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Alejandrina Barry denuncia a Editorial Atlántida

La historia de Alejandrina Barry recorre desde hace días programas de radio y TV. Esa historia, la de sus viejos, la de los militantes de los ‘70 y sus hijos es la historia del combate por transformar la sociedad. Historia que también habla de impunidad y barbarie durante la dictadura genocida, que contó con su brazo mediático como elemento ineludible para desarrollar el plan de los grandes empresarios.

PTS

16 de septiembre 2010

Alejandrina Barry denuncia a Editorial Atlántida

La historia de Alejandrina Barry recorre desde hace días programas de radio y TV. Esa historia, la de sus viejos, la de los militantes de los ‘70 y sus hijos es la historia del combate por transformar la sociedad. Historia que también habla de impunidad y barbarie durante la dictadura genocida, que contó con su brazo mediático como elemento ineludible para desarrollar el plan de los grandes empresarios.

Alejandrina está por presentar una querella contra Editorial Atlántida por encubrimiento y participación en los delitos de privación ilegal de la libertad y homicidio. Y al nombrar a Editorial Atlántida y su staff se nombra nada menos que a Chiche Gelbung y Héctor D’Amico, el actual secretario de redacción del diario La Nación.

Alejandrina es hija de Susana Matta y Juan Alejandro. Nació el 19 de mayo de 1975 en la cárcel de Olmos y pasó sus primeros días allí, junto a su mamá detenida. “Eran militantes montoneros -dice- y fueron asesinados en diciembre del ‘77 por un operativo conjunto en Uruguay entre las FFAA argentinas y uruguayas. Primero asesinan a mi papá y luego, ese mismo día, cercan la casa donde estábamos con mi mamá, la matan y quedo yo sola.”

Después llegaron los periodistas y las cámaras de foto. “El objetivo -cuenta convencida- era reivindicar la abatida de los que denominaban ‘terroristas subversivos’ conmigo como conejito de Indias. Salí fotografiada, a la vez, en Gente, Para Ti y Somos, los principales medios masivos del momento. Y en distintos diarios. Las notas decían que yo era una víctima de mis padres subversivos, que me habían dejado huérfana, que había quedado sola en el mundo y que nadie me reclamaba.

Supuestos ‘terroristas’ que dejaron de ser personas y se convirtieron en ‘desalmados’, fabricantes de huérfanos, entre las cosas más leves que dicen. ¡A mis viejos los habían asesinado los milicos y a mí me arman fotos, con mis tres años, en una cuna rodeada de armas!”.

Ahora que el gran tema es la pelea entre el gobierno y Clarín, Alejandrina señala que “es bueno poner en evidencia que no sólo fue Clarín. Mi historia muestra cómo revistas ‘inofensivas’ como Somos o Gente hacían una propaganda alevosa de los asesinatos y desapariciones a manos de los milicos, demonizando a los luchadores. Porque a mí no me apropiaron los genocidas, sino que me usaron. Me convirtieron en un botín de guerra, como a los cientos de apropiados, pero con otro fin. Con esas fotos buscaban sembrar terror y desmoralizar a los luchadores y sus familias. A raíz de la repercusión que esto está teniendo la mamá de una compañera, que fue militante en los ‘70, me comentó que ella se acuerda de esas notas y de lo terrible que fue para ella y muchísimos otros ver esas operaciones de prensa. De verdad metían miedo”.

Cuando se enteró de todo esto, a los 14 años, su vida dio un vuelco. “Si querían que odiara a mis padres por abandonarme -dice sonriendo- consiguieron lo contrario. Empecé un largo camino para conocer e investigar lo que había pasado en los ‘70, por qué peleó esa generación, conocer la vida de mis viejos, por qué los mataron. Y eso tenía, y tiene, que ver con dejarme un mundo distinto a mí y a todos los hijos de los militantes. Entonces yo tenía una deuda pendiente, por mis viejos y por mí. Porque esto me lo hicieron a mí, me dejaron sin mis viejos y encima me usaron en una campaña mediática contra ellos”. Tiempo más tarde Alejandrina se integraría al PTS, “porque me convencí de que esa deuda sólo iba a saldarse peleando consecuentemente contra la clase social que perpetró el golpe: los empresarios, sus partidos y sus instituciones como las Fuerzas Armadas”.

Como a la mayoría de los hijos de desaparecidos, Alejandrina debió reconstruir cada milímetro de la historia de sus viejos. Y de cómo llegó a “ser tapa” de las revistas más compradas. Ella para y dice “eso es tortuoso, porque no están la mayoría de los compañeros de mis viejos, porque toda la información estaba oculta. Hoy están en marcha algunos juicios contra los milicos, pero la prueba la deben aportar los sobrevivientes y los familiares de los desaparecidos. Deben ir una y otra vez a declarar, en juicios donde se juzga a unos pocos genocidas por pocos compañeros. Por eso es clave exigir la apertura de los archivos de la dictadura, para que podamos encontrar a los 400 jóvenes que siguen apropiados. Que nos den los nombres de todos los que revistaron en los centros clandestinos donde había embarazadas o maternidades, como en Campo de Mayo”.

Y sobre los empresarios, agrega que “la Ford, Acindar, Mercedes Benz, Ingenio Ledesma (uno de cuyos dueños, Pedro Blaquier es un kirchnerista confeso) no sólo pusieron su estructura al servicio del genocidio sino que lo impulsaron a viva voz. Son los mismos que hoy se enriquecen a paladas con los subsidios de los Kirchner. Techint, de los Rocca, es uno de los principales concesionarios del Estado desde la dictadura. Todos basando su fortuna en el aniquilamiento de la generación de los ‘70. Y que hoy sigue, con la flexibilización y superexplotación, con la deuda externa que los Kirchner pagan puntualmente. Que el gobierno saque los archivos de Papel Prensa a la luz es sintomático. ¿Por qué no da a conocer cómo toda esa clase, que se enriqueció como nunca en la era K, fue la que promovió y financió el golpe, para que vayan todos al banquillo de los acusados?”. Alejandrina no duda: “de todos ellos ni uno sólo está en cana. Ni acusados están”.

Alejandrina recibe a cada rato novedades sobre lo que pasa en los piquetes solidarios con Paraná Metal y en las tomas de facultades y colegios. “Apoyar la lucha de los trabajadores y estudiantes para que triunfen, ya que están luchando contra todo lo que logró la patronal a sangre y fuego matando a mis viejos y los 30.000, es para mí el mejor homenaje, como parte de la construcción de un partido obrero revolucionario, desde el PTS”.

Ella vuelve a decir algo de lo que está convencida: “para mí, para mis viejos, para los 30.000 desaparecidos habrá justicia cuando acabemos con esa clase social que provocó el golpe y hoy sigue teniendo el poder. Una clase sólo capaz de producir miseria y superexplotación. Hay que romper con esa idea de la que nos quieren convencer, que sólo se puede pelear por migajas por lo posible. Retomemos el heroísmo y la valentía de esa generación para ponerla al servicio de una estrategia de lucha por una sociedad sin explotados ni explotadores”.

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