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Alerta mundial por el Cambio Climático

Capitalismo y clima (Parte I)

8 de febrero 2007

Señal de alarma
“Sin una revolución de sus comportamientos, el hombre está perdido.” En resumen, esa es la filosofía del informe presentado hace una semana en París por los miembros del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), grupo de expertos que, bajo la órbita de la ONU, estudian desde 1988 las perspectivas del cambio climático global, consecuencia de la creciente emisión de gases contaminantes a la atmósfera.
El informe es una verdadera señal de alarma. Sentencia que las emisiones “pasadas y futuras de dióxido de carbono seguirán contribuyendo al calentamiento y a la elevación del nivel del mar durante más de un milenio” y que en los próximos 100 años la temperatura global podría “incrementarse entre 1,9 y 4,6 grados centígrados”. Se estima que “el nivel del océano podría aumentar entre 18 a 59 centímetros” de aquí a finales de siglo.
Pero estos datos, que parecieran ser una abstracción estadística, toman cuerpo cuando se advierten sus consecuencias: la ampliación de los fenómenos climáticos extremos, como tormentas, ciclones tropicales, tifones y huracanes; el calor excesivo, desplazando las zonas climáticas hacia los polos y reduciendo la humedad del suelo; la elevación del nivel del mar por el derretimiento de los glaciares o la fundición parcial de placas de hielo polar, con la consiguiente inundación de tierras cultivables y salinización de la capa freática costera.
En Argentina, los expertos predicen que por la reducción de los ríos de montaña “en 2030 se perderán 200 millones de pesos anuales en recursos energéticos” y también “150 millones por inundaciones en la zona pampeana y costosas sequías en el norte.” (Clarín, 04/02/2007).
Según Vicente Barros, especialistas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA “en Argentina la temperatura media subirá casi un grado en los próximos veinte años y que llegará a entre 4,5 y 5 grados más al final del siglo”, razón por la cual se estima que “el mar llegará a subir entre 35 y 60 centímetros hacia el 2100.”
Argentina, como todos los países semicoloniales, serán los más vulnerables al azote de los cambios de clima por sus escasos recursos y pobre infraestructura.

Pero, ¿qué es el cambio climático?
El clima global ha evolucionado siempre de forma natural, regulado por un proceso denominado “efecto invernadero”, por el cual ciertos gases que se hallan en las capas bajas de la atmósfera (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, etc.), absorben parte de la radiación solar que la tierra reemite en forma de calor, formando un verdadero “invernadero global”. En el caso del planeta tierra, este equilibrio climático natural es el que ha permitido el desarrollo de la vida tal como la conocemos. Pero, el aumento de la concentración de gases de “efecto invernadero” en la atmósfera altera este equilibrio, generando el cambio climático o también llamado “calentamiento global”. 
La mayoría de los científicos acuerdan que este cambio se relaciona principalmente con el aumento vertiginoso de los niveles de emisiones de gases de “efecto invernadero”, producidos por la actividad humana.
Desde la revolución industrial, se ha generado una superconcentración de estos gases, generados por la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas), como por la deforestación (que eliminó gradualmente enormes sumideros de carbono) y otras actividades humanas, elevando la temperatura global media –que hoy se halla cerca de los 15°C– y generando consecuencias insospechadas en el ambiente.
Aunque la última reunión del IPCC en París fue una alarma, importantes organizaciones científicas alertan sobre estos cambios desde hace años. Prestigiosas revistas científicas imperialistas, como Science, han presentado investigaciones que plantean verdaderos escenarios de catástrofe, sosteniendo que si continúan los niveles actuales de emisión de CO2 “el mundo afrontará el índice más rápido de cambio climático en los últimos 10 mil años, alterando la circulación de las corrientes oceánicas y las pautas climáticas”.1
Para cualquier persona, las proyecciones del IPCC que indican que la temperatura global media podría ascender hasta 5° C, pueden parecer irrelevantes. Sin embargo, sus consecuencias son devastadoras y recaerán sobre las espaldas de los pueblos más pobres del mundo, cómo de hecho ya está sucediendo.
El cambio climático implica la potenciación de todos los fenómenos catastróficos relativos al clima, su permanencia en el tiempo y la aceleración de sus ritmos, como es el caso de los efectos del fenómeno del “niño”, cada vez más virulentos o la recurrencia de huracanes y tornados en Centroamérica, etc. Incluso, muchos científicos sostienen que el “tsunami” (ola gigante) que se desencadenó sobre las costas de Indonesia y el sudeste asiático en el 2004, dejando el espantoso saldo de más de 200.000 muertos, miles de desaparecidos y millones de desplazados, se debió en parte a los efectos del cambio climático global. Lo mismo se estima en relación al Huracán Katrina que dejó bajo el agua New Orleáns en EE.UU..
Como reconoció recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS), 160 mil personas, la gran mayoría de países semicoloniales, mueren por año por las consecuencias del cambio climático y ya se habla de una nueva categoría de víctimas de catástrofes: los “refugiados climáticos”, obligados a abandonar sus hogares y territorios escapando de de las inclemencias del clima.

La farsa de Kyoto
El cambio climático es ya un hecho inevitable, a tal punto, que ningún científico se atreve a hablar de soluciones -al menos en el marco del sistema de producción capitalista- sino sólo de estrategias y medidas de “mitigación” y “adaptación”, es decir, la atenuación de la emisión de gases y la contención de sus consecuencias devastadoras.
Como parte de estas medidas, la estrategia mundial más destacada –acaso la única- ha sido el Protocolo de Kyoto, ratificado luego de varios años en diciembre de 2004, con la inclusión de la Federación Rusa. 2
Considerado por muchos un gran paso adelante -incluso a pesar de la política de EE.UU. y el gobierno de George Bush de rechazar su ratificación, siendo este país el responsable del 36% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero-, el Protocolo de Kyoto recomienda reducciones insignificantes en las emisiones de CO2 de las 34 “naciones industrializadas”.
Estas reducciones son completamente insuficientes para combatir el calentamiento global, ya que, por ejemplo, una molécula de metano puede subsistir en la atmósfera por… ¡cientos de años! Es decir, todos los gases emitidos en los últimos doscientos años seguirán calentando la superficie terrestre por mucho tiempo más.
La clave del Protocolo de Kyoto está en otro lado. Los objetivos de reducciones de emisiones que promueve son evadidos gracias a “mecanismos de flexibilidad”, que permiten ganar el derecho a emitir todavía más CO2 mediante la venta de “bonos de carbono”. Sí, el capitalismo imperialista se las ha ingeniado para crear un nuevo mercado: una bolsa mundial de gases, tema que abordaremos en el próximo número de LVO.

1 Thomas Karl y Kevin Trenberth, Revista Science, Edición de diciembre de 2003.
2 El Protocolo de Kyoto se adoptó en Japón en 1997. En los papeles, su objetivo es limitar las emisiones netas de gases de efecto invernadero para los principales países industrializados y con economías en transición. El Protocolo entraría en vigor luego de la adhesión de no menos de 55 Partes en la Convención sobre Cambio Climático de la ONU, cuyas emisiones totales representen por lo menos el 55% del total de las emisiones de CO2 correspondientes a 1990. Esto se logró con la ratificación por parte de Rusia., y tiene vigencia hasta el año 2012.

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