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Dos estrategias para el movimiento de las acampadas

PTS

26 de mayo 2011

por Santiago Lupe, Clase contra Clase

En las importantes asambleas que se siguen realizando es creciente la inquietud de muchos de los jóvenes sobre cómo seguir. El peso de algunas corrientes anarquistas y autonomistas dificulta que esta discusión pueda realizarse de manera más clara y fructífera. Apoyándose en el sentimiento de rechazo a los partidos del régimen y la burocracia sindical, fomentan que éste se transforme en un rechazo a toda organización de trabajadores y grupo político. Así justifican la negación del derecho a que las diferentes tendencias, en las que muchos luchadores nos organizamos, puedan expresar sus diferentes estrategias para someterlas a la discusión del conjunto de los luchadores. Esto también afecta a muchos independientes que tampoco pueden agruparse con aquellos que comparten una determinada orientación para tratar de defenderla y luchar por ella. Se trata de un método que, además de no respetar un derecho democrático de que las organizaciones que apoyan la lucha puedan expresarse, supone un lastre para que el conjunto del movimiento pueda avanzar.

Se distinguen dos estrategias fundamentales. Por un lado los mismos sectores que batallan contra la libertad de tendencias, tratan de convertir las acampadas en un fin en sí mismo. Su máxima implicación se encuentra en desarrollar los campamentos, en construir “aquí y ahora” un “espacio de autonomía”, donde los que participan de él puedan resolver por sus propios medios -aunque de forma muy parcial y precaria- algunos de sus problemas de la vida cotidiana. Tratan de construir “una ciudad dentro de la ciudad”, un mundo “paralelo” al existente. Todo esto lleva por un lado a despreciar la lucha política contra el Gobierno, el régimen y la patronal, resistiéndose al sentir mayoritario de ir conformando reivindicaciones concretas. Además se auto-impone al movimiento una barrera para tratar de ligarse a otros sectores en lucha que son ajenos a estas salidas individualistas y utópicas, lo cual -contradictoriamente- juega en contra de mantener su “sociedad paralela”, pues el aislamiento sólo favorece que el gobierno opte por eliminar esta distorsión del espacio público.

Contra esta orientación levantada por los sectores autónomos y anarquistas, otros sectores comprendemos que el movimiento tiene que atacar al régimen y al gobierno, luchando por derribar en primera instancia todos los ajustes en curso y apuntando a terminar con instituciones tan reaccionarias como la monarquía. Se aspira a transformar el mundo radicalmente, no a construir uno “alternativo” en forma precaria. Se trata de “salir de la plaza” -como repiten muchas intervenciones-, es decir, convertir las acampadas en centro de organización y coordinación para ligarse y confluir con otros sectores en lucha, sin lo cual se corre el riesgo de convertirnos en una protesta simbólica y aislada muy poco lesiva. Para los compañeros de CcC lo más estratégico es buscar la confluencia privilegiada con la clase trabajadora para que se sume desde los centros de trabajo con sus propios métodos de lucha, pasar del estadio de ocupación de la calle, a paralizar por completo el país.

Prensa

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