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Cultura

SOBRE UNA CHARLA DEL MAYO FRANCÉS EN LA FERIA DEL LIBRO

Del protagonismo al posibilismo

En las charlas y ponencias que hubo en la Feria, además de las personalidades y “famosos del medio” presentes (como Naomi Klein y Tom Wolfe), hubo algunas actividades que igualmente convocaron su público: como una charla sobre el Mayo Francés, donde unas 150 personas –en su mayoría estudiantes secundarios y universitarios- se reunieron para escuchar a dos protagonistas de los hechos, jóvenes entonces.

Demian Paredes

29 de mayo 2008

La charla -que iba a contar con la participación del “filósofo-peronista” Nicolás Casullo, ausente sin aviso- fue organizada por distintos organismos “diplomáticos” de la Embajada francesa, y se titulaba Mayo 1968 y la universidad, ¿cómo compartir los conocimientos? Estaba en la mesa una docente de la UBA, y dos invitados: Danielle Tartakowsky (Universidad París 8), historiadora de luchas y movimientos sociales, y Jean-Marie Lemogodeuc (Universidad de Montpellier), del “cuerpo diplomático francés”. Pese a que se anunció al comienzo la intención de hacer un “cruce entre revolución y universidad”, esto fracasó, como veremos más abajo.

Tartakowsky comenzó explicando que “la pregunta” que se hace es “¿qué queda del ’68?”, y aquí la investigadora planteó que las luchas del mayo tuvieron “efectos diferidos”, pero que visto desde la educación era más “sencillo”.

Explicó una combinación de elementos (expansión económica de Francia, aumento del gasto en educación, aumento de la matrícula universitaria) que llevó a que el estudiantado fuera un “actor central de la crisis de mayo”: su lucha buscaba tres objetivos: 1) democratizar la universidad, 2) rechazar la extensión de 2 años de las carreras, y 3) rechazar la selección y diversificación de las carreras –en base a las necesidades técnicas de las empresas. Además de esto se dio la “crítica a la relación pedagógica”, que incluía la relación docente-alumno y lo que se llamó entonces “las finalidades sociales del saber”.

Todo este movimiento, según la investigadora, de todas maneras “aceleró” respuestas que ya venía dando el Estado ante la “inadaptación pedagógica” de la masa estudiantil. Sin explicitar las causas profundas, sin embargo admitió que el ministro de educación da lugar a las “reformas pedagógicas experimentales”, pero que cuando se desarrolla el movimiento “se ‘sobrepolitizan’ los problemas, y se desarrolla una nueva práctica política”: a la izquierda –o extrema izquierda- del movimiento estudiantil, se desarrollan “los comités de acción, desde los liceos”. Así surgen debates y denuncias: “profesor, usted es viejo; y su cultura también”.

Pese a las conquistas, como cierto grado de autonomía concedida por el Estado, y el surgimiento de 2 “universidades experimentales” (donde muchos obreros sin siquiera el secundario ingresaron siendo hoy, en la Universidad París 8, profesores), Tartakowsky tuvo que reconocer que el proceso dio por resultado “reformas, no la revolución”.

Cerró la charla Lemogodeuc, “hijo del ‘68” (por tener 20 años entonces y ser estudiante en Nanterre). Dijo que el movimiento estudiantil tuvo una contradicción porque, pese a la lucha y demandas, no logró encontrarse con los trabajadores, porque el movimiento obrero y el movimiento sindical tenían “otra política”.
Explicó que los estudiantes hacían una profunda crítica a la vida cotidiana, cuestión que no interesaba ni a los sindicatos ni a los partidos obreros.

Dijo que, por ejemplo, la universidad donde él estudió, Nanterre, fue fundada hacia 1965, para aliviar la presión que había en Sorbona; y que había sido construida cerca de un tugurio (“o, para usar el lenguaje argentino, villa miseria”) que tenía muchos inmigrantes. Y que allí se desplegó una militancia social, donde se iba 3 o 4 veces por semana a alfabetizar a marroquíes, gente del África negra, etc.; y que se iba a la Renault, a discutir de política con los obreros, y a dar cursos de alfabetización también.

Agregó que para 1968 se triplican en las universidades los “asistentes” (o encargados de curso); ellos lucharon contra los profesores universitarios. Dijo que eran como “amigos estudiantes” y que había un “trato de total amistad”. Y que todo el movimiento discute la legitimidad de los consejos estudiantiles contra “los viejos mandarines”, exigiendo que se escuche la voz de los jóvenes (“asistidos por la razón”).

Al final, se preguntó, ¿qué queda? Y dijo: el movimiento feminista, la “liberación sexual” (“valores hedonistas y libertarios”), y un “cuestionamiento a las jerarquías”.

Como se ve, si hubo cruce, entre la lucha obrera -apenas mencionada- y la estudiantil, este llevó por dos vías al corto camino de las reformas: aumentos salariales a los trabajadores, “autonomías” a las universidades -que desde los ’90 se tratan de revertir.

Lamentablemente ninguno de los panelistas fue capaz de reconocer que, si no hubo revolución –abierto un proceso revolucionario- se debió justamente al papel que jugaron las direcciones del movimiento obrero, la CGT y el PC; a los límites del estudiantado como actor político y el mismo proceso de conjunto, que no logró ampliar la organización masivamente a través de los comités de obreros y estudiantes.

Así, estos protagonistas se suman al coro (del 99,9% de las publicaciones recientes en nuestro país) que habla de las acciones del Mayo Francés como una “revuelta moral” y de “valores” de la juventud.

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