logo PTS

Grito de Alcorta

¿De qué “nuevo Grito de Alcorta” habla la Federación Agraria?

El 25 de junio, en medio del conflicto por las retenciones al agro, se cumplieron 96 años de la huelga agraria conocida como Grito de Alcorta. Eduardo Buzzi, separado sólo por unos minutos de Luciano Miguens Bemberg y Mario Llambías, encabezó un acto en la comuna santafesina que cobijó aquella rebelión. Mirando el horizonte rebosante de soja, buscó un paralelismo entre aquella lucha y la pelea actual, a la que definió como “un nuevo grito de Alcorta”. Una comparación falsa y vergonzosa.

Miguel Raider

26 de junio 2008

Los “pequeños y medianos” productores

Los protagonistas de la protesta agraria son fundamentalmente productores medios y pequeños, arrendatarios o no, rentistas y hasta contratistas de servicios. A nuestro entender -a excepción de los pequeños rentistas- constituyen sectores burgueses que explotan mano de obra asalariada, sean pequeños o medianos. Es válido hacer esta definición porque en una realidad social sumamente heterogénea como es la del “campo” argentino, los marxistas siempre distinguimos entre las clases explotadoras de las clases explotadas.

En relación a los pequeños productores un estudio realizado por el PROINDER1, tomando datos del Censo Nacional Agropecuario de 2002, refiere a tres estratos. El primero lo conforman quienes tienen capacidad de realizar una “reproducción ampliada de su sistema de producción”, es decir, explotan trabajadores y pueden acumular capital. Un “estrato intermedio” que posee “escasez de recursos”, tiene tierra y capital pero sólo para realizar una “reproducción simple”, lo que lo lleva a mantenerse en la actividad pero presenta algunos rasgos de pobreza. Tras el impresionante negocio del boom sojero es evidente que al día de hoy estos dos sectores prosperaron enormemente, por lo que hablar de “rasgos de pobreza” resulta una rémora del pasado.

Además, el informe da cuenta de un tercer sector: el pequeño productor familiar cuyos recursos “no le permiten vivir exclusivamente de su explotación” y “mantenerse en la actividad”, por lo que debe recurrir a la supervivencia empleándose como “asalariado transitorio en trabajos temporarios de baja calificación”. Este último estrato sí permanece en la actualidad. Son campesinos pobres, muchos de ellos provenientes de los pueblos originarios, que poseen muy pocas hectáreas y sufren el acoso permanente de los terratenientes, de la gran burguesía agraria e incluso de la Federación Agraria, quienes expulsaron a decenas de miles de sus tierras mediante topadoras y “guardias blancas” para extender la frontera sojera2.

Como hemos dicho, el motor de la protesta agraria ha sido esa burguesía, pequeña o mediana. El tercer estrato –del que habla el informe- no participa de la protesta, más bien se ha manifestado públicamente en contra. Producto de la orientación política de la FAA –unificada en bloque con la SRA y la CRA- un sector de los campesinos pobres ha tendido a confluir con la política gubernamental, apoyando las retenciones, ilusionados en una supuesta “distribución de la riqueza”.

Para tener una idea de cuánto ganan los “pequeños productores” prósperos, la revista Márgenes Agropecuarios, revela que el dueño de 150 hectáreas de Santiago del Estero obtiene 241 dólares por hectárea, sumadas las compensaciones otorgadas por el gobierno lo que recibe se eleva a 349 dólares. Es decir 69.800 dólares, ya que la soja arroja dos cosechas anuales. El margen se incrementa si se trata de un productor de 150 hectáreas en la zona núcleo de la pampa húmeda, levantando 529 dólares por hectárea, sumadas las compensaciones obtienen 681 dólares, y 184.300 dólares por las dos cosechas anuales3. Para ambos casos lo que ganan sería incluso superior, pues el informe fue realizado con un precio de 490 dólares la tonelada, cuando la semana pasada la cotización de la soja cerró a 548 dólares la tonelada.

La Federación Agraria se ha convertido en una entidad que defiende los intereses de patrones pequeños y medianos enriquecidos. Es sabido que su presidente, Eduardo Buzzi, sostiene la necesidad de ampliar los reintegros concedidos por el gobierno a los productores de hasta 1500 toneladas de soja, es decir para favorecer a los propietarios de hasta 750 hectáreas. Es más, ha trascendido -que ante las discusiones en el Congreso- el kirchnerismo estaría dispuesto a promover la votación de una ley complementaria a la de las retenciones donde se ampliaría el tope hasta los productores de 1000 o más toneladas.

Un poco de historia

La década del ‘90 y el plan de convertibilidad de Menem-Cavallo sentaron las bases materiales para que los “pequeños y medianos productores” que subsistieron a la concentración producida en ese período, se convirtieran en el último eslabón del negocio millonario de la soja. Estos sectores burgueses forman parte de una alianza de clases dirigida por los bancos, los fondos de inversión, los pooles de siembra, los grandes oligopolios de la comercialización de granos, los grandes terratenientes y la gran burguesía dedicada a la agroindustria. La razón por la cual en el conflicto actual estos “pequeños y medianos” defienden los mismos intereses que los “grandes” obedece a profundas causas estructurales.

En los ’90 se produce un gran cambio en la estructura del “campo”. El tipo de cambio sobrevaluado establecido por el plan de convertibilidad (1peso=1dólar), favoreció la importación de nuevas técnicas que modernizaron radicalmente el parque agrario y optimizaron la productividad del trabajo en la agroindustria. La siembra directa, las semillas transgénicas, fertilizantes y herbicidas extremadamente nocivos como el glifosato, fueron la base de una profunda modificación de las condiciones materiales de producción. Estos cambios tecnológicos incidieron cualitativamente en el incremento de la renta diferencial percibida por los propietarios de la tierra.

Es durante este período de “apertura de mercado”, de eliminación de aranceles, retenciones y regulaciones por parte del Estado, que el capital financiero aparece con fuerza en el campo a partir de los pooles de siembra. En general, están constituidos por fondos de inversión que se asocian a los propietarios de la tierra (grandes y chicos), a los contratistas para realizar tareas de siembra y cosecha y a los acopiadores para explotar vastas extensiones de tierra, en general arrendadas.

Simultáneamente, estas políticas llevaron a una gran concentración de la tierra dejando sin propiedad a 220.000 pequeños y medianos productores así como a numerosas cooperativas agrarias4. Un importante sector de los pequeños productores no logró refinanciar sus deudas producto de los créditos usurarios contraídos con los bancos y debió abandonar sus tierras. Pero otro sector sí logró capear la situación, se capitalizó y pudo aprovechar el fabuloso negocio que trajo consigo el aumento exponencial del precio de las materias primas en el mercado mundial y el crecimiento récord de la cosecha que superó en la campaña 1997-98 las 66,1 millones de toneladas de granos. Si esto era así para ese entonces imaginemos ahora, cuando el precio internacional de la soja alcanzó los 549 dólares la tonelada y la producción total de granos asciende a los 84/85 millones. Es más, gracias a la política de Duhalde y los Kirchner, los pequeños y medianos no sólo eliminaron sus pasivos, sino que se valieron de un tipo de cambio alto a $3 por dólar para exportar y embolsar suculentas ganancias.

Asimismo, la prosperidad del agro desarrolló otros sectores como los rentistas, los arrendatarios y los contratistas de servicios que explotan mano de obra asalariada.

Muchos propietarios de 50 o 100 hectáreas, limitados por la necesidad de la producción en escala para obtener una gran rentabilidad, se asociaron a los negocios de los grandes capitalistas en carácter de rentistas para percibir una generosa renta. En los ‘90 los rentistas obtenían una renta que pasó del 30 al 45% de la producción. Actualmente se pasó a pagar por adelantado según quintales de soja a razón de hasta 22 quintales fijos.

Los arrendatarios como Alfredo De Angeli alquilan tierras para aprovechar la ventaja comparativa de la producción en escala que necesita la producción sojera. Por otra parte, muchos ex propietarios se convirtieron en contratistas que poseen medios de producción como tractores y cosechadoras valuadas en más de 200.000 dólares, y venden sus servicios tanto para la siembra como para la cosecha. En la Revista Política y Teoría el PCR destaca que un contratista medio de Colón, que desempeña labores junto a sus dos hijos y seis obreros en 10.000 hectáreas por año entre soja, trigo y maíz, obtiene de ganancia cerca de 1.500.000 dólares5.

A esta altura nos preguntamos ¿qué intereses defienden los “pequeños y medianos” productores, el motor de la protesta agraria? Constituyen un sector burgués que -amparado en la mano de obra en negro y con trabajadores rurales bajo las peores condiciones laborales del país- viene ganando fortunas dispuesto a defender con uñas y dientes la rentabilidad conquistada.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: