Aunque Néstor Kirchner se haya llenado la boca hablando de desendeudamiento, lo cierto es que su gobierno nunca cuestionó el significado de la deuda como drenaje de recursos en beneficio del capital financiero. Mientras que economistas hoy afines al gobierno destacaban hace años que la deuda ya había sido cancelada enteramente en el ‘89, bajo su mandato se dio el segundo “megacanje” orquestado por Lavanga. Fue gracias a este canje de bonos que los nuevos títulos están asociados, no sólo al crecimiento, sino también a la inflación. Por cada punto de inflación, el gobierno comprometió el pago de US$ 600 millones.

Además esta reestructuración significó un alevoso negociado a través de los principales bancos de Wall Street donde los que entraban a la restructuración habían comprado los bonos a precios bajísimos. Llamativa política de desendeudamiento.

Por eso es cínico que el kirchnerismo quiera presentar la truchada de los números de inflación que muestra el INDEC (en base a los cuales se ajustan los bonos) como una causa nacional contra los especuladores, cuando les prometió semejante regalo con el canje hace apenas tres años, lo cual explica por qué los bonistas entraron tan gustosos a pesar de las fuertes quitas de capital que soportaron. Es este gobierno el que “le hace el juego a los inversores”, no los trabajadores del INDEC que cuestionan los manejos de Moreno en el organismo.