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Cristina y el ADN de la liturgia peronista

Desde su tarima en José C. Paz, CFK hace una declaración categórica: vamos a seguir luchando contra la explotación, porque eso está en nuestro ADN histórico.

Hernán Aragón

19 de mayo 2011

Desde su tarima en José C. Paz, CFK hace una declaración categórica: vamos a seguir luchando contra la explotación, porque eso está en nuestro ADN histórico. 

El ácido desoxirribonucleico - más conocido como ADN - es una macromolécula que contiene la información genética, y como tal, es la responsable de la transmisión hereditaria. El gen del peronismo - su origen - no es combatir la explotación del trabajo asalariado, sino la conciliación entre el capital y trabajo. Su régimen es el bonapartismo: un árbitro que se eleva por encima de las clases fundamentales de la sociedad (burguesía-proletariado) para mantener un equilibrio. Una pose bonapartista más de derecha que el de Néstor, es la que aspira alcanzar CKF para transitar su posible segundo mandato.

El mismo Perón, en un célebre discurso en la Bolsa de Comercio en 1943, devela la genética de su movimiento al decirle a los capitalistas: “Es mejor dar un 30% a tiempo que no perderlo todo”. Ese era el consejo de un hombre que se presentaba para velar por los intereses de la “patria” y para encarrilar a la “masa inorgánica”, denominación que él le asignaba a la clase obrera.

La burguesía, que también tiene su ADN, pagó caro haber desoído los consejos del coronel. El 17 de octubre de 1945 una impetuosa movilización de masas obreras devolvía a Perón al poder, a quien había identificado como su líder.

“El subsuelo de la patria sublevado”, fue la metáfora memorable que utilizó Raúl Scalabrini Ortiz para graficar aquellos acontecimientos.
Su expresión no era arbitraria. En las mansiones de la oligarquía argentina, el subsuelo oscuro y húmedo le era asignado al personal de servicio, mientras que la planta alta luminosa era el lugar de la casa donde los propietarios realizaban sus reuniones sociales. La escalera que conectaba ambas dependencias solo tenía el objetivo de que los habitantes del sótano subieran para servir a sus amos. En la obra teatral “Babilonia”, de Armando Discépolo, esa tradición queda magistralmente representada.

Pero el 17 de octubre no logró alterar la ecuación. Si la misión histórica del peronismo fue establecer un nuevo status quo en el cual los trabajadores ganaban derechos políticos y sociales, también garantizó que la “planta alta” siga perteneciendo a la burguesía.

La macromolécula de la conciliación de clases peronista terminaba de formarse con la estatización de las organizaciones obreras y la consolidación de una burocracia sindical adicta. Bajo dominio de Perón, los sindicatos quedaban subordinados al Estado, y los que no lo estaban, sujetos a una cruel persecución.

“A unos se los conduce con la persuasión y el ejemplo; a otros con la policía”, decía Perón en 1953. Un año más tarde ponía en práctica sus palabras contra los obreros ferroviarios que se levantaban en huelga.
La liturgia del discurso de José C. Paz intenta recuperar algo de ese espíritu. Por un lado, es la necesidad de poner en caja a una burocracia sindical que los Kirchner se vieron obligados a fortalecer. Por el otro, es una advertencia para los obreros rebeldes que esa misma burocracia no puede controlar.

Cristina pide racionalidad. Y en consonancia con las demandas de la burguesía estructura su discurso. Una paradoja notable puede subrayarse. Lo hace en José C. Paz, subsuelo obrero por excelencia y partido que lleva el nombre de quien fuera el fundador de La Prensa, diario emblemático de los sectores conservadores y difusor del liberalismo económico.

 
El subsuelo de la patria

Entre los ganadores del modelo K se encuentra la multinacional Nidera. Sobre la extensión de su planta de Saforcada, a 11 km. de la ciudad de Junín, se erigen por cuadras y cuadras enormes silos de concreto.
Bajo su superficie, una cinta trasportadora de la misma longitud recibe la semillas que estos silos procesan.

En ese subsuelo infecto, donde el aire escasea y las ratas abundan, bajo el ruido ensordecedor de las máquinas y del trabajo agotador, obreros tercerizados están obligados a ascender tres o cuatro pisos para literalmente respirar y luego volver a sus tareas.

Ellos, como los ajeros de Mendoza, los peones rurales, los hermanos inmigrantes esclavizados en talleres textiles, no entran ni siquiera en “promoción”. Ninguno encaja en el ADN del modelo kirchnerista.

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