialistas.

Por último, intervienen también en la oleada de luchas obreras con tomas de fábrica, son parte de la dirección de la huelga naval de 1936/37 y de la mítica huelga de Trabajadores del Auto en la General Motors, en Flint Michigan7. Durante el entrismo debemos remarcar que surge un masivo proceso de sindicalización y la puesta en pie de la CIO (sus siglas en inglés, Confederación de Trabajadores Industriales) y los sindicatos por industria.

Desde principios de 1937, viendo la influencia de los trotskistas, la dirección del PS intenta expulsarlos. Los trotskistas preparan un plan para en seis meses organizar la ruptura, consolidando y alistando a los mejores elementos. Así, a fines de diciembre de 1937, ganando la mayoría de la juventud socialista y duplicando sus fuerzas, rompen con el PS y fundan el Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores)

La fundación del SWP y la política de PT

Ya en la primera reunión del Congreso del 3 de enero de 1938 empiezan a discutir un nuevo giro hacia la estructuración del conjunto del partido en los sindicatos y en el movimiento obrero. En el entrismo, a pesar de haber avanzado en su incipiente trabajo sindical, no habían podido desarrollarlo plenamente, ni actuar en forma centralizada y con una orientación independiente, teniendo en cuenta el masivo movimiento que significó el desarrollo de la CIO y los sindicatos por industria. Por eso era el momento para impulsar un vuelco del partido, de todos sus cuadros y militantes hacia la construcción en la clase trabajadora para consolidar una mayor composición obrera del partido.

Por otro lado, a fines de 1937, la economía norteamericana comienza a tambalear nuevamente. Para Trotsky esta crisis iba a provocar importantes cambios en la situación de la clase obrera y en el régimen político norteamericano. Si avanzaba este escenario de mucha inestabilidad, junto a las tendencias que ya estaban surgiendo dentro de los sindicatos, tendencias a incorporarse a sus filas y a formar nuevas agrupaciones políticas como el Partido de Trabajadores y Granjeros (FLP) de Minneapolis o la Liga de trabajadores no partidaria (LNPL), surgida de las filas de la CIO, iban a crearse grandes posibilidades para la intervención de los revolucionarios.

En México, durante la discusión del programa de Transición, Trotsky les plantea la necesidad de impulsar un Partido de Trabajadores entre las bases sindicales y en las agrupaciones políticas que estaban surgiendo. Para él, los trotskistas debían intervenir en este proceso, luchando por poner en pie un PT realmente basado en las organizaciones de trabajadores, con un verdadero método de democracia obrera; además, y como prioridad, debían luchar en el PT por un programa revolucionario, un programa transicional, que pueda dar una respuesta profunda a las penurias del movimiento obrero y que impida una salida reaccionaria de la burguesía a la crisis.

Para Trotsky había tres posibilidades de desarrollo de un PT, y de ellas dependía la posibilidad de acción de los revolucionarios en el mismo: la primera era un partido laxo, oportunista confuso: “si el partido es bastante laxo (en su organización) para aceptarnos, sería una estupidez no entrar en él (…) el hecho que este partido nos acepte significa en sí mismo que los oportunistas no son tan fuertes como para eliminarnos. Esto significa, en cierta forma, que hay buenas condiciones”8. La segunda, un partido creado en una situación de mayor estabilidad, “donde predominen dirigentes reaccionarios conservadores, con un aparato más o menos centralizado, que nos rechazará como partido”9, allí los revolucionarios se mantendrían tratando de influirlo por fuera del mismo. La última opción era: “Si en el partido obrero nos convertimos en la tendencia predominante, una tendencia revolucionaria con nuestros dirigentes, nuestras ideas, etc., entonces nos convertiremos en los defensores de la centralización de este partido con relaciones laxas de organización. (…) la tercera etapa de la evolución, es la etapa en la que nuestro partido se disuelve en el partido obrero de tal manera que determina el carácter de este partido obrero” 10.

Sin embargo, esta experiencia es finalmente abortada, la crisis económica comienza a aminorar y la burguesía empieza a buscar una salida enfilando a la nación hacia una nueva guerra mundial.

Ya casi a mediados de 1939, el vuelco a derecha de la situación internacional (con la derrota de la revolución española y el fin de las luchas en Francia) junto al giro del stalinismo hacia un nuevo pacto con Hitler y la cercanía de una nueva guerra mundial, se transforman en una fuerte presión hacia la desmoralización de la vanguardia obrera, influyendo entre las filas del trotskismo, lo que da como resultado una nueva lucha fraccional. En la misma, dos de sus máximos dirigentes, Burham y Schachtman, se niegan a defender a la URSS frente a la Segunda Guerra y generan un intenso debate con Trotsky, quien mostrará nuevamente en forma brillante los fundamentos del trotskismo, las bases donde apoyarse para definir la actitud revolucionaria frente al Estado Obrero. Pero este debate ya será tema de futuras entregas.

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