logo PTS

Campesinos, burgueses y terratenientes

Campesinos, burgueses y terratenientes

Comisión del IPS

24 de mayo 2007

En la revolución burguesa en Francia de 1789, que derribó al antiguo régimen feudal y a sus instituciones arcaicas, la burguesía actuó como caudillo de la nación entera para derrocar las viejas formas de opresión; así, levantando las demandas de los campesinos y pequeños propietarios pudo derribar al antiguo régimen e instaurar el suyo propio. Como dice Trotsky: “Progresivamente, la burguesía, representada por sus élites, se considera como el jefe de la nación y de hecho se convierte en ello, arrastra a las masas a la lucha, les da un lema, les enseña una táctica de combate. La democracia introduce en la nación el lazo de una ideología política (…) La gran revolución Francesa (de 1789) es realmente una revolución nacional”1.

Precisamente, la burguesía para derrotar el régimen de los señores feudales y de las aristocracias se ve “obligada” a apoyarse en el campesinado levantado en armas. De este modo derriba el dominio, centralmente en el campo, de los antiguos señores, termina con la institución de los siervos, “libera” al pequeño propietario e impone el reparto de la tierra. Sin embargo, apenas instaurado su poder, la burguesía busca separarse de aquellas proclamas inflamadas de los primeros días de la revolución, y desea asentar fuertemente su poderío sobre un nuevo tipo de explotación, sobre el trabajo asalariado. Así, a mediados del siglo XIX, mostraba su verdadero carácter de clase, ahogando los levantamientos obreros, engendrados por las nuevas formas de explotación.

De conjunto, la eliminación de las formas feudales, la generalización de la propiedad privada, y con ella, la compra y venta de la pequeña propiedad en el campo y la ciudad, junto a la abolición de la monarquía, fueron tareas que caracterizaron a las primeras revoluciones burguesas que instauraron su dominación política directa.

En Rusia, donde la burguesía se había desarrollado bajo la injerencia directa del Estado zarista y su alianza con el capital financiero de las principales metrópolis europeas, la burguesía no podía ya cumplir ni siquiera con las tareas democráticas propias para hacerse del poder. Es así que el problema del reparto de la tierra, de barrer los resabios de la autocracia y de instaurar una república, no pudo ser resuelta sino con el derrocamiento de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado. En el siglo XX, etapa de decadencia capitalista, es el movimiento obrero el que por su centralidad, su programa, su rol en la industria y su situación en la ciudad, está llamado a ocupar el lugar de caudillo de la nación entera, a guiar detrás de sí a las masas desesperadas y a los sectores medios empobrecidos, a “enseñar una táctica de combate”, y por esa misma situación, se le hace aún más imperioso la necesidad de crear una herramienta centralizada, un partido revolucionario, que adopte un programa de conjunto y una táctica política correcta que contemple los ritmos desiguales de las masas en rebeldía.

Los primeros meses de la revolución

Como cuenta Trotsky: “En las primeras semanas que siguieron a la revolución de Febrero el campo apenas se movió ni dio señales de vida. Los elementos más activos se hallaban en el frente. Las viejas generaciones que se habían quedado en casa se acordaban demasiado bien de que la revolución solía acabar en expediciones represivas. El campo permanecía mudo, y la ciudad, en vista de esto, no se acordaba del campo. Pero el fantasma de la guerra campesina se cernía ya desde los días de marzo sobre las casas señoriales.” 2

“Frente al peligro próximo de la influencia que la revolución iba ejercer sobre el campo, los terratenientes buscaban la forma de evitar la pérdida de sus tierras, y los medios de transferir sus posesiones a los campesinos acomodados, quienes no serían afectados por la expropiación forzosa que traería la revolución, parcelando así ficticiamente sus tierras. Al ver estas maniobras, comienzan a elevarse las primeras voces de descontento entre las masas empobrecidas y se vuelven lentamente a las ciudades a exigir su parte en la revolución que había tirado al zarismo, y que por lo mismo debía “aniquilar” los restos del poder feudal en el campo. Las primeras peticiones al régimen de febrero son pedidos pacíficos con ciertas notas de desconfianza, así el telegrama que cita Trotsky de los burgos de la provincia de Tambor al Gobierno Provisional proclama: “Deseamos conservar la calma en interés de las libertades conquistadas; prohibid a los propietarios que arrienden sus tierras hasta la Asamblea Constituyente; en caso contrario, haremos correr la sangre y no dejaremos trabajar a nadie por cuenta ajena”.3 El mujik conservaba un tono de amenaza pero aún era respetuoso frente al nuevo gobierno, creía que podía cumplir sus demandas sin chocar con el nuevo régimen. En este marco, el ministro de Agricultura del primer Gobierno Provisional, el cadete Chingarev decreta la formación de comités agrarios como los organismos que van a preparar la reforma de la tierra, una vez que se instituya la Asamblea Constituyente.

