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Derechos Humanos

La dictadura militar, desde un documental

Acerca de ‘Sol de noche’

28 de agosto 2003

Luis Arédez es primeramente tomado para trabajar como médico de la empresa, pero será despedido tras recetar a los obreros del ingenio y a sus familias todos los medicamentos que corresponden, que ellos necesitaban (el ingeniero Arrieta le preguntará “por qué se gastaba tanto en remedios” -! Sic-). Corría el año 1958 y el lema de la empresa era: “al que no le guste lo que pasa… que se vaya”.
Al ser despedido, junto a Olga van hacia Tilcara (Luis no quería dejar la provincia de Jujuy) y se instalan allí. El doctor ejerce como director del hospital en esa zona, hasta que vuelve a Libertador, esta vez contratado por el sindicato (hay un dicho que proviene y es alimentado por la fábrica, que dice “que quién se pelea con la empresa jamás podrá trabajar en Jujuy”).
Pese a ser radical, el 2 de junio del ’73, con un gobierno peronista, se le permite acceder como intendente, merced al apoyo popular y la personalidad que representaba para los trabajadores. En su nuevo cargo, Arédez hará –o intentará- algo impensado: cobrarle impuestos a la empresa Ledesma, que nunca hasta ese momento pagó algo. Finalmente la dictadura establecida en marzo del ’76 se lo llevará, y tras devolverlo un tiempo al año siguiente, hará que pase a engrosar la triste y enorme lista de “desaparecidos”.
El film fue presentado por los directores mismos en el cine Opera, y según el propio Aliverti, ellos “están conformes fílmica, periodística y políticamente”.
Como documental no podemos menos que coincidir: se muestra claramente la vida del obrero del campo, del zafrero o “pelador de caña” en ese pueblo trabajador que ha dado abundantes ganancias a los Blaquier, los dueños del Ingenio: facturan 500 millones anuales y son en la actualidad la mayor papelera de Sudamérica (junto con su producción de azúcar, alcohol, cítricos y derivados). Esta posición la obtuvieron a merced del resto de los ingenios de la provincia tras el golpe militar.
Los “gastos” del personal se redujeron tras la dictadura. Hubo un feroz ataque a los trabajadores del ingenio. Esto cuentan los testimonios de quienes estuvieron detenidos la noche del “apagón”: el 26 de julio del ’76 son detenidas más de 300 personas del barrio aledaño a la fábrica, y son llevados a campos de detención y tortura. El testimonio de algunos sobrevivientes -hay más de 30 desaparecidos- da cuenta de la complicidad del ingenio: había personal, camionetas y traillers de Ledesma, junto con la gendarmería y el ejército trabajando (entre los detenidos había 17 alumnos de la escuela Normal de Olga).1
Hoy Ledesma, de tener más de 12.000 trabajadores, obtiene millonarias ganancias con menos de 3.000. La mayoría es personal precarizado, “trabajadores golondrina”.
Por primera vez en 30 años, como hecho inédito, aparece quien fuera encargado de seguridad de la empresa por aquella época: Mario Paz2. Como reconoce, Ledesma ya previo al golpe militar tenía 6 tipos de la gendarmería asignados como “personal de planta estable” (situación que actualmente se mantiene, con este personal aumentado3). Y otro testimonio de gente despreciable y cómplice es el de quien fuera cura de Libertador desde los ’70 hasta fines de los ’90: Aurelio Martínez. En la entrevista explica cómo justificaba las desapariciones, “hablando en serio” con las madres de jóvenes universitarios (venidos de Tucumán o Córdoba a tomar vacaciones y visitar a la familia), diciéndoles que si no aparecían, sería porque “eran comunistas” y responsabilizando de ello a las mismas familias. Como lo explicaron los autores, en este documental está más que claro la connivencia entre poder político, militar y religioso.4
