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Internacional

Dudas patronales sobre los métodos de reforma de Sarkozy

La lucha actual es el primer test de fuerza entre el movimiento de masas y el gobierno de derecha dura de Sarkozy. Pero no será el último: están previstas reformas incluso más emblemáticas, abarcativas e importantes como la del código de trabajo que facilita la precarización y los despidos, la reducción del empleo en el Estado o la reforma de las jubilaciones ampliando la edad de retiro a 41 o 42 años.

Juan Chingo

15 de noviembre 2007

En La Verdad Obrera hemos planteado, al momento de su triunfo electoral, que el sarkozismo es la afirmación del “partido del orden”, o en otras palabras, la resolución por derecha de una aguda crisis política y social -en el marco de la declinación relativa de la economía y ubicación en el concierto de naciones del imperialismo francés- frente a la falta de alternativa por izquierda por el giro al socialiberalismo del PS y la debacle de su socio en las últimas coaliciones de izquierda, el PCF. Ahora Sarkozy, luego de una corta luna de miel que abarcó el verano, debe traducir su victoria electoral al terreno estructural.
La liquidación de los regímenes especiales, derrotando y/o debilitando al batallón central del movimiento obrero francés, es su primer enfrentamiento de envergadura. Pero más allá del resultado de esta batalla están abiertas, ante la complicación del panorama social de este “noviembre negro”, crecientes dudas en las filas de la burguesía, sobre sus métodos o estrategia, que son ventiladas en la prensa.
Un artículo publicado en Le Monde por Eric Le Boucher, uno de los principales analistas franceses, dice: “En este noviembre del descontento que se despierta, nos preguntamos sobre el método de las reformas de Nicolás Sarkozy. ¿Es el correcto? SNCF, RATP, estatales, jueces y ahora estudiantes: (...) ¿Era necesario que el presidente abra tantos frentes a la vez para que provoquen una movilización general? ‘No tienen que preocuparse’, afirmó el 6/11 en Washington, ante las grandes patronales francesas y norteamericanas del French-American Business Council. Pero, si lo dijo, es precisamente porque sabe que los sectores económicos franceses se preocupan.”(Le Monde, 10/11/2007). Ante la gran cantidad de reformas lanzadas dice: “la táctica es la misma: el presidente avanzó con lo que pudo, pero se detuvo ante la primer protesta, pendiente de las encuestas y su popularidad. Por ello es criticado por hacer las ‘reformas por la mitad’. Y por esto el cuestionamiento ahora de que el tema de los regímenes especiales de jubilación se bloquea. Porque la protesta se masifica, ¿qué va a hacer Nicolás Sarkozy?”. Y más adelante se responde: “En realidad los sectores económicos no temen un retroceso. Saben que el presidente no tiene elección. Si cede, es chiraquisado. La ruptura no habrá durado, Sarkozy no será un tigre de papel. No existen entonces demasiados riesgos, duren lo que duren las huelgas, de que el presidente renuncie a sus proyectos. La encrucijada real de este noviembre concierne a las confederaciones sindicales más serias. Al igual que los patrones, los sindicatos saben que el presidente no puede ceder. Pero deben seguir a sus ‘tropas’ para que no se vayan hacia sus competidores más radicales y de izquierda... El verdadero test de noviembre no es para Sarkozy sino para los sindicatos, comenzando por la CGT. Ante la pregunta de fondo sobre el método de las reformas, la respuesta es no: ni la velocidad ni el compromiso personal le dan orden y coherencia al conjunto”. Efectivamente, ya el primer día de huelga fue un duro test para la CGT, que con su oferta de negociación pretende debilitar el conflicto; lo que puede significar su tumba y el surgimiento de una fuerte corriente de izquierda antiburocrática en su seno y en las demás federaciones sindicales.
Lo más interesante del artículo es la comparación del método de Sarkozy con el de la ‘dama de hierro’, Margaret Thatcher. Veamos: “...el examen de los métodos es revelador. ¡Qué divergencias! ‘para este gobierno, declaraba la Sra. Thatcher al Times a principios de 1980, lo que vale no son los primeros 100 días. Sino los cinco años que siguen, y los otros cinco años que le siguen (...). Debemos poner este país en una nueva dirección. Esto tomará tiempo.’ Y efectivamente, tomó tiempo: durante tres años los resultados fueron desastrosos, la desocupación subió muy rápido, la popularidad de los conservadores cayó. Pero Maggy no cedió. La primera divergencia es entonces la del tiempo”. Segundo, señala la política de reducción de los gastos estatales de la ex Primer Ministra británica y la política expansiva que le ha traído grandes choques con la Unión Europea de Sarkozy. Por último: “Tercera divergencia, los sindicatos. La Sra. Thatcher es, en un principio, moderada. No es posible reformar todo a la vez, ‘elige la política del roedor’, explica Jean-Louis Thiériot. Comienza desdeñándolos ostensiblemente, ellos codirigían el país, no los recibe. Al revés que el presidente francés, que los ve y los vuelve a ver, intentando que se vuelvan reformistas. En cambio, ella se apoya en la opinión contra las huelgas que bloquean al país. La gran batalla tendrá lugar más tarde, después que haya ganado la guerra de las Malvinas y que los primeros buenos resultados económicos hayan llegado, en 1984, contra los mineros. La ofensiva -el cierre de los pozos no rentables y de 64.000 puestos de trabajo- había sido preparada más o menos en secreto, desde lejos, acumulando stocks de carbón para alimentar las centrales eléctricas. La Sra. Thatcher gana al término de un año, no sin brutalidades”.
Aunque gracias a la colaboración de la CGT y demás sindicatos, el gobierno puede lograr un primer éxito, las dudas más estratégicas de la patronal y sus voceros sobre la guerra de clases por venir en los próximos meses y años debe alentar la confianza del movimiento de masas de que se puede derrotar a Sarkozy y su plan.

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