La actitud del partido campesino

A fines de marzo empiezan a desarrollarse las primeras manifestaciones campesinas, que en una gran parte están dirigidas o impulsadas por los soldados que vienen del frente trayendo las novedades y el espíritu de las trincheras sublevadas. Así cuenta Trotsky que: “Las tropas tienen casi en todos sitios parte directa en los acontecimientos. Es más, en la mayor parte de los casos son ellas precisamente las que toman la iniciativa. El movimiento adopta formas variadísimas, según las condiciones locales y el grado de exacerbación de la lucha”. Este movimiento que ocupa las tierras tanto de los terratenientes como de la Iglesia, siguiendo las particularidades de cada región, que busca impedir la compra y venta de la tierra, que incauta las armas de los terratenientes preparándose para la guerra civil, mes a mes va extendiéndose a lo largo de toda Rusia. Mientras tanto los campesinos afluyen masivamente a los comités cantonales, futuros organismos de la guerra civil en el campo.

En relación a su situación política, el campesinado mantiene una fuerte confianza en el partido de los socialistas revolucionarios (SR). Con la crisis de abril, la dimisión de Miliukov y la formación de un gobierno de coalición, en la que “participaban todos los partidos socialistas, menos los bolcheviques; Chernov, el dirigente eserista, fue nombrado ministro de Agricultura. Este cambio echó sobre los hombros de los eseristas toda la responsabilidad de la política agraria del gobierno, incluyendo la decisión de que no se pudiese hacer nada con anterioridad a la Asamblea Constituyente”4. En vista de esto, los campesinos mantuvieron un espíritu expectante hasta los meses de mayo y junio, fue el tiempo que le dieron a los socialrevolucionarios para hacer cumplir el programa agrario, pero cuanto más fuerte se hacía la presión desde las bases campesinas, y más el gobierno enviaba órdenes y tropas para impedir las ocupaciones y confiscaciones hasta la Asamblea Constituyente, más grande era la grieta al interior del partido de los SR, entre sus elementos con espíritu revolucionario ligado a las bases y los elementos arribistas y funcionarios.

A pesar de la confianza en que el gobierno pudiera hacer cumplir la demanda de reparto de tierra y de mejora de su situación de penuria, sin embargo los campesinos creían que debían “ayudar” a sus dirigentes en el poder contra los terratenientes y liberales, impulsando la acción y la ocupación directa de la tierra.

La lucha revolucionaria por imponer sus demandas

Los cambios que se habían sucedido a partir de 1905, (ver recuadro) “no permitía saber con seguridad, de antemano, cuál de las dos tendencias prevalecería en la revolución, si el antagonismo agrario de casta entre los campesinos y la nobleza, o el antagonismo de clase entre unos y otros campesinos.”5 Es decir, si la revolución se iba a extender en el campo como la expresión de la lucha de los sectores más pobres, contra el campesino “burgués” o acomodado que había surgido en estos años, o si las masas campesinas actuarían como una masa unificada contra la nobleza. Este problema obligaba a Lenin a asumir una actitud expectante, es así que en abril fórmula una política para dar respuestas a ambos procesos.

Comprendiendo que la cuestión campesina mantenía claramente una herencia del régimen feudal, Lenin comenzaba así la resolución sobre el problema agrario de las conferencias de abril: “La existencia de la propiedad terrateniente es, en Rusia, la base material del poder de los terratenientes feudales y una garantía de la posible restauración de la monarquía. Este régimen de propiedad de la tierra condena inexorablemente a las grandes masas de la población de Rusia, al campesinado, a la miseria, a la servidumbre y a una existencia esclavizada, y al país en su conjunto al atraso en todas las esferas de la vida”.6 Para Lenin las viejas formas de propiedad, las relaciones semi-feudales, eran la base material de la demanda general de los campesinos por la nacionalización y el reparto de la tierra, y determinaba que, aunque ésta era una medida visiblemente burguesa, debía ser apoyada por el partido de los obreros, ya que iba a provocar un verdadero golpe a la propiedad privada y la destrucción de la capa de terratenientes.
Para Lenin la dinámica de la revolución produciría, inmediatamente después de la reforma agraria, la lucha de clases en el campo, la lucha entre los campesinos ricos y la mayoría de proletarios y semi proletarios rurales. El partido del proletariado revolucionario debía preparar su programa y su política para intervenir en ambos fenómenos, y lograr fortalecer en un mismo proceso a los sectores de jornaleros y obreros agrícolas, aliados naturales de la clase obrera.

