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Cristina eligió: el petróleo para los yanquis de Chevron

El decreto 929 da a las petroleras que inviertan más de U$S1.000 millones condiciones de privilegio comparables a las de las mineras y el sector financiero. Hector Valle, director de YPF, ha salido a defender el convenio con Chevron haciendo una reivindicación del “desarrollista” Arturo Frondizi. Tiene razón: como entonces, se defiende una entrega al imperialismo con la trampa de identificar soberanía con autoabastecimiento.

Esteban Mercatante

25 de julio 2013

Negocio redondo

El decreto 929 da a las petroleras que inviertan más de U$S1.000 millones condiciones de privilegio comparables a las de las mineras y el sector financiero. Hector Valle, director de YPF, ha salido a defender el convenio con Chevron haciendo una reivindicación del “desarrollista” Arturo Frondizi. Tiene razón: como entonces, se defiende una entrega al imperialismo con la trampa de identificar soberanía con autoabastecimiento.

Mientras pregonan que los argentinos deben “pesificarse”, a Chevron le garantizan que podrá convertir a dólares un 20% de su producción de acá a cinco años. Ya sea que la venda en el exterior sin ningún tipo de retenciones (cueste lo que cueste el barril de crudo) o que la venda en el mercado local, ese 20% podrá girarlo al exterior sin restricciones. Con los precios actuales podrán girar no menos de 160 millones. Pero no es todo. Aún vendiendo en el mercado local toda la producción a los “bajos” precios actuales, luego de retenciones, sólo el excedente de la producción del quinto año (2017) equivaldría a U$S 500 millones. En poco más de dos años se repaga la inversión. Un negocio formidable.

Fracking: lo que se ignora por el lucro

El furor por el negocio que representan los recursos no convencionales (“shale”) de petróleo y gas relegó a un lugar marginal cualquier evaluación ambiental. Ni al oficialismo ni a la oposición patronal les interesa discutirlo.

Los que se conocen como petróleo y gas no convencionales son los que se extraen de la llamada roca madre. Esta se rompe a través del bombeo de agua con concentrados químicos, con el método de la fractura hidráulica (fracking en inglés).
Este método agrava los problemas de contaminación que ya de por sí caracterizan a la actividad petrolera. Un estudio sobre el impacto de la extracción de gas en áreas de EE.UU, revelaron que el agua tenía sustancias con propiedades tóxicas. De 260 productos químicos usados, 17 fueron considerados tóxicos para organismos acuáticos, 38 tóxicos agudos, 8 cancerígenos probados y otros 6 sospechados de serlo. Otro estudio afirma que el 25% de las sustancias utilizadas puede causar cáncer. El riesgo depende del nivel de exposición; pero las cantidades empleadas (en una plataforma de seis pozos, de 1.000 m3 a 3.500 m3; sólo el plan piloto prevé la perforación de 100 pozos) sugieren que será muy elevado.

En zonas donde se realiza esta actividad se registró la contaminación de aire, agua y suelo por exposición a químicos, la muerte de más de 70 animales por ingestión de agua contaminada, deformaciones congénitas en animales y serios trastornos reproductivos y gastrointestinales. Varios advirtieron que los químicos podrían aparecer en productos de carne o leche a partir de esos animales.

Bajo presión de distintos movimientos contra el fracking, Nueva York y Nueva Jersey decidieron una moratoria de las perforaciones. Pittsburgh lo prohibió en 2010 en la zona urbana. En Ohio se estableció en enero de 2012 una moratoria de tres años. También lo prohibieron Francia, Holanda, Irlanda del Norte, Bulgaria, diversos ayuntamientos españoles y gobiernos regionales de Europa, Canadá y Australia.
Mientras los funcionarios se entusiasman con el “carnaval” de negocios que promete el acuerdo, los mapuches, que habitan zonas aledañas a las futuras explotaciones y tienen reclamos históricos sobre su derecho a esas tierras, deben esperar un carnaval siniestro.

Aunque Galluccio afirme que “el impacto ecológico es un mito en el desarrollo de recursos no convencionales”, y algunos se hagan eco negando que se contaminen las napas con argumentos insostenibles, como que la fractura se haría a 3.000 metros de profundidad mientras que las napas están a 100 metros, es patente que aún el petróleo convencional contamina las napas, tanto por filtraciones del pozo como por el depósito final en piletas de lodo, aunque la técnica de extracción es mucho menos agresiva que el fracking.

Todo esto, sin considerar que el nivel de emisión de gases que produce el combustible fósil llega a niveles insostenibles, plantea a nivel global la urgencia de desarrollar alternativas y no de iniciar otro festín como el que viene empezando gracias al shale gas y shale oil.

Una respuesta de otra clase

En vez de “fracturar” la Patagonia (y zonas del NOA) para lucrar con el oro negro, es urgente avanzar en alternativas para suplir los combustibles fósiles. A la energía eólica, solar e hidroeléctrica, se pueden sumar las generadas por la energía electromagnética y la utilizada con hidrógeno como combustible. Sólo rompiendo estos “pactos coloniales” con las empresas imperialistas, estatizando el conjunto del sistema energético, podrán evaluarse seriamente estas alternativas. Ni el gobierno que acordó esta nueva entrega, ni la oposición patronal que es socia de todas las corporaciones capitalistas, van a terminar con este saqueo. La clase trabajadora es la única que puede defender realmente nuestros recursos estratégicos, empezando desde hoy por pelear por la estatización, sin indemnización y bajo control obrero de todas las empresas para enfrentar la nueva muestra de “noventismo recargado” del gobierno de CFK.

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