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EconoCrítica N° 3

RENTA Y GANANCIA

Dos formas de robo capitalista

Al momento de salir este suplemento el conflicto entre el “campo” y el gobierno está superando los 80 días. Esto es parte de lo que viene sucediendo en todo el mundo con la “crisis de los alimentos”, intimamente asociada a la combinación entre el uso de los granos para energía, la especulación y los manejos de los comerciantes mundiales.

5 de junio 2008

Al momento de salir este suplemento el conflicto entre el “campo” y el gobierno está superando los 80 días. Esto es parte de lo que viene sucediendo en todo el mundo con la “crisis de los alimentos”, intimamente asociada a la combinación entre el uso de los granos para energía, la especulación y los manejos de los comerciantes mundiales.

En Argentina, este fuerte aumento de los precios ha planteado una disputa por una porción de la riqueza social, disputa que ha tenido como eje central la aplicación de retenciones móviles. En esta disputa el “campo” ha planteado que las retenciones implican que el Estado se queda con una parte de sus ganancias para sustentar un “capitalismo de amigos”, cuyos beneficiarios son los grandes monopolios como Techint. Y los apologistas del gobierno han planteado que las retenciones gravan la “renta de la tierra”, que ha crecido fuertemente con el aumento de precios, y que esto no significa que los capitalistas agrarios dejen de tener ganancias considerables. En estos argumentos se encuentran verdades hasta el momento inconfesadas.

Pero ambos ocultan que tanto las ganancias como la renta son dos formas de robo capitalista, que surgen de lo que producen los trabajadores. Ambos sectores se disputan una porción de la riqueza social, y las patronales del “campo” se atreven a afirmar que son ellos los generadores de la misma.

En La verdad obrera hemos mostrado ampliamente que este conflicto es una pelea entre capitalistas para apropiarse de ganancias extraordinarias. En este número de Econocrítica, explicamos cuál es el origen de la renta que está en disputa en este conflicto, y cuáles son los mecanismos centrales que permiten su redistribución entre terratenientes, empresarios del agro y capitalistas industriales.

¿De dónde surge la ganancia y la renta?

Hemos explicado en otros artículos que la ganancia de los capitalistas surge de lo que producen los trabajadores asalariados. El capitalista compra la fuerza de trabajo a cambio de un salario, pero hace trabajar a sus obreros durante un tiempo mayor al necesario para reponer ese valor (por esto se lo denomina plusvalía). Cuanto más larga e intensa sea la jornada de trabajo, y cuanto más bajo sea el valor de la fuerza de trabajo (es decir cuanto más bajo sea el valor de los bienes que necesita consumir el obrero), más grande será la ganancia de los capitalistas.

La renta es un tributo que los arrendatarios (los capitalistas que alquilan los campos), le pagan al terrateniente por el uso de la tierra. Así los dueños de las tierras, por el simple hecho de tener un “titulo de propiedad”, se apropian de una parte de la plusvalía total. Y esta plusvalía no surge de otro lado que de lo que producen los trabajadores. Por esto podemos decir que los capitalistas resignan una parte de lo que le roban a los trabajadores como “tributo a la propiedad privada”.

Renta diferencial

Pero esto es sólo la renta que reciben por ser propietarios de una parcela de tierra, no importa donde, si en Santa Cruz o en la Pampa Húmeda. Existe otro tipo de renta: la renta diferencial. Esta es la renta que reciben los terratenientes por las tierras de “buena calidad”. Es decir de aquellas tierras que por su fertilidad o su ubicación (por ejemplo estar cerca de un puerto), son “más productivas”. Detengámonos un poco en este tipo de renta.

Las mercancías de origen agropecuario son consideradas como un producto “internacional”, con un “precio internacional”. Si la demanda mundial de materias primas aumenta (ya sea porque hay un mayor consumo o especulación, como ocurre actualmente), significa que deben ponerse en producción nuevas tierras, tierras que antes no se utilizaban, generalmente por ser tierras de peor calidad. Así, para aumentar la producción, el precio de estas mercancías debe subir hasta el punto en que sea rentable producir en estas nuevas tierras, de menor calidad. Esto muestra una diferencia con el conjunto de las mercancías: Si el valor del resto se mide por el trabajo necesario promedio, en las mercancías agrarias el valor se rige por el tiempo de trabajo necesario en la tierra de peor calidad. Es decir, se mide por las tierras en las que se requiere más trabajo.

