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El Gobierno limitará el diálogo al PJ y la UCR

Prensa PTS

4 de agosto 2004

El Gobierno ha puesto el pie en el freno. “No llamaremos a ninguno”, se ofuscó el lunes un funcionario muy cercano a Néstor Kirchner, tras informarse de las posiciones de los partidos sobre una virtual convocatoria al diálogo por parte del Presidente. ¿A ninguno? A algunos, sí. Llamarán a la conducción del radicalismo y continuará el pasteleo interno para buscar cierta unidad dentro del peronismo.
Los funcionarios de Kirchner se han deslumbrado con dos sorpresas: ni siquiera se acuerdan por qué estaban peleados con el radicalismo, por un lado, y Eduardo Duhalde no es considerado ya, como lo era hasta hace quince días, un temible adversario interno, por el otro.
“No conozco las razones por las que estábamos tan enfrentados con los radicales”, dijo un estrecho colaborador presidencial. ¿Tal vez haya influido la renuencia de Kirchner a vincularse con la vieja corporación política? “Es más desgaste reunirse con Hugo Moyano y, sin embargo, lo ha hecho”, respondió.
Duhalde ha vuelto a ser el viejo aliado. Ni una sola palabra, ni un solo gesto contra el caudillo bonaerense pueden encontrarse en las dependencias de la Casa Rosada. Las listas de candidatos de la provincia de Buenos Aires serán producto de negociaciones previas entre Kirchner y Duhalde.
Kirchner asumirá la presidencia del peronismo, y los transversales, para tranquilidad eterna de Duhalde, serán un mero y fugaz registro de la historia.
La exclusión comprende a Elisa Carrió y a Ricardo López Murphy y a sus respectivos partidos. ¿Qué diferencia existe entre estos dirigentes y el radicalismo? El Gobierno exhibe una: la UCR está acostumbrada a gobernar y, de hecho, lo hace ahora en varias provincias. Hay, dice, un grado de responsabilidad previsible en sus planteos.
Cae de madura la primera conclusión. Si gobernar provincias es una condición para entrar a dialogar en la Casa Rosada, entonces quedarán afuera tanto López Murphy como Carrió. La responsabilidad no puede medirse con tamaña formalidad. Hay, a veces, una gran distancia entre la responsabilidad y el Gobierno. La historia argentina está llena de lecciones contrarias a esa fórmula.

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El centro del problema está en otro lado. La tregua peronista y la seducción radical suman muchos votos en el Congreso. Kirchner anda a la pesca de la gobernabilidad y parece no atraerlo, en cambio, una modificación sustancial en el crispado clima político.
Algunos sectores de la conducción radical siguen a Kirchner. De hecho, el ex presidente Raúl Alfonsín se mostró de acuerdo en no convocar a los que exhiben un discurso de "intolerancias y agravios". El sayo le puede caber tanto a Carrió como a López Murphy, aunque está hecho más a la medida de la líder del ARI.
Los dos dirigentes opositores, con un pasado común en el radicalismo, cuentan con el rencor interminable de Alfonsín. Vaciaron su partido en las últimas elecciones y amenazan con hacer otro tanto en los comicios del año próximo. No es un argumento razonable. La segregación, cualquiera que fuere, es una contradicción con la propia historia de Alfonsín.
Otro radical, Rodolfo Terragno, había propuesto que su partido directamente rechazara la convocatoria a dialogar con el Gobierno si éste excluía a López Murphy, a Carrió y a Mauricio Macri. La diferencia consiste en que Alfonsín tiene mucha más influencia en el radicalismo que Terragno.
El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, zarandeó sin misericordia a Carrió y a López Murphy en sus últimas declaraciones públicas. No es ése un clima que pronostique un diálogo. Es cierto que Carrió diseccionó a Kirchner en sus últimas expresiones públicas y que se metió hasta en los laberintos de la psicología presidencial.
Anunció que ella no iría a dialogar con el Gobierno, pero su bloque de diputados estaba analizando su concurrencia cuando la administración enfrió el partido. López Murphy se había manifestado dispuesto a aceptar personalmente la invitación si el convite venía del propio Presidente. Sus legisladores concurrirían, en cambio, si la convocatoria era del jefe de Gabinete.
Alberto Fernández ha dicho que lo único que sucedió fue que él se encontró incidentalmente con el presidente del radicalismo, Angel Rozas, y que quedaron en verse para tomar un café. Todo lo demás, deduce, pertenece a la excitación de los políticos opositores y de los periodistas con más vocación por la ficción que por la realidad.
Pero también existió un discurso del Presidente en el que valoró el ejercicio de la política y en el que se comprometió públicamente a comparar sus verdades relativas con las relativas verdades de sus opositores. ¿Eso también fue ficción?

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Otra pregunta es más importante: ¿cómo hará esa gimnasia? "Llamaremos a los que tengan algo para aportar", precisan a su lado. Si la convocatoria no fuera general, aquella valoración será siempre subjetiva y arbitraria.
Sobre López Murphy y Carrió no pesa sólo la condición de opositores frontales a muchas políticas del Gobierno. También son competidores de fuste en las próximas contiendas electorales. "No habrá fotos del Presidente con ellos ni con ningún otro abriendo un diálogo aparatoso", dicen los portavoces de Kirchner.
Peronistas y radicales. Serán los únicos convidados al ágape dialoguista. Los demás están, por ahora, condenados a la pelea electoral, voto por voto. Las puertas del Gobierno se han cerrado para ellos. 

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