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¿Accidentes de tránsito o crímenes sociales?

El reino del revés, la popular canción de María Elena Walsh, pareciera evocar la ironía de los actos de gobierno: 2007 fue designado el “año de la seguridad vial”, cuando fue el año récord de muertes producidas por accidentes de tránsito con 8.104 personas, casi 23 muertos por día, a razón de 28,5 víctima fatales cada 100 mil habitantes, 10% más que en 2006. Más que una ironía, una bofetada.

Miguel Raider

27 de marzo 2008

Por quinto año consecutivo creció el número de muertos por accidentes viales. Indudablemente, la recomposición económica no sólo trajo “prosperidad” sino también un crecimiento alarmante de los accidentes de tránsito. Que gran paradoja: un ascenso en el standard de vida de las clases acomodadas combinada con el desprecio por la preservación de la vida de miles de personas.

Resulta muy preocupante que las proyecciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud indiquen que esta tendencia podría elevarse un 48% en 2020. Argentina tiene la segunda tasa de mortalidad por accidente de tránsito de Latinoamérica y la quinta del mundo. De todos modos, no parece preocuparle mucho al gobierno, pues como denuncian el Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEVI) y la ONG Luchemos por la Vida, las estadísticas estatales están distorsionadas. El Registro Nacional de Tránsito no releva los accidentados que fallecen después de hospitalizados, amén de que todos los accidentes no se denuncian. Más allá del sensacionalismo de los medios de comunicación que recurren a las bajezas más deplorables del periodismo amarillo mediante campañas distraccionistas, los accidentes de tránsito constituyen la primer causa de muerte de los menores de 30 años.

Para nuestra “suerte”, Cristina presentó el plan de seguridad vial, un rosario de vaguedades sintetizadas en la fórmula de “generar un cambio cultural”, responsabilizando a los conductores por los accidentes a partir del incumplimiento de las leyes de tránsito, el exceso de velocidad y la ingestión de bebidas alcohólicas y estimulantes. Muy similar al “cambio cultural” impulsado por los macristas a partir de la aprobación de la nueva ley de “scoring” (licencia por puntaje) en la Legislatura porteña, que utiliza como chivos expiatorios de la problemática vial a los choferes, taxistas y motoqueros. Si bien muchos analistas coinciden que el 90% de los accidentes se deben al error humano, esta verdad de perogrullo no explica por qué motivo se produce el error humano.

Las causas son previsibles

De acuerdo a organizaciones como el ISEVI, Luchemos por la Vida y especialistas de la UBA, los accidentes de tránsito se fundamentan sobre causas específicas y previsibles.

La fatiga y el cansancio de los choferes de micro, producto del brutal régimen de trabajo, es un motivo harto conocido. La última inspección realizada por la CNRT en la Terminal de Retiro, durante la víspera del feriado de Semana Santa, comprobó que la mayoría de las empresas de micros de larga distancia no cumple con el descanso reglamentario de 12 horas, establecido por el convenio colectivo de trabajo. Desde ya, los choferes se ven sujetos permanentemente al chantaje patronal bajo amenaza de despido, obviamente con la anuencia estatal. En líneas generales, rige el régimen de “vuelta redonda”: luego del recorrido se vuelve al lugar de partida y pocas horas más tarde se vuelve a hacer el recorrido, durmiendo 3 horas en un lapso de 2 días. Es la muerte al volante.

El 65% de los accidentes fatales se produce en las rutas. No resulta casual. Según el Centro de Experimentación y Seguridad Vial más del 80% de las rutas se encuentran en mal estado y no cuentan con iluminación artificial. En malas condiciones climáticas con lluvia o niebla certifican la muerte a plazo fijo. Un negocio redondo para las concesionarias de peaje que no invierten un peso.

La principal causa de accidentes de tránsito son los choques de frente por invasión de carril, a partir del colapso de los caminos saturados de vehículos de todo porte. Aunque al lector le parezca ridículo, el ancho de las rutas tiene el diseño de 1930, cuando el parque automotor alcanzaba 300.000 vehículos, no existía transporte de pasajeros de larga distancia y la carga interurbana era transportada por ferrocarril (actualmente el 85% de la carga se transporta en camiones). ¡Se mantiene la infraestructura obsoleta de hace casi 90 años!

La construcción de autopistas con varios carriles solucionaría rápidamente este problema. Pero de acuerdo a los datos de la Asociación Argentina de Carreteras, del total de 230.137 kilómetros de rutas nacionales, apenas 72.047 están pavimentadas, de los cuales sólo 1.284 kilómetros son autopistas. Un país mediano como Bélgica tiene 55 veces más camino que Argentina. ¡Toda una definición de la obra pública!

Durante los últimos años se observa un incremento exponencial del parque automotor con más de 8 millones de automóviles registrados. En La Plata hay 1 auto cada 3 personas.

En vez de promover el transporte colectivo como el ferrocarril y el subterráneo, contemplando incluso sus ventajas comparativas para resguardar el medio ambiente, el gobierno incentiva la desenfrenada producción automotriz en beneficio de 8 multinacionales. La complicidad estatal con las multinacionales automotrices hace que los autos no estén equipados con medidas de seguridad acordes al sistema vial.
Salvo un número muy restringido de vehículos en manos de grandes ricachones, los automóviles no tiene airbag y apoyacabezas, las protecciones más eficientes para prevenir accidentes. Pero probablemente la muestra más despreciable por la vida humana sea la vigencia de los micros de doble piso, los que según los expertos de la Universidad Tecnológica Nacional tienen una peligrosidad que supera el 200% de los micros convencionales. Una trampa mortal, pues casi el 70% de la dotación de micros es de doble piso.

La desidia de la organización empírica del sistema vial revela que los accidentes de tránsito son crímenes sociales de las clases dominantes y su aparato de Estado. Los trabajadores están llamados a preservar la vida humana transformando drásticamente estas condiciones mediante una reforma urbana radical y un plan de obras públicas con autopistas, financiado con impuestos progresivos a las grandes fortunas. La irracionalidad de los capitalistas es la garantía para la muerte.

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