Sin embargo, el que produce en tierras de mejor calidad, requiere menos trabajo para la misma producción y tiene por ende un menor costo, pero no vende a un precio más bajo que el resto, sino al precio que venden los que producen en las peores tierras. Esto significa que existe una masa de ganancias extraordinarias que se queda el que produce en buenas tierras. Esto es la renta diferencial.

En la Argentina, por el alto rendimiento del trabajo agrícola, la fertilidad de las tierras, y la utilización de tecnologías como la siembra directa y las semillas transgénicas, que tuvieron un fuerte impulso en los ‘90, existe una renta diferencial elevada, ya que la productividad del trabajo agrícola en casi todo el mundo es mucho más baja. Esta renta diferencial ha crecido exponencialmente durante los últimos 5 años, con las subas en los precios de todos los granos. Podemos decir entonces que la Argentina se apropia de parte de la plusvalía producida con la explotación de trabajadores en todo el mundo, gracias a la exportación de materias primas, aunque parte de esta plusvalía vuelve a los paises imperialistas por la renta que se apropian las multinacionales.

Ganancia y Renta

Esta ganancia extraordinaria es, en un principio, apropiada por los terratenientes: El “alquiler” de las tierras de buena calidad es mucho más alto que en las de peor calidad. El capitalista logra mejores rendimientos, pero las ganancias extraordinarias que de ello se derivan debe resignarlas a manos de los terratenientes, lo que no sucedería si no hubiese propiedad privada de la tierra. Los dos componentes entonces, ganancia y renta, son apropiados por dos sectores distintos: el propietario de tierras y el capitalista, aunque muchas veces, como sucede en la Argentina, el capitalista y el propietario de tierras sea una misma persona.

La ganancia del capitalista del agro no tiene otro origen que la plusvalía que él extrae a sus obreros. Como toda producción capitalista, se basa en la explotación del trabajo asalariado y esto es lo que explica la ganancia que obtiene el capitalista en tanto tal. En el caso agropecuario el trabajador rural “goza” de pésimas condiciones de trabajo. La presión de los “pools de siembra” –cuya operatoria explicamos en estas páginas– por aumentar al máximo las ganancias, y del manejo de las empresas “contratistas” –que contratan asalariados para realizar el trabajo de labranza en campos ajenos– no ha hecho más que agravar las condiciones de trabajo. Se mantiene el estatuto del peón rural sancionado por Videla, y el sector tiene un nivel altísimo de “informalidad”: Cerca del 75% de los trabajadores rurales está en negro y para los trabajadores registrados el promedio salarial es de solo $1450 mensuales.

Pero además de esta ganancia, está la renta de la tierra. Si el productor capitalista es a la vez el dueño de la tierra, la masa total de ganancia y de renta aparece como un todo indivisible. Sin embargo este productor-propietario de tierras, sabe muy bien cuánto recibe de renta (lo que ganaría dejando de producir y alquilando el campo), y cuánto de ganancia (lo que queda luego de hacer esta cuenta). La porción apropiada como renta es tan importante, que en algunos momentos históricos puede ser mucho más grande que la simple ganancia capitalista.

Como ya dijimos, esta renta, en principio, se la apropia el propietario de la tierra. Claro que puede haber excepciones: la actual producción capitalista en el campo, que enfrenta a grandes productores que no producen en campos propios y a pequeños arrendatarios, permite que sean los primeros quienes logran poner una parte de estas ganancias extraordinarias. Los dos componentes entonces, ganancia y renta, muchas veces pueden confundirse.

Es para obtener tanto “renta” como ganancias que los grandes monopolios se han expandido en todos los “eslabones de la cadena”, como mostramos en “Grandes agroalimentarias y exportadoras”.

La renta diferencial y las ganancias en la Argentina

En la Argentina existe una enorme masa de renta diferencial de la tierra, producto de la enorme fertilidad de la región pampeana y de Entre Ríos, en las que es factible la utilización de lo más avanzado de la técnica en lo que se refiere a la producción agropecuaria (los paquetes tecnológicos que explicamos en “el peso de las multinacionales en la producción agropecuaria”).

