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América Latina, de las fantasías del desacople a la ilusión de blindarse con la UNASUR

El agravamiento de la crisis internacional está generando un cambio de ánimo en los gobiernos de la región. Hasta hace poco, la crisis era vista como un problema de los capitalismos avanzados y su “modelo neoliberal”. Se esperaba que el impacto en América Latina –sobre todo en el Cono Sur– fuera limitado.

Esteban Mercatante

25 de agosto 2011

El agravamiento de la crisis internacional está generando un cambio de ánimo en los gobiernos de la región. Hasta hace poco, la crisis era vista como un problema de los capitalismos avanzados y su “modelo neoliberal”. Se esperaba que el impacto en América Latina –sobre todo en el Cono Sur– fuera limitado.

Hoy empieza a diluirse el optimismo. En la reunión de presidentes de la UNASUR el colombiano Santos planteó el problema de qué sucedería con los dólares que tiene la región como reservas si se deprecia el dólar, a la vez que alertó contra las consecuencias que viene teniendo el masivo ingreso de capitales, y lo que podría ocurrir si el flujo se revirtiera rápidamente. Un baldazo de agua fría en una reunión donde los presidentes se esforzaban por hacer declaraciones de optimismo. En las semanas siguientes, se vio durante los peores días de desplome bursátil, una caída de los formidables precios de las materias primas. Nada parecido a un “desacople”.

La región, sometida a los vaivenes globales

Estrictamente hablando, no hubo desacople de la región a la crisis. Durante los primeros meses luego de la caída del Lehman Brothers (septiembre de 2008) América Latina acompañó la caída económica global, sin que hubiera política económica nacional que pudiera evitarlo. Cuando se inició la recuperación global a fines de 2009 se “acoplaron” al crecimiento asiático, mostrando mayor crecimiento que EE.UU. y Europa.

La idea del “desacople” también la desmiente la importancia que tiene la continuidad de algunas de las condiciones internacionales favorables, asociadas a las políticas que tomaron las naciones más comprometidas en la crisis para enfrentarla. La masiva emisión de dólares y la inyección de liquidez en los bancos, tuvo mucho que ver con los altos precios que tienen la soja y otros granos. Esto es así porque se devaluó el dólar y por lo tanto subieron los precios expresados en él, mientras que los fondos inyectados fueron en muchos casos a especular con granos. También ayuda para países como Argentina que las medidas monetarias en EE.UU. hayan apreciado algunas monedas en relación al dólar (como el real de Brasil), mientras que el peso tiene una paridad casi fija. En otros países, como Brasil, la inyección de liquidez global significó que muchos capitales fluyeran hacia el país, alimentando un boom de consumo en base a crédito, aunque también la apreciación de la moneda y burbujas inmobiliarias. Como se ve, aunque de modos distintos, en todos los países de la región impacta fuerte lo que está sucediendo a escala global. Nada parecido a un desacople.

La ilusión de la oportunidad histórica de asociarse a China

Aunque hay más dudas, no ha desaparecido del todo la ilusión de que nos salvamos de la mano de China. En esta esperanza se unen a los nostálgicos de la época dorada de las exportaciones agrarias a Inglaterra a comienzos del siglo XX, con los neodesarrollistas que aspiran a continuar y ampliar la apropiación de esas rentas para realizar inversiones y políticas de demanda. Sólo los divide qué hacer con los dólares del comercio exterior.

Este optimismo a contramano de las penurias europeas y norteamericanas, pasa por alto la severa corrosión que vienen sufriendo las bases del crecimiento asiático. China no ha dejado atrás su esquema de crecimiento apoyado en exportaciones ni hay plan de hacerlo en lo inmediato. Sólo que no tiene ningún comprador tan prometedor como lo fue hasta 2008 la economía norteamericana, hoy cada vez más aquejada por las deudas. Sin ese apoyo, no está claro cómo China sostendrá su crecimiento ni dónde colocará sus exportaciones. No por casualidad, hemos visto cómo desde 2008 se aceleró el esfuerzo de China por acceder a nuevos mercados. Esto no debería pasar desapercibido: aunque las ventas desde Latinoamérica a China siguen creciendo, mucho más viene aumentando el volumen y valor de las ventas chinas en Latinoamérica. Es una fuente de dólares, pero también un destino hacia el cuál fluyen. Y lo que debería ser más preocupante para los países de esta región, es que esta avanzada exportadora, por mucho que deteriore los balances externos de los países latinoamericanos, difícilmente permita reemplazar la demanda de EE.UU., y por lo tanto es muy probable que vaya acompañada de una desaceleración del crecimiento de China, y por lo tanto de su demanda de alimentos.

