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Debates

El MIC, Claudio Marín y Daniel Filmus

Entre los dirigentes sociales que apoyaron a Daniel Filmus en el ballotage de la Ciudad de Buenos Aires figura Claudio Marín, dirigente de FOETRA y de la Mesa Directiva de la CTA. Hasta aquí nada muy extraño, salvo que Marín también integra la mesa de conducción del Movimiento Intersindical Clasista (MIC).

Ruth Werner

28 de junio 2007

Entre los dirigentes sociales que apoyaron a Daniel Filmus en el ballotage de la Ciudad de Buenos Aires figura Claudio Marín, dirigente de FOETRA y de la Mesa Directiva de la CTA. Hasta aquí nada muy extraño, salvo que Marín también integra la mesa de conducción del Movimiento Intersindical Clasista (MIC). Al día de hoy, no ha habido ninguna aclaración pública por parte de los dirigentes del MIC al respecto. Con su silencio, el MIC dejó correr dicho apoyo.

Hecha esta salvedad y desde el punto de vista de cierta coherencia, surge una pregunta. ¿Puede un dirigente denominado clasista dar su apoyo a un político patronal?

Como su palabra lo indica, el clasismo tiene una fuerte connotación ideológica porque el término por sí mismo está diciendo que por lo menos existen dos clases fundamentales (proletario y burguesía) que persiguen intereses antagónicos. En ese sentido, ser clasista debería proponerse luchar por la independencia de los trabajadores con respecto a la burguesía en todos los terrenos, tanto en el sindical como en el político. De lo contrario, ¿qué sentido tendría denominarse clasista?

El nombre clasista no deja duda para la ambigüedad, sin embargo toda la política y programa con el cual surge el MIC presenta demasiadas. Desde su fundación el movimiento optó por no tomar definiciones políticas claras sobre el gobierno de Kirchner. “Ni a favor ni en contra”, parecía ser la nebulosa en la cual pretendía flotar este clasismo tan particular. Como vemos, similar a la actitud adoptada por la CTA de Víctor De Genaro, donde –como dijimos- también milita Marín: “no somos ni oficialistas ni opositores”.
Amparados en una formulación supuestamente novedosa sobre el clasismo, el MIC no hacía otra cosa que recuperar una de las banderas del sindicalismo histórico, la prescindencia política, la cual profesa que los trabajadores deben ocuparse solo de las cuestiones sindicales. Recordemos que la CGT fue fundada en 1930 bajo este precepto.

Esta argumentación general suele venir acompañada de otras más concretas. En el caso actual, aquella que dice que no están dadas las condiciones para asumir posiciones clasistas –por ejemplo en el terreno electoral- porque la mayoría de los trabajadores votan a Filmus. Si la mayoría vota a Filmus, eso sólo significa que aún no lo ven como su enemigo político. Pero la tarea fundamental de los que se reivindican clasistas debería ser justamente combatir esa idea, no fortalecerla con el llamado al voto. O quedándose en silencio cuando uno de sus dirigentes lo hace.

El argumento de que numéricamente el voto a Filmus es superior al que presentan las fuerzas de izquierda –que llamaron a no votar ni por Filmus ni por Macri- es más improcedente aún. Nadie por recibir más o menos votos deja de ser un enemigo de clase. Y Filmus fue funcionario de Grosso y de Menem saque los votos que saque. A decir verdad, si de mayorías se tratara, habría que haber llamado a votar por Macri, dado los resultados de la Capital. Siguiendo con este tipo de lógicas, el clasismo de Marín se mueve al ritmo de las encuestas electorales, eso sí, de las oficiales.

La ideología de la prescindencia política, siempre fue un engaño. En el pasado, este tipo de argumentos sirvió a los sindicalistas para ocultar su apoyo velado (y a veces no tanto) a las diferentes variantes del poder político con el cual buscaba negociar reivindicaciones corporativas. La postura antipolítica era la mejor forma también de ocultar la negación a levantar una verdadera política clasista y un intento de marginar a las corrientes de izquierda.

En el caso del MIC su prescindencia permite que ya no sólo sean los dirigentes de la CGT y la CTA, los que hagan política, a favor de los políticos patronales, sino también sus propios dirigentes. Está claro que el apoyo de Marín a Filmus devela que profesa un clasismo “para los íntimos”, mientras que en su vida pública se alinea con el ala de derecha de la CTA, la que milita abiertamente por Néstor Kirchner. Con esto, el MIC desnuda su bancarrota.

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