Esta renta siempre se ha repartido entre los distintos sectores capitalistas. El Estado puede establecer distintos mecanismos para apropiarse de esta renta y redistribuirla a otros sectores capitalistas, sin que esto afecte el proceso general de acumulación: las retenciones a la exportación, la sobrevaluación del peso (como en el 1 a 1), fijación de precios, centralmente, son mecanismos mediante los cuales parte de la renta fluye hacia otros sectores. Por ejemplo, una retención implica que el Estado se queda directamente con parte de la renta. Y si después la utiliza para pagar subsidios a las empresas de transporte, estás últimas se terminan quedando con parte de la renta diferencial de la tierra. Este mecanismo viene beneficiando a las principales fracciones del capital industrial.

Fuera del agro, y salvo unas pocas ramas industriales, el capital en Argentina es de baja productividad en relación con países más desarrollados. Esto significa que produce a mayores costos, salvo que reciba distintas formas de compensación estatal. En Argentina, la apropiación de la renta agraria por parte del Estado, y su posterior redistribución a los capitales industriales a través de subsidios, ha sido el mecanismo para establecer esa compensación. Como el capital radicado en Argentina en general no puede competir por sí mismo con el del resto del mundo, lo hace apropiándose de parte de la plusvalía mundial que fluye a la Argentina bajo la forma de renta diferencial. De esta forma, aumentan las ganancias capitalistas en Argentina gracias a la apropiación de renta diferencial.

Pero esta no es la única vía de apropiación. Otro elemento importante es el relacionado con los precios de las materias primas: como ya vimos el precio de estas mercancías se conforma en el mercado mundial. Pero a los capitalistas radicados en la Argentina les conviene que esos productos se vendan en el país más baratos. Esto desde ya que no afectaría las ganancias normales, ya que el precio internacional tiene un alto componente de renta. Si logran “desacoplar” los precios locales de los internacionales (las retenciones pueden ayudar a que esto sucdeda), logran otra fuente de apropiación de renta: el abaratamiento de la fuerza de trabajo en la Argentina. Este último punto tiene, además, otra consecuencia. Si las materias primas son más baratas en la Argentina que en el resto del mundo, las industrias alimenticias acceden a estas mercancías a un precio menor que sus competidores internacionales y así se apropian de una parte de la renta diferencial de la tierra. Estos elementos son los que explican parte de las grandes ganancias de las agroindustrias, como mostramos en “Grandes agroalimentarias...”

La conclusión es que renta y ganancia, las dos formas de apropiación de plusvalía, están completamente entrelazadas: si una parte de la plusvalía extraída en todo el mundo es apropiada como renta por la producción agropecuaria argentina, una parte de esa renta vuelve a transformarse en ganancia. Este es un elemento clave para la acumulación de capital en Argentina. Una doble forma de “distribución” de la renta diferencial hacia los capitalistas: 1) mediante retenciones, que son utilizadas para subsidiar a la industria y pagar la deuda externa 2) mediante el “desacople” de los precios locales respecto de los internacionales.

Pero por fundamental que sea, este es sólo uno de los elementos centrales; otro es el incremento de la tasa de explotación. Esto se ha venido realizando no sólo con mayores ritmos de producción, sino también pagando a la fuerza de trabajo por debajo de su valor, es decir, con “salarios de hambre”. Si comparamos el punto más alto que alcanzó el salario real en Argentina (1974), con la actualidad, veremos que hoy ronda en un 60% de ese nivel1. La coyuntura internacional de precios crecientes, ha hecho que empiece a existir cierta tensión entre estas dos fuentes que sostienen la acumulación capitalista. Por eso el gobierno buscó profundizar el “desacople” de los precios (además de aprovechar el momento favorable para aumentar la recaudación, previendo mayores turbulencias por la crisis internacional en curso) para redistribuir a favor de los capitalistas industriales. Estos últimos no tienen problemas en que parte de la plusvalía mundial se transforme en renta de la tierra (porque además pueden obtener una tajada de esta renta), pero mientras que no se transforme en otro factor de presión al alza de los salarios y de sus costos.

Por lo demás, la puja ha permitido que, tras la defensa de su porción de la renta de la tierra, del lado del “campo” se cuestione, aunque sea parcialmente el mecanismo de redistribución de la renta agraria.

Mecanismo que permite subsistir, junto con la superexplotación de sus trabajadores, a muchas fábricas de baja productividad. Pero lo que nadie pone en cuestión es la propiedad de los grandes terratenientes, que se apropiaron a lo largo de la historia de enormes extensiones de tierras gracias al exterminio de los pueblos originarios. Ni tampoco los mecanismos por medio de los cuales un puñado de multinacionales controla la provisión de insumos y la exportación de granos, mientras cada vez más la producción se concentra en menos manos.

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