¿Blindaje con la UNASUR?

En la reunión técnica que se realizó hace una semana entre los ministros de los países miembros de UNASUR, definieron la ampliación del Fondo Latinoamericano de Reservas (que por el momento integran Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela). Este fondo permitiría proveer recursos a países que afronten dificultades por el lado externo. También se discutió la eliminación del dólar del comercio regional (algo que aplican con escaso éxito Argentina y Brasil), el fomento de los intercambios entre los países miembros y el apoyo a las instituciones de crédito sudamericanas, como la Corporación Andina de Fomento y el nunca concretado Banco del Sur.

No hay proporción entre las medidas discutidas y el tsunami que podría traer un nuevo coletazo de la crisis global. Para que nos demos una idea, sólo el primero de los paquetes de estímulo lanzados por EE.UU. fue equivalente al doble de la economía argentina. Una magnitud algo menor a esta tuvo el programa de estímulo monetario QE2. Estamos considerando sólo las medidas tomadas por EE.UU. Pensemos que esto se amplifica en Europa y en Asia. Magnitudes igualmente astronómicas tienen los ajustes que en Europa y EE.UU. se están discutiendo para hacer frente a los problemas fiscales. No es casual entonces que estas políticas generen enormes desequilibrios y burbujas en varios países, como China y Brasil. No hay proporción entre el impacto global de las medidas tomadas por las economías más fuertes y la capacidad de “blindarse” que tienen los países latinoamericanos.

Con la amenaza de un default europeo sobrevolando en el horizonte próximo, la ilusión de un desacople de las economías latinoamericanas es muy difícil de sostener. Una bancarrota de Grecia o varios países más en Europa o una fuerte corrida sobre el dólar y la deuda norteamericana, con efectos globales similares a los que tuvo la caída de Lehman Brothers, no permiten esperar ningún desacople.

Sin embargo, aún si este escenario no se produce, las economías de la región seguirán mostrando crecientes dificultades. El mejor escenario para las burguesías latinoamericanas es que la ominosa perspectiva de las economías europeas y de EE.UU. siga siendo parcialmente compensada por el crecimiento de China, y que esta última economía no se vea arrastrada en la vorágine ni se agudicen los problemas internos que su economía ya está atravesando. Si se da este escenario benévolo, cada vez más improbable, de todos modos irá acompañado de efectos ambivalentes causados por las medidas tomadas en el norte para afrontar la crisis. La disparada de precios de la soja y otros commodities puede mantenerse, agravando los problemas inflacionarios en distintos países, pero también puede transformarse en una fuerte caída y generar problemas en el balance externo para varios países.
También puede suceder lo mismo con los flujos de capitales. Pueden acelerarse, generando los problemas de sobrevaluación de algunas monedas regionales y la existencia de burbujas inmobiliarias, o pueden revertirse abruptamente, generando problemas crediticios en algunos países donde esta entrada de dólares ha sido la base para crear booms de consumo.
Estos efectos externos se articularán también con los distintos problemas que ya muestran las economías de la región, generando a la vez distintas tensiones regionales, como las que están viviendo Argentina y Brasil. Frente a los desequilibrios mencionados, y la discusión de las medidas para enfrentarlos, se vuelve cada vez más difícil articular las necesidades de los distintos sectores de la burguesía, y sobre todo mantener las expectativas de mejoras de las masas obreras y populares. Las desiguales condiciones de cada país generan enormes vallas a cualquier respuesta coordinada de la región ante la agudización de la crisis, más allá de las declaraciones de buenas intenciones realizadas en las cumbres de la UNASUR.

El desarrollo de una alternativa política independiente de los trabajadores, es urgente contra los preparativos de las burguesías para descargar sobre nuestras espaldas los efectos de la crisis. Es necesario imponer un programa obrero y socialista de respuesta a la crisis, que tome medidas contra el imperialismo e imponga el monopolio estatal del comercio exterior y la nacionalización y control por parte de la clase trabajadora de los principales resortes de las economías de la región.

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