La intervención de Lenin en el congreso campesino del 20 de mayo responde a esta lógica. En relación a la repartición de la tierra, plantea que no se debía esperar a la formación de una Asamblea Constituyente, que las masas campesinas organizadas en los comités debían avanzar en la ocupación y confiscación de tierras, que la iniciativa revolucionaria debía ser la respuesta concreta de las masas para resolver en los hechos este problema, y que luego la Asamblea Constituyente o un gobierno de los soviets dictaminaría en la forma de ley su contenido.

La pequeñoburguesía, base de la democracia burguesa, tenía grandes expectativas en la formación de una Asamblea Constituyente, los SR utilizaban esta ilusión para frenar el impulso de las masas, pidiéndoles que esperen hasta que se constituya la Asamblea, política que servía solamente para otorgarle tiempo a la burguesía y a los hacendados del campo para recuperar sus fuerzas. En cambio, Lenin plantea que la resolución de las tareas concretas se ligaban a la acción revolucionaria de las masas, pero remarcaba que la cuestión de constituir un poder centralizado revolucionario que valide estas acciones era una cuestión clave, por eso plantea la perspectiva de una Asamblea Constituyente con un contenido revolucionario, mientras se fortalecía un nuevo poder basado en los soviets revolucionarios de obreros, soldados y campesinos.

Esta posición hacía que a pesar sus pequeñas fuerzas, la influencia bolchevique fuera creciendo; la firmeza de sus resoluciones, la concordancia entre su programa y sus medidas de acción atraía la mirada desconfiada de los campesinos, mostrándoles que era el único partido que podía llevar adelante sus demandas.
En segundo lugar, Lenin llamaba a los obreros agrícolas y a los campesinos más empobrecidos a organizar soviets, en forma diferenciada del resto, donde “puedan discutir especialmente sus propios intereses específicos” y sus propias demandas; y les aconsejaba tomar las tierras de los terratenientes para realizar haciendas modelos (ya que su falta de capital y herramientas les impedía trabajar la tierra), que sean la bases de la colectivización de la tierra, organizada y administrada por los soviets7.

Los bolcheviques y la cuestión agraria

La lucha de Lenin por impulsar una organización independiente de los sectores jornaleros y obreros del campo, como cuenta Trotsky, tenía la intención de preparar a las masas para la peor situación que podía desarrollarse, y esto era que se formara un bloque entre los terratenientes, la burguesía e importantes sectores de los campesinos acomodados contra el proletariado y los campesinos pobres. Sin embargo, esta hipótesis no se cumplió, y el movimiento agrario durante toda la revolución consolidó sus lazos internos, y se rebeló de conjunto contra las formas y los resabios feudales que permanecían, ya que como dice Trotsky: “El hecho de que los campesinos se encontraran una vez más, la última en su historia con la posibilidad de actuar en bloque como factor revolucionario, prueba, a la vez, la falta de vigor del régimen capitalista en el campo, y su fuerza. La economía burguesa no había liquidado todavía por completo el régimen agrario medieval servil. Pero, al mismo tiempo, la evolución capitalista había hechos tales avances que estructuraba las viejas formas de la propiedad agraria de un modo igualmente insoportable para todos los sectores del campo.” Fue así que los soviets no progresaron, sino que fueron los comités agrarios los que se volvieron los órganos de todos los campesinos e instrumentos de la revolución agraria.

Aún estaba incompleta la experiencia de la masas campesinas, hambrientas de tierra y profundamente hostiles a todo lo que implicaba el pasado reciente, las castas feudales y su trato bárbaro hacia la familia campesina. Faltaba que éstos que depositaban esperanzas en que sus dirigentes ahora en el poder, que creían que desde la dirección del Estado iban a acelerar los pasos legales para poder hacerse de la tierra, tomaran dimensión de que tales medidas en el marco del apoyo a la continuidad de la guerra eran una ilusión. El nuevo régimen, incluso con los socialistas dentro de él, a través de la continuidad de la guerra no hacia más que estrechar sus lazos con las clases acomodadas y el imperialismo. La propiedad, incluso la más retrograda propiedad feudal, en este marco no podía ponerse en cuestión. La espera campesina era impaciente, pero era aún espera. Durante la misma las masas campesinas se organizaron, y contra las intenciones abiertamente proclamadas de sus jefes eseristas de “esperar”, tener “calma”, no montar una “provocación” que sólo ayudaría al “enemigo alemán”, comenzaron a preparar las organizaciones de su futuro asalto sobre las tierras comunales expropiadas por los terratenientes en los siglos pasados, el asalto a sus palacios. Sólo esta experiencia pudo mostrarle la necesidad de aliarse con aquellos que no poseían ninguna propiedad que defender, los obreros de las ciudades y aquel partido que no se había manchado con la exaltación de la guerra, esa verdadera catástrofe para las masas, el partido bolchevique, cómo veremos en los próximos números de esta serie.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: