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Lucha de Clases N° 2

El Mayo Francés 1968

Se cumplen 40 años del Mayo Francés y se multiplican las visiones que presentan a los acontecimientos meramente como una “revuelta estudiantil” o una “rebelión cultural”. El mismo Daniel Cohn-Bendit, líder estudiantil de aquellos días, hoy desde su función de Eurodiputado sostiene que “la revuelta tenía como objetivo enfrentar la moral ambiente, una concepción autoritaria de la vida, una moral autoritaria”.

15 de mayo 2008

Se cumplen 40 años del Mayo Francés y se multiplican las visiones que presentan a los acontecimientos meramente como una “revuelta estudiantil” o una “rebelión cultural”. El mismo Daniel Cohn-Bendit, líder estudiantil de aquellos días, hoy desde su función de Eurodiputado sostiene que “la revuelta tenía como objetivo enfrentar la moral ambiente, una concepción autoritaria de la vida, una moral autoritaria”.

Se trata de una interpretación limitada, o mejor dicho de una forma de rebajar lo que el Mayo Francés realmente fue: un magnífico proceso de lucha y de radicalización política estudiantil que abrió camino a la huelga general más importante en la historia de Francia y la insubordinación de la juventud obrera, desafiando al poder en aquellos días de mayo.

Los antecedentes del Mayo

El “Mayo” no cayó como rayo en cielo sereno. Las condiciones que lo hicieron posible estaban dadas por distintos acontecimientos suscitados después de la Segunda Guerra Mundial. Y éstos fueron gestando el clima político e ideológico de aquel año.

El estalinismo se desprestigiaba. A su “coexistencia pacífica” con el capitalismo ahora se le sumaba la revelación de los crímenes de Stalin y la represión de la Revolución Húngara del ´56 aplastada por los tanques soviéticos. Junto con esto, el conflicto chino-soviético provocaba un resquebrajamiento del monolítico “comunismo oficial” y facilitaba el surgimiento de tendencias a la izquierda de los PCs.

Por otro lado, las revoluciones en los países coloniales y semicoloniales, como la Revolución Cubana del ´59, eran recibidas con entusiasmo en el mundo entero, y el Che Guevara, asesinado en Bolivia en el ´67, se convertía en estandarte de la juventud de izquierda.

Pero en la misma Francia un hecho va a ser sumamente significativo: la guerra anticolonial de Argelia (1954 y 1962). El conflicto bélico, mostrando la brutalidad del imperialismo francés, impactará fuertemente en la juventud francesa: el día del triunfo de la independencia de Argelia, los estudiantes de la Sorbona van a izar la bandera del Frente de Liberación Nacional argelino. Se comenzaba a romper con la dirección del Partido Comunista Francés (PCF) que le había prestado “apoyo crítico” al gobierno francés durante la guerra.

Sin embargo, el hecho que sería decisivo en la antesala del ´68 fue la guerra de Vietnam. Un punto de inflexión tendría lugar a comienzos del ´68. El optimismo americano comenzaba a derrumbarse, pues a finales de enero de ese año el Vietcong lanza una ofensiva sobre la capital de Vietnam, sitia Saigón y la propia embajada de Estados Unidos es atacada por un comando suicida. Ya nada fue sencillo para EE.UU.

Al igual que sus pares norteamericanos, los jóvenes franceses se ponen al frente de las movilizaciones por la guerra. A diferencia del PCF -que hacía marchas escuálidas y de contenido abstracto: “Paz para Vietnam”- las organizaciones y activistas radicalizados toman la lucha antiimperialista organizando comités de base en los barrios, facultades y colegios, convocando a decenas de miles de jóvenes franceses para luchar por la expulsión de EE.UU. de Vietnam. La idea de que al imperialismo se lo podía vencer ya se estaba gestando en las calles.

El 20 de marzo unos 300 activistas del Comité Vietnam Nacional rompen, durante una marcha de protesta contra la intervención norteamericana, las vidrieras del banco American Express en París. La policía apresa inmediatamente a varios manifestantes, entre ellos Xavier Langlade, dirigente trotskista de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR). Contra las detenciones, 150 estudiantes ocupan los Concejos Administrativos de la Facultad de Nanterre. Nacía el movimiento “22 de marzo”, agrupando a toda la vanguardia de Nanterre. A su cabeza se destaca en particular Daniel Cohn-Bendit, y el trotskista Daniel Bensaid.

La imaginación al poder

A este sentimiento de impugnación, social y cultural contra el capitalismo que vivía la juventud se suma el rechazo a la reforma universitaria (Plan Fouchet: modificación de planes de estudio y nuevas materias obligatorias). Todo empieza a ser puesto en cuestión. Los estudiantes lo sintetizan en una frase: “De la crítica de la universidad de clase, al cuestionamiento de la sociedad de clases”.

Se rechazaba también el modelo de enseñanza de la universidad burguesa y la relación entre “educadores” y “educados”. Contra el examen de ingreso y el intento de excluir a los que reprobaran materias, el movimiento estudiantil responde: “¡Abajo la selección!”.
Desde fines del ´67 se venían produciendo movilizaciones y una huelga convocada por la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF). Los secundarios, a quienes se les prohíbe la actividad política dentro de los colegios, se suman a la lucha.

En Nanterre las protestas estudiantiles son respondidas con represión y 8 estudiantes son apresados, entre ellos Cohn Bendit. El 2 de mayo esta Facultad es desalojada y clausurada.

Al día siguiente 500 personas se agrupan en el Patio de la Sorbona en solidaridad con los 8 de Nanterre. La policía entra en la Universidad deteniendo a varios manifestantes. Aquel día, se lanzan los primeros adoquines sobre las fuerzas de represión en el Barrio latino.
Durante los días siguientes crecerán en magnitud las movilizaciones estudiantiles y aparecen las primeras barricadas.

El PCF, por su parte, ataca a las movilizaciones calificándolas como acciones de “grupúsculos izquierdistas”, mientras el gobierno clausura la Sorbona.

Todos los universitarios de Francia, con apoyo de la población, entran en huelga por la libertad de los detenidos, por la reapertura de todas las Facultades y el retiro de la policía.

El 10 de mayo las barricadas se multiplican en el Barrio Latino “La noche de las barricadas” será el amanecer del gran movimiento del Mayo Francés, un día histórico en el cual estudiantes y jóvenes obreros (llegados espontáneamente desde los suburbios de París) combaten heroicamente hasta el amanecer del día siguiente, resistiendo a la represión desatada. (ver infografía). Era el inicio de la unidad obrero-estudiantil.

La lucha del movimiento estudiantil anticipó y fue detonante para que el movimiento obrero entrara en la escena. Los estudiantes actuaron en Mayo como capa sensible expresando las contradicciones del conjunto de la sociedad; la disconformidad con el conservadurismo de la vida diaria, el hastío con el régimen bonapartista de De Gaulle y el malestar obrero en las fábricas. La radicalidad ideológica de los estudiantes y sus métodos de lucha, fueron un cuestionamiento directo contra el régimen capitalista francés, abriendo una crisis política.

Parte de este cuestionamiento será también la crítica profunda al aparato burocrático del PC y su política conciliadora, lo que permitirá el fortalecimiento de la “extrema izquierda” donde los grupos trotskistas cobrarán un peso importante.

De las barricadas a la huelga general

El PCF gozaba de un férreo control sobre el movimiento obrero. Ahora, bajo la presión de sus bases, las centrales sindicales estaban obligadas a llamar a la huelga general para el 12 de Mayo en toda Francia. De esta manera, la clase obrera irrumpía en la crisis nacional. La burocracia intentaba reducir la huelga a reivindicaciones parciales, pero ésta ya iba cobrando un carácter político: “¡Diez años son suficientes!”, corean los manifestantes en referencia a una década de gobierno gaullista.
El 14 y 15 de mayo las tomas de fábricas y los paros se extienden por todo el país.

Con la acción obrera, la lucha estudiantil cobra un nuevo impulso. La unidad obrero-estudiantil se acrecienta: miles de jóvenes trabajadores marchan al Barrio Latino para expresar su solidaridad con los estudiantes y éstos le retribuyen movilizándose a las fábricas tomadas al grito de “tomad de nuestras frágiles manos, la bandera de lucha”.
Esta unidad será el blanco de ataque de los dirigentes sindicales comunistas. Además de rechazar la “injerencia exterior”, llaman a “combatir y aislar a todos los grupúsculos ‘izquierdistas’ que intentan dañar el movimiento democrático ocultándose tras una fraseología revolucionaria”.

El PCF debe ponerse al frente de la huelga para limitarla lo más posible. A su pesar, ésta se generaliza en toda Francia. 10 millones de trabajadores están de paro. Es la huelga general más importante en la historia del país y una de las más importantes del movimiento obrero occidental.

La traición

Para intentar frenar el torrente desatado, la CGT y el gobierno implementan los acuerdos de Grenelle (a cambio de que se retome el trabajo se otorgaban aumentos salariales). Pero al llegar a las principales fábricas con la propuesta, los dirigentes sindicales son abucheados. “La lutte continue”, responden los obreros.

El PCF deberá modificar entonces su estrategia para desactivar el movimiento. Ahora la vía es negociar por sector las demandas de los trabajadores, buscando atomizar y dividir.

El quiebre decisivo tendrá lugar el 30 de mayo. De Gaulle anuncia la disolución de la Asamblea Nacional (el parlamento), la convocatoria a elecciones anticipadas y el “reestablecimiento del orden”. La CGT y el PCF aceptan garantizando “la vuelta a la normalidad”, y cambiando la lucha por las elecciones. Los primeros días de junio la burocracia sindical negocia pequeños aumentos salariales y derechos sindicales. Comienza lentamente el retorno al trabajo.

La traición estaba consumada, abriendo la puerta a la represión más dura contra la vanguardia obrera y estudiantil. A partir del 7 de junio tienen lugar las jornadas más violentas mediante el desalojo de fábricas y enfrentamientos con la policía donde pierden la vida varios obreros y estudiantes. El 12 de junio el gobierno decreta la disolución de las organizaciones políticas de extrema izquierda y comienza a detener a sus principales dirigentes.

Los últimos bastiones en caer serán dos de los emblemas de Mayo: el 17 de junio es desalojada la Sorbona y, entre ese mismo día y el 24, vuelven al trabajo las automotrices, las últimas en abandonar la lucha.
De este modo, el régimen logra llevar la crisis hacia el terreno parlamentario, y las elecciones se realizan el 23 y el 30 de junio. De Gaulle y la derecha consagran su victoria en las urnas: la clase obrera se había negado a votar por el PCF.

Conclusiones

¿Qué fue “el Mayo”? En primer lugar, una profunda crítica cultural, social y política del capitalismo, una protesta contra todas las injusticias y desigualdades producidas por el sistema. Mayo fue testigo de la radicalización estudiantil y de la juventud obrera, vanguardia de una huelga general que cuestionó, en los hechos, quién era el dueño del poder. Mediante la acción de masas, la caída de De Gaulle era posible y en este sentido, la situación fue todo lo revolucionaria que las direcciones permitieron.

A pesar de que sectores de vanguardia chocaron contra el PCF, no se llegaron a crear organismos de auto-organización extendidos ni existía una dirección revolucionaria que pudiera superar la traición de los comunistas. Las organizaciones trotskistas habían llegado al Mayo siendo muy débiles como para ser una alternativa.

Fue así como los obreros y estudiantes no pudieron vencer. Sin embargo, su lucha tuvo un mérito incuestionable: las banderas de Mayo del ´68 fueron la punta de lanza de acontecimientos como el Otoño Caliente italiano, la Primavera de Praga, la Revolución de los Claveles en Portugal, el Cordobazo en Argentina, los Cordones Industriales en Chile y una interminable lista de levantamientos obreros y estudiantiles en todos los rincones del planeta.

El Mayo será el comienzo de un ascenso de lucha de clases en los países semicoloniales, en los centros imperialistas y en los estados obreros del Este. Inauguraba una década revolucionaria que cuestionó el orden burgués y también a las direcciones reformistas y burocráticas como el aparato estalinista.

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