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El estado y la revolución

El Estado y la revolución y la “dictadura del proletariado”

En la entrega anterior explicamos cómo Lenin rescató la crítica de Marx sobre el carácter de clase del Estado y sus instituciones, polemizando contra aquellas tendencias oportunistas que fomentaban la ilusión de utilizarlo como un instrumento a favor de la revolución social. Para Lenin, todo intento “instrumental” de intentar “conciliar” las contradicciones de las clases antagónicas a través del Estado, alejaban a las masas de la lucha por el poder.

Comisión del IPS

6 de septiembre 2007

En la entrega anterior explicamos cómo Lenin rescató la crítica de Marx sobre el carácter de clase del Estado y sus instituciones, polemizando contra aquellas tendencias oportunistas que fomentaban la ilusión de utilizarlo como un instrumento a favor de la revolución social. Para Lenin, todo intento “instrumental” de intentar “conciliar” las contradicciones de las clases antagónicas a través del Estado, alejaban a las masas de la lucha por el poder. Otras eran las enseñanzas del marxismo que se propuso rescatar del “olvido”. Sobre todo explicar sencilla, pero profundamente, el concepto de la “dictadura del proletariado”.

Para esto, Lenin en su libro va siguiendo el hilo de las distintas elaboraciones teóricas de Marx, las que iban alcanzando formulaciones cada vez más concretas a través de las nuevas conclusiones extraídas de la experiencia de los acontecimientos históricos. En el Manifiesto Comunista, escrito en las vísperas de las revoluciones de 1848, Marx y Engels explicaban que el proletariado, lejos de quedarse en un estadio de lucha “corporativo”, restringiéndose a sus propias demandas económicas y sociales, debía elevarse a la lucha por conquistar el poder político: “Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución obrera será la transformación [literalmente: elevación] del proletariado en clase dominante, la conquista de la democracia”, y a partir de ello: “El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible las fuerzas productivas”.1

Lenin comenta estos pasajes a la luz de la actualidad de las luchas de la revolución rusa: “La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación política del proletariado, de su dictadura, es decir, de un poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento de la burguesía sólo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en clase dominante, capaz de aplastar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas.”2

Supervivencias de la “máquina estatal”

Como sabemos, en esta etapa de la revolución el proletariado todavía no había conquistado un “poder no compartido por nadie”. Bajo distintas formas políticas las clases dominantes habían logrado birlarle a las masas los beneficios de su revolución. En gran parte el centro de los problemas que estaba atravesando la revolución rusa estaba en la actitud ante la toma del poder y qué hacer con el “aparato estatal”. Lenin retoma a Marx para quién la idea de “la dominación política del proletariado”, expresada en el Manifiesto, era todavía una formulación incompleta, que Marx corrige luego del fracaso de las revoluciones de 1848.

Para Marx el problema principal era que “Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina, en vez de destrozarla.”3 Dando cuenta de que el proletariado no podía ser “clase dominante” sin avanzar sobre el poder del Estado, Lenin afirma: “En este notable pasaje, el marxismo avanza un trecho enorme en comparación con el ‘Manifiesto Comunista’. Allí, la cuestión del Estado se planteaba todavía de un modo extremadamente abstracto, operando con las nociones y las expresiones más generales. Aquí, la cuestión se plantea ya de un modo concreto, y la conclusión a que se llega es extraordinariamente precisa, definida, prácticamente tangible: todas las revoluciones anteriores perfeccionaron la máquina del Estado, y lo que hace falta es romperla, destruirla. Esta conclusión es lo principal, lo fundamental, en la doctrina del marxismo sobre el Estado. Y precisamente esto, que es lo fundamental, es lo que no sólo ha sido olvidado completamente por los partidos socialdemócratas oficiales imperantes, sino lo que ha sido evidentemente tergiversado (…) por el más destacado teórico de la II Internacional, C. Kautsky.”4

Es decir que para Lenin el Manifiesto Comunista resumía la cuestión desde un punto de vista general, en el que se describe al Estado como un órgano de dominación de clase, y se postula como conclusión de esto que el proletariado no puede derrocar a la burguesía si no empieza por conquistar el poder político instaurando una “dominación política” propia. Esto, que para Marx, era transformar el Estado en el “proletariado organizado como clase dominante”, iba acompañado de la perspectiva por la cual este nuevo Estado proletario “comienza a extinguirse inmediatamente después de su triunfo, pues en una sociedad sin contradicciones de clase el Estado es innecesario e imposible”.5 Sin embargo, para Lenin, el límite está en que “aquí todavía no se plantea la cuestión de cómo deberá realizarse — desde el punto de vista del desarrollo histórico — esta sustitución del Estado burgués por el Estado proletario (negritas nuestras)”.6

La Comuna de París

La respuesta a esta cuestión solamente podía provenir de la propia experiencia de las revoluciones proletarias. Marx no sólo constató, en base a la experiencia histórica de los años 1848-1851, que aquellas revoluciones dirigidas por la burguesía y la pequeñoburguesía sólo “perfeccionaban la máquina” estatal, sino que pudo vivir la experiencia de la Comuna de París de 1871. Allí la insurrección del proletariado y el pueblo de París se encargó de “destrozar” la máquina del Estado burgués. Marx vio embrionariamente en la Comuna la forma histórica de la “dictadura del proletariado”. Sin embargo para los principales dirigentes reformistas de la II internacional, y para los mencheviques, la Comuna de París no había sido sino la última tentativa de “tomar el cielo por asalto” según el modelo clásico de la revolución francesa de 1789. Para ellos las primeras décadas del siglo XX estaban signadas por el crecimiento de la clase obrera y las conquistas que significaban los grandes partidos socialistas y los sindicatos, por lo que el proletariado socialista debía abandonar esas “viejas” tentativas “insurreccionales” y luchar por conquistar dentro de la democracia burguesa mejoras sociales y conquistas políticas graduales. Por supuesto dentro de este “olvido” de la estrategia revolucionaria la idea de la “dictadura del proletariado” debía ser abandonada. Uno de los méritos teóricos de Lenin fue retomar el hilo de esa reflexión de Marx: “El último prólogo a la nueva edición alemana del ‘Manifiesto Comunista’, suscrito por sus dos autores, lleva la fecha de 24 de junio de 1872. En este prólogo, los autores, Carlos Marx y Federico Engels, dicen que el programa del ‘Manifiesto Comunista’ está ‘ahora anticuado en ciertos puntos’ - (…) - La Comuna ha demostrado, sobre todo — continúan —, que ‘la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines…’. Marx no dudó en consagrar a la Comuna como ‘un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a dentro de ella la emancipación del trabajo’”.7 Así, para Lenin: “[La Comuna de París] Era la forma definida” “de aquella república que no había de abolir tan sólo la forma monárquica de la dominación de clase, sino la dominación misma de clase…”.

Si la “máquina del Estado” debía ser destruida, surgía la pregunta: “¿Con que sustituir la maquina del Estado?”. Lenin retoma la elaboración de Marx, según la cual “la Comuna sustituye la máquina estatal destruida, aparentemente ‘sólo’ por una democracia más completa: supresión del ejército permanente y completa elegibilidad y amovilidad de todos los funcionarios. Pero, en realidad, este ‘sólo’ representa un cambio gigantesco de unas instituciones por otras de un tipo distinto por principio. Aquí estamos precisamente ante uno de esos casos de ‘transformación de la cantidad en calidad’: la democracia, llevada a la práctica del modo más completo y consecuente que puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria, de un Estado (fuerza especial para la represión de una determinada clase) en algo que ya no es un Estado propiamente dicho”.8

Lenin no busca “esconder” los elementos de opresión que supone el nuevo estado, ya que: “Todavía es necesario reprimir a la burguesía y vencer su resistencia. Esto era especialmente necesario para la Comuna, y una de las causas de su derrota está en no haber hecho esto con suficiente decisión. Pero aquí el órgano represor es ya la mayoría de la población y no una minoría, como había sido siempre, lo mismo bajo la esclavitud y la servidumbre que bajo la esclavitud asalariada. ¡Y, desde el momento en que es la mayoría del pueblo la que reprime por sí misma a sus opresores, no es ya necesaria una ‘fuerza especial’ de represión! En este sentido, el Estado comienza a extinguirse.”9

La Comuna era la antítesis del Imperio y una superación de la “representación” propia de la democracia burguesa. Basada en la democracia de las masas mediante el voto directo por distritos, buscó eliminar la burocracia mediante la rotación y la revocabilidad, cada cargo público pasó a tener el salario propio de un obrero para eliminar toda casta privilegiada a favor de una expansión de la democracia de las masas. Lenin señala además cómo, en comparación con la “separación de poderes” de las repúblicas burguesas, la unidad del legislativo y el ejecutivo permite una representación más democrática: “La salida del parlamentarismo no está, naturalmente, en la abolición de las instituciones representativas y de la elegibilidad, sino en transformar las instituciones representativas de lugares de charlatanería en corporaciones ‘de trabajo’ (...) ‘La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo’”.10

Los soviets y la “dictadura del proletariado” en la revolución rusa

Tomando el “estado-comuna” como modelo de “dictadura del proletariado”, Lenin se proponía además confrontarlo con la revolución rusa. El último capítulo del libro termina con el plan de tomar las revoluciones de 1905 y la revolución en curso de 1917, con el objetivo de desarrollar teóricamente lo que la experiencia de las masas estaba realizando mediante las nuevas instituciones que había conquistado. Lenin considera que los soviets venían a ser la forma más avanzada de la experiencia histórica. Esto expresaba toda su lucha porque éstos (soviets) fueran una institución independiente de la burguesía y sustituyeran los restos del estado zarista conquistando un “poder único” desde el punto de vista de las masas. El cual significaba por un lado una expansión inaudita de democracia a través de la autoorganización de las masas y la libertad más completa de las tendencias políticas revolucionarias. Pero que a la vez debía avanzar destruyendo decididamente la resistencia armada de las clases dominantes. Veremos estas consideraciones en acción en los acontecimientos que siguen hasta la insurrección de Octubre. Sin embargo el manuscrito de Lenin se suspende en ese capítulo: “Este folleto fue escrito en los meses de agosto y septiembre de 1917. Tenía ya trazado el plan del capítulo siguiente, del VII: ‘La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917’. Pero, fuera del título, no me fue posible escribir ni una sola línea de este capítulo: vino a ‘estorbarme’ la crisis política, la víspera de la Revolución de Octubre de 1917.

De ‘estorbos’ así no tiene uno más que alegrarse. Pero la redacción de la segunda parte del folleto (dedicada a ‘La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917’) habrá que aplazarla seguramente por mucho tiempo; es más agradable y más provechoso vivir la ‘experiencia de la revolución’ que escribir acerca de ella.”11

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