logo PTS

Nacional

Crónica de un viaje a Jujuy

Jujuy es una provincia de un contraste rabioso, potencialmente explosivo.
La belleza exuberante de la naturaleza y el basural en que transcurre la vida de las grandes masas conforman una ironía macabra.

Hernán Aragón

17 de diciembre 2009

Jujuy es una provincia de un contraste rabioso, potencialmente explosivo.
La belleza exuberante de la naturaleza y el basural en que transcurre la vida de las grandes masas conforman una ironía macabra.

Dos postales inconfundibles, una para los folletos turísticos y la otra, la de los músculos gastados y la miseria, sepultada en el barro provocado por la lluvia persistente del verano.

San Salvador es un valle donde habita un puñado de ricos y una clase media minúscula, rodeados por la precariedad, la explotación y el desempleo (en un supermercado, un trabajador joven llega a tener sólo un franco mensual). La opresión hacia la mujer, y en especial hacia la mujer trabajadora, es abrumadora.

Solo así puede comprenderse el peso abrumador del asistencialismo, mezcla de extorsión y limosna, donde la necesidad y el chantaje marchan decisivamente de la mano. Solo así puede comprenderse el poder de los caudillos que lo controlan.

El populismo tiene un peso aplastante y se eleva a ideología por todos lados. Se siente en el ambiente con la misma intensidad del olor a bagazo que inunda todo el pueblo de Ledesma. Sólo un grupo de revolucionarios que pueda construir una coraza contra él, tendrá futuro.

Jujuy me ha sorprendido en esos dos aspectos inevitables: en la admiración profunda por su naturaleza, como en el odio simétrico que despierta la condición humana a la que es sometida su pueblo.
A hora y media de la capital se encuentra Ledesma, reino y “feudo” de los Blaquier, aunque a decir verdad, toda la provincia lo es.

Pueblo obrero por excelencia, su existencia gira en torno a los 5.000 obreros que el Ingenio emplea para estrujar del mismo modo que lo hace con la caña, materia prima del papel y del azúcar.

En plena desocupación noventista conocí de cerca Villa Constitución, sus barrios y algo de su gente. Villa trasmite a simple vista su historia de heroísmo y de derrota. Pero ese pasado viviendo en el presente es más mediado. No es así en Ledesma, donde subyace una densidad sofocante, un grado de violencia contenido desesperante.

Se observa un constante desfilar de obreros y camiones, idénticos a carros carcelarios, que los trasladan hasta el Ingenio. También se ve rondar a la seguridad de la planta vestida de gendarmes.

La muerte en el Ingenio es moneda corriente y sus dueños se han encargado de crear toda una mitología alrededor suyo. Los Blaquier hicieron creer que en su mansión habita el diablo, reencarnado en el espectro del fundador del imperio. La leyenda habla también de que cuando la “fatalidad” cae sobre el Ingenio es porque el fantasma reclama sangre obrera.

¡Qué opinará de esto el pequeño burgués que cree sentirse independiente y libre porque puede gozar de un margen que la gran burguesía le otorga a costa del sacrificio de otros! En Ledesma no hay mediaciones, no hay margen. Aquí reina la dictadura del capital sin tapujos.

Cristina Khallouf, esposa de Pedro Blaquier, hace filantropía en Buenos Aires mientras en Ledesma se presenta intencionalmente como el mismísimo diablo. ¡Qué postal digna de su clase!

A sólo minutos del Ingenio está el Parque Nacional Calilegua. Nos internamos en la de la nuboselva, en ese un mundo fantástico envuelto por una lluvia finísima. Aquí la naturaleza impone su impronta y es imposible pensar en otra cosa frente ella. Al salir del parque nos chocamos con un escuadrón que avanza silencioso. Es una legión dedicada al avistaje de aves. Blanquísimos cincuentones escandinavos, germanos o anglo sajones, calzando vestuario y cámaras fotográficas de un valor incalculable.

Sus caras se llenan de horror ante el ruido del ripio que indefectiblemente espantará a los pájaros. ¿Cuál habrá sido la cara de aquel obrero de Ledesma que hace poco murió intoxicado por la contaminación del solvente del sector en que trabajaba? Dicen que llegó desnudo a su casa. Fue sacándose desesperadamente la ropa por el camino porque la sensación de ahogo le era insoportable. Para el Ingenio su muerte se debió a un exceso de alcoholismo.

Además de los obreros de Ledesma, los trabajadores ocupados, junto a los desocupados, conforman una fuerza social poderosa. Esa clase obrera tiene una misión histórica por delante, que esperamos pueda cumplir: vengar a sus muertos, vengar el Apagón de la noche del 27 de julio de 1976, cuando la gerencia del Ingenio recorría los barrios junto a los militares para secuestrar activistas y desaparecerlos para siempre. 

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados:

Nacional

/   

Jujuy