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Editorial

EL GENOCIDIO DE AYER, LA IMPUNIDAD DE HOY Y LA CRISIS QUE VIENE

Después de 32 años del golpe, siguen en la impunidad el 95% de los “terroristas de Estado” implicados en el genocidio. Sólo en la Policía Bonaerense hay 9.000 agentes que revistieron en la fuerza de Camps y Etchecolatz, y es allí donde están los secuestradores de Julio López.

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19 de marzo 2008

Después de 32 años del golpe, siguen en la impunidad el 95% de los “terroristas de Estado” implicados en el genocidio. Sólo en la Policía Bonaerense hay 9.000 agentes que revistieron en la fuerza de Camps y Etchecolatz, y es allí donde están los secuestradores de Julio López.

Cristina dijo que, como máximo, serán juzgados 900 militares. Es decir que para los Kirchner sólo había 1 ó 2 milicos en cada uno de los 651 centros clandestinos de detención donde desaparecieron 30 mil personas. Ningún gobierno burgués puede terminar con la impunidad de este aparato represivo dado que sería socavar el pilar fundamental de su propio Estado y la clase capitalista no se suicida. El nuevo “punto final” que quieren imponer intenta, además, que los juicios no se extiendan a los cómplices civiles, desde intendentes y políticos hasta la propia cúpula empresaria, instigadora principal del golpe de Videla. No es casual. Las multinacionales automotrices que hicieron desaparecer obreros en Ford o Mercedes Benz, ahora son los empresarios mimados del “modelo industrial” de los Kirchner. Represores de la dictadura como Miguel Angel Egea o el ex agente de la SIDE Héctor Cruz, están ahora entrelazados con las mafias capitalistas del juego como la de Cristóbal López, el empresario amigo del gobierno que despidió cientos de trabajadores en el Casino Flotante. El mismísimo Antonio Cafiero, ministro de Economía de Isabel Perón cuando la Triple A alentada desde el gobierno le abría paso al golpe, dirige el Congreso del “nuevo” PJ que Kirchner arma desde Puerto Madero.

En este aniversario del golpe militar es significativa la lucha de los obreros de la textil Mafissa en La Plata contra la intransigencia de la familia Curi, una patronal emblemática por su colaboracionismo con la dictadura. Tiene en su haber la desaparición de 15 trabajadores de esta misma planta donde funcionaba entonces Petroquímica Sudamericana, y hoy lanzó un lock out patronal porque quiere “ganar competitividad” y dice que necesita menos obreros. Como esto es incompatible con la actual comisión interna elegida por la base trabajadora, despide y persigue a los luchadores.

En esta como en otras luchas, las conducciones gremiales oficiales juegan abiertamente a favor de las patronales. En el acto de apoyo a Hugo Moyano en sus 20 años al frente del Sindicato de Camioneros, Cristina les dijo a los viejos dirigentes sindicales que en los ’70 “todos fuimos militantes peronistas” haciéndole un guiño “histórico” a los que, desde la Juventud Sindical Peronista, nutrían a las bandas paramilitares de López Rega. Es sintomática esta definición cuando estas mismas cúpulas sindicales alistan patotas como hacen los jefes de UPCN contra la junta interna de ATE-INDEC, del SOMU contra los trabajadores del Casino o los de UTA contra los delegados de la 60 y del subterráneo. La utilización de grupos de choque contra las huelgas y los delegados de base, no es casual desde que la suba de precios empieza a dejar en evidencia que los techos salariales pactados por la CGT y la CTA están por debajo de la inflación, y las patronales buscan preservar los niveles de ganancias extraordinarias que tuvieron desde la devaluación.

Estamos ante la primera reacción concertada entre las patronales, la burocracia sindical y el gobierno para intentar barrer de las empresas y los sindicatos a los nuevos delegados y comisiones internas que vienen surgiendo en los últimos años y luchan por el salario, las condiciones de empleo y con un profundo odio a los viejos dirigentes vendidos.

La crisis mundial con centro en los EE.UU., el corazón del capitalismo, echa por tierra los pronósticos oficiales que prometían décadas de crecimiento económico. Las actuales condiciones de relativo aislamiento de la vanguardia luchadora, dada por el consenso de una amplia masa de los trabajadores y las clases medias con el crecimiento de la producción y el consumo, tenderán a disiparse. Las patronales ajustarán aún más las tuercas sobre el salario y las condiciones de explotación. Los trabajadores recuperarán un estado de ánimo de lucha que chocará con los techos salariales y el Pacto Social entre el gobierno, los empresarios y la cúpula sindical.

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