Lo que hay que criticar del guión, es que cuando prosigue la historia en el documental, con el advenimiento de la “democracia” en el ’83, el saldo sea para Aliverti un “desastre con efectos residuales” post genocidio, por los desaparecidos. Lo mismo al calificar la misma dictadura de “guerra inútil” (cuestión que lo emparenta con su colega de Página/12, H. Verbitsky, en la lectura del proceso militar como una “guerra de dos demonios”).
Sin más, el “plato fuerte” tras la función fue la misma Olga Arédez, “co-protagonista” del film, quien se brindó al público para contestar preguntas y profundizar sobre el tema. Ella arremetió y completó lo que un documental no puede terminar de reflejar: un vigoroso testimonio de lucha por la verdad de lo sucedido con Luis y todos los desaparecidos en el proceso. Ella planteó que hay en verdad “muchas historias ocultas en Ledesma” y que la de ella es una más, pero que Aliverti y Cía. pensaron que esa era una historia “contable” y que el hecho de que en los últimos años sean cada vez más la gente del mismo pueblo que marcha todos los años con ella, es síntoma de que las cosas pueden cambiar, de que la gente está empezando a reaccionar y a reclamar justicia.
Planteó finalmente que comparando a los viejos indígenas con los obreros, estos últimos sí sabían ahora quién es “el Familiar”: uno que viene vestido de uniforme verde.5
Sol de noche es un film que aporta y forma parte de nuestra historia6, una historia que no sólo no hay que olvidar, sino que debe ser parte de la lucha de todos los trabajadores por el castigo que se merecen quienes perpetraron una masacre contra sus hermanos de clase en los ’70.
1 Dice Aliverti: “En líneas generales es una historia muy fuerte en dos planos: en la soledad de Olga y en la relación poder económico-dictadura, una alianza tan clara. Un pueblo apagado a partir de una sociedad de los militares y el terratentismo azucarero”. En Página/12, 25/08/02.
2 En el film, éste aparece como “encargado de relaciones públicas”.
3 Y Norberto Ludin cuenta como “anécdota”: “… Ledesma, al igual que en los pueblos chicos del interior, lo que sucedió es que una vez que terminó la dictadura los personajes nefastos que hicieron estos actos siguieron circulando y hoy se los ve. Entonces, el final de la dictadura en un pueblo como Ledesma es un hecho relativo. A nosotros nos pasó con un chofer de una camioneta que pudimos contratar para el rodaje. Cuando fuimos a hacer una entrevista con una de las mujeres que fue detenida durante el apagón nos dijo: ‘El chofer ese que los está llevando era uno de los que manejaba los camiones del ingenio’. O sea que nuestro chofer de filmación era uno de los que participaron de la represión”. Idem 1.
4 Y agreguemos que en las grandes luchas de piqueteros del ’97 en Jujuy, también fue la gendarmería y la iglesia las encargadas de dirigir la reacción contra los desocupados: reprimir y actuar como mediación, administrando los “planes sociales” tras los levantamientos fue su rol aquí.
5 La vieja tradición indígena cuenta que “El Familiar” o “Viborón” es un ánima, pariente de los dueños del Ingenio, quien se lleva a un trabajador cada año “para darle a la tierra” y garantizar así una buena zafra, una buena cosecha.
6 En la entrevista ya citada, los autores explican que hay, respecto a la colaboración del empresariado con los militares “un generalizado silencio de radio periodístico. La relación poder económico-dictadura no estuvo abordada hasta ahora por la cinematografía argentina en el volumen que se merece. Este es un caso indesmentible porque los anteriores siempre se han prestado a polémica. Acá no hay duda posible: fue con las camionetas del monopolio azucarero del lugar que el ejército se chupó a la gente.” Y se agrega que “… además el caso concreto que sella la suerte de Luis es que siendo intendente logra impulsar un proyecto para cobrarle por primera vez impuestos al ingenio Ledesma. Eso lamentablemente marcó su destino”. Idem 1.

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