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ANTE LAS GRAVES CONSECUENCIAS DEL TEMPORAL

Bronca, odio y solidaridad de clase

La noche del miércoles 4 de abril llegó antes de tiempo. Nos dimos cuenta que no era una tormenta más. El viento sopló con una fuerza nunca vista. Arrasó casi todo y, al instante, la luz se apagó en todos lados.

12 de abril 2012

Bronca, odio y solidaridad de clase

La noche del miércoles 4 de abril llegó antes de tiempo. Nos dimos cuenta que no era una tormenta más. El viento sopló con una fuerza nunca vista. Arrasó casi todo y, al instante, la luz se apagó en todos lados.

Cuando los vecinos comenzaban a asomarse empezó la desesperación, los ojos empañados de bronca, y las manos que apretaban con fuerza e impotencia la cabeza. Lo que tanto había costado conseguir, destruido en unos minutos. Todo lo que uno se podía imaginar cubría las calles. Hasta el árbol más gigante había caído. Los carteles publicitarios que siempre invitan a comprar de todo con “tarjeta pobre”, ahora estaban ahí en el piso destruidos. Los postes cayeron sobre autos y casas. El cablerío se convertía en un peligro en las calles llenas de agua.

La mayoría de las vidrieras estaban destrozadas. El tren Sarmiento nuevamente dejo de funcionar al instante. Miles de personas corrieron a buscar refugio o invadiendo la parada de colectivos que nunca pararon. Había que llegar como sea a casa para ver como estaban las familias. Todo desbordó.

Ya te imaginabas la cantidad de personas lastimadas. Sin embargo las ambulancias no se veían. Pero si, los patrulleros de la Bonaerense que enseguida estaban en el Banco Nación, custodiando el agujero que dejó la tormenta en el vidrio.

Pero al otro día las industrias seguían funcionando igual. Descontando sin piedad los salarios de aquellos que llegábamos tarde por no poder viajar, o por una noche donde no pudiste dormir por calmar a tu hijo, para que no tenga miedo en medio del desastre.

Otros tantos se quedaron a reconstruir nuestras casas o traer agua de donde sea.

En el oeste del conurbano todos conocemos alguien que sigue sin luz ni agua. Más de 200 colegios sin clases. Corren los días en la misma situación y las noticias no son alentadoras. En muchos barrios la mercadería comienza a escasear y los precios aumentan.

No queda otra. A las rutas y avenidas de Moreno, Castillo, Casanova, Ituzaingo, Virrey del Pino, y en cada barrio del Oeste los vecinos salieron a quemar gomas.

Responsables

Hay responsables puntuales de toda esta situación. Por un lado, las empresas privatizadas como Edenor que ya venían cortando la luz antes de la tormenta. Pasan los días y los postes siguen tirados. Por otro, el gobierno nacional que durante tantos años entregó millonarios subsidios a estos empresarios amigos, que no invirtieron ni para que los cables pasen por debajo del suelo y no sobre nuestras cabezas.

Tampoco AySA asegura que tengas agua para consumir o para la higiene.
La primera respuesta de parte del gobierno fue el rápido envío de todo tipo de fuerza represiva: Gendarmería, la Bonaerense y hasta el ejército llegó. Dijeron que el operativo era para traer ayuda, pero lo primero que hicieron fue sacar a los tiros y palazos a los vecinos que cortaban la calle. Hubo muchos conocidos detenidos. Solo reclamaban agua y luz. Cosas tan primordiales pero que tanto este gobierno como cualquiera de los que pasaron antes, no pudieron darnos.

Lo que sí se ven enormes son muestras de solidaridad entre vecinos, compañeros de trabajo o con aquel que hasta entonces sólo cruzabas un “buen día”.

Ahora juntos reconstruyendo chapas, pilares o corriendo árboles caídos. Juntos volvían a poner de pie, lo que podían y como podían.

Excusas

Los medios y funcionarios empiezan con las típicas frases: “la naturaleza provoca golpes inevitables”. Pero los más perjudicados, son los mismos de siempre. La mayoría de las vidas perdidas son de los barrios populares. ¿Es inevitable que siempre seamos los mismos los perjudicados por “lo inevitable”?
Algunos de ellos fueron aplastados por casas de chapa o madera frágil derrumbadas en Moreno, Merlo, Virrey del Pino o Casanova.

Esos que el año pasado, los que hoy gobiernan fueron a rogarles su voto, prometiéndole que todo será mejor. Pero que nunca más volvieron. Y ahora nos piden un poco de paciencia. No se aguanta más.

Pero los trabajadores no solo desplegamos odio e impotencia. Como en cada momento difícil, desplegamos potencia. Esa de la que nace la solidaridad y la creatividad para reconstruir todo. Siempre, ante grandes catástrofes, somos los trabajadores los que llegamos más rápido a la ayuda, la historia está llena de ejemplos. Y los primeros en ponernos a reconstruir lo que el Estado de los capitalistas mezquino deja abandonado.

Una salida a las penurias populares

Desde el PTS apoyamos y nos solidarizamos con los cortes y reclamos de los vecinos afectados en nuestros barrios y en toda la zona afectada. Junto a ellos planteamos la exigencia de que se atiendan inmediatamente los reclamos de luz y servicios, asistencia, comestibles y materiales para empezar a resolver la situación. Y que la organización de estas tareas quede en manos de las organizaciones sociales y de trabajadores. Repudiamos la represión y la militarización de los barrios.

Pero además tenemos que plantear una salida de fondo. Que diferente sería si los servicios como la electricidad no fueran un negocio privado y estuvieran en manos del estado, administrado por los trabajadores y usuarios. Somos los únicos y los más interesados en garantizar un servicio eficaz para toda la población. Para que, por ejemplo, todo el montaje eléctrico y la infraestructura sea segura y buena. Esto nunca lo pueden garantizar un grupo de parásitos que escatima inversiones para tener más ganancias.

Es necesario un gran plan de obras públicas para resolver esto. Un plan llevado adelante y administrado por los propios trabajadores y sus organizaciones. Esas miles de manos que las industrias privadas siguen usando para beneficio propio, hoy podría ser puesta para reconstruir viviendas, escuelas, infraestructura básica.

Como con la masacre de Once, otra vez queda al descubierto el límite del estado capitalista para satisfacer las condiciones de vida y las demandas estructurales del pueblo trabajador.

Por eso nosotros sólo somos optimistas de nuestra clase social: la clase obrera. Que cuando se lo propuso, logró reconstruir países enteros completamente destrozados por gigantescas guerras ajenas.

Y esto no es sólo un gran sueño. Somos conscientes de que este nuevo mundo no puede caer del cielo, como esta tormenta.

Justamente por eso, mientras cada día levantamos los cimientos de la organización necesaria para lograrlo, vamos transmitiendo a las nuevas generaciones la única perspectiva que apuesta con total optimismo a las potencialidades a la clase obrera: la lucha por el socialismo.

Prensa

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Marcela Soler115470-9292

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