por Simone Ishibashi
La última semana en Urumqui, la capital de la provincia china de Xinjiang, se transformó en escenario de un duro enfrentamiento entre distintas etnias. Miles de manifestantes provenientes de la etnia uigur, de origen turco –la mayoría de religión musulmana– iniciaron una protesta contra un episodio oscuro que involucró la muerte de dos obreros de esa etnia en una fábrica de Guandong hace dos meses, supuestamente asesinados por otros de origen han. La marcha terminó siendo blanco de una brutal represión policial, con el saldo de al menos 156 muertos, más de mil heridos y desató un proceso de represión estatal con la instauración del estado de sitio y más de 1.500 presos.
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