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Clarín - Videoreportaje a Myriam Bregman

Myriam Bregman del PTS en el Frente de Izquierda en diálogo con Clarín sobre su vida y su militancia.

4 de julio 2011

Myriam Bregman íntima: "Nos escapábamos de la escuela por la ventana"

Hoy militante a tiempo completo, la candidata a jefa de Gobierno por el Frente de Izquierda, de adolescente, atendía la entrada de los boliches para pagarse el viaje a Bariloche. Confiesa que Borges es su autor preferido de ficción.

Por JAVIER RODRÍGUEZ PETERSEN

En su casa, dice, las palabras "educación privada" estuvieron siempre prohibidas. Y a los 15 años, las inundaciones que dejaron bajo el agua a su pueblo natal la obligaron e irse a vivir sola, a un pueblo vecino, junto a su hermano, dos años menor, para poder seguir estudiando. Probablemente, esas experiencias tengan algo que ver en que hoy su vida pase, sobre todo y principalmente, por la militancia.

Myriam Bregman tiene 39 años –nació el 25 de febrero de 1972- y es la más joven entre los candidatos a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Va por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. Lo integra como dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas, al que llegó cuando promediaba la carrera de abogacía en la UBA, en una época –los 90- en la que, cuenta, militar en "la única corriente trotskista de la facultad era bastante difícil", ya que los que la dirigían eran de UPAU y Franja Morada, las fracciones estudiantiles de la UCD y la UCR.

Hasta los 15 años vivió en Timote, un pequeño pueblo bonaerense. De esa época guarda "los mejores recuerdos". "Teníamos la libertad de jugar todo el día y que a la noche nos buscaran casa por casa para ver dónde estábamos todos, de vivir en comunidad con el resto de los amigos", comenta. Aún conserva esas amistades, de las que recibe comentarios, por ejemplo, cuando su nombre sale en el diario.

Del pueblo cuenta, también, que a la Plaza, "en la dictadura, le habían puesto Pedro Eugenio Aramburu". Pero agrega orgullosa que la lucha de los vecinos hizo que hace poco le cambiaran el nombre al de Roberto Aldo Godoy, un pariente ella que a los 18 años murió en el hundimiento del Belgrano durante la guerra de Malvinas.

A la pregunta por la educación, responde: "Por supuesto que colegio público. Mi papá fue docente rural por varios años, así que la palabra educación privada en mi casa siempre estuvo prohibida".

A los 15 años tuvo que mudarse sola, con su hermano menor, a una casa que les prestaron porque Timote se inundó. Eso sí, él cocinaba. Dice que siempre sacó buenas notas y que le gustaba estudiar. Pero, también, que en el secundario hizo "todas" las travesuras posibles –empezando por "escaparse (del colegio) por la ventana e irse a la casa de alguien"- y que podía pasarse toda la hora de clases discutiendo con el profesor con esa cosa de "cuestionar la autoridad porque sí".

De adolescente, Bregman "salía muchísimo". "Con mis amigas éramos una especie de trío imbatible. Teníamos que hacer dedo para ir a otros pueblos y atendíamos la entrada de los boliches para juntar plata para pagarnos el viaje a Bariloche".

También hacía deporte, aunque no mucho. "Jugaba al voley, atletismo, pero siempre fui una fanática de la lectura", dice. Empezó a leer antes de entrar a la primaria y, por la situación económica de su familia, leía "lo que iba llegando". Siempre prefirió "la historia y la política" y, cuando empezó la facultad, se inclinó sobre todo por las investigaciones y ensayos sobre la década del 70. También lee ficción y confiesa que su favorito es Jorge Luis Borges.

Desde hace ya muchos años, su vida pasa por la militancia: apenas empezó la facultad, arrancó como ayudante en cátedras de derechos humanos; desde los 90 marchó por la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; es una de las fundadoras del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos; es abogada de la fábrica de cerámicas Zanon, recuperada por los obreros; en 2003 empezó a participar de los juicios contra los genocidas y es parte del megajuicio de la ESMA y de la causa por el asesinato de Rodolfo Walsh; era una de las abogadas de Jorge Julio López.

Su vivencia más dura fue la desaparición de Julio López. "Somos de una generación que no está acostumbrada a que desaparezca un compañero. De hecho, nosotros decíamos Julio no llegó y la que lo puso en palabras fue Adriana Calvo, de la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos", recuerda y apunta: "Hay un punto de inflexión en la desaparición de Julio y en la negación que tiene el Gobierno sobre ese tema. La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene el triste récord de no haberlo nombrado en ninguno de sus discursos públicos".

Con tanto compromiso político, Bregman hoy no sale mucho –en una época iba a algunos recitales, sobre todo de Divididos -, aunque sí pasa tiempo con amigos; con su familia; con su pareja, Juan -con quien está desde hace 10 años y a quien conoce, claro, de la militancia-; y con su hija de dos años y medio. Le gusta cocinar, aunque "en los últimos tiempos", cocina más su "compañero", con quien comparte todas las actividades domésticas. Es hincha de Estudiantes y le gusta "muchísimo" el fútbol, tanto que cuando su hija ve que hay un partido en la tele la llama a ella.

Pero sus referencias son constantes a la militancia. ¿Y el cable a tierra? Otra vez: " La militancia. La militancia no es una carga. Los que militamos absolutamente convencidos de las ideas revolucionarias, vemos en eso nuestra vida, es parte de nuestra cotidianeidad ".

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