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“25 PREGUNTAS SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO”

A propósito del “capitalismo ambiental”

La revista Le Monde Diplomatique ha publicado ediciones referentes a cuestiones ecológicas. Uno de los últimos es un texto de Federico Velásquez de Castro, “25 preguntas sobre el cambio climático”, que aborda el cambio climático, sus causas, consecuencias y posibles soluciones; mediante una serie de preguntas y respuestas, junto a numerosas investigaciones.

21 de agosto 2008

La revista Le Monde Diplomatique ha publicado ediciones referentes a cuestiones ecológicas. Uno de los últimos es un texto de Federico Velásquez de Castro, “25 preguntas sobre el cambio climático”, que aborda el cambio climático, sus causas, consecuencias y posibles soluciones; mediante una serie de preguntas y respuestas, junto a numerosas investigaciones.

Aspirinas para el cáncer: el cambio climático y el Protocolo de Kyoto

El cambio climático se debe a una alteración en el volumen de gases que participan en el efecto invernadero, fenómeno por el cual en su estado natural “gozamos de una temperatura media global de 15° C, idónea para el desarrollo de la diversidad biológica actual”. Según explica el autor, entre estos gases, el dióxido de carbono “viene experimentando un claro crecimiento” como resultado del aumento de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Afirma, asimismo, que para solucionar el problema es necesario adoptar una perspectiva de cambio cultural individual y social, diferenciando distintos niveles de responsabilidad, siendo los países desarrollados y las grandes empresas los que generan el mayor impacto destructivo en el ambiente, y otorga una gran cuota de credibilidad a organismos como la ONU y a tratados internacionales como la vía para frenar las emisiones de dióxido de carbono CO2, la deforestación y otros procesos ecodestructivos relacionados. Y expone que “el protocolo de Kyoto (…) debe ser el verdadero Convenio Marco que regule las emisiones de gases invernadero para reducir la intensidad del cambio climático. Este Acuerdo prevé compromisos concretos a las partes para avanzar en los objetivos de reducción previstos”.

Esta perspectiva planteada no propone una solución de fondo. Como muchos “especialistas”, su visión resulta un tanto ingenua y utópica. La acción del capitalismo ha generado y potenciado brutalmente las tendencias al aumento de la temperatura global, y obviamente no puede enfrentarse con tibias medidas reformistas. Kyoto es como tomar aspirinas para curar el cáncer. Ni siquiera tiene fuerza de ley para imponer su cumplimiento y no se propone más que alcanzar el nivel de emisiones de 1990, objetivo muy lejano, por cierto. En cambio (en lo que sí ha avanzado), es en la regulación de un mercado mundial de gases de efecto invernadero, habilitando a los países semicoloniales a vender a los países centrales (aunque parezca increíble) una porción de emisión de gases no utilizada por los primeros dado que estos contaminan por debajo de lo establecido. Es otro salto cualitativo en la mercantilización de la gestión ambiental, mediante la compra-venta de porciones de la atmósfera terrestre… ¡Un elemento nuevo de la propiedad privada capitalista!.

Los pueblos responden

En los países semicoloniales (como Argentina y otros de Latinoamérica), las empresas capitalistas saquean y arrasan con los recursos naturales destruyendo ecosistemas sin importarles nada. No pocas veces estos negocios lo realizan mediante “sociedades” junto al poder público de turno. Casos como las mineras Barrick Gold, Alumbrera y AngloGold Ashanti; las agro empresas semilleras y/o reproductoras de plantas OGM (Organismos Genéticamente Modificados) como Monsanto, Syngenta, Nidera, Cargill y Bunge, las papeleras Botnia y Ence; las petroleras Repsol YPF, Pan American Energy, Petrobrás, Chevron y Total; la empresa CEAMSE; las pesqueras españolas que depredan el mar. Grandes negocios y saqueo que ataca poblaciones campesinas y trabajadores rurales. Pero, desde el libro de Le Monde Diplomatique, se derivan las soluciones a manos de la ONU o hacia tratados como el de Kyoto. En cambio, desde los pueblos y regiones afectados por la contaminación y destrucción del medio ambiente se vienen desarrollando respuestas y fenómenos asamblearios y de autoorganización. La magnitud del saqueo junto a los ataques, más los elevados niveles de negocios y corrupción, lleva a estos movimientos sociales y políticos a una dura resistencia, donde las poblaciones (rurales y campesinas) encaran la defensa del “lugar” mediante luchas colectivas, a través de comisiones y redes; mediante acciones mediáticas y directas, cortes de rutas y bloqueo de accesos.

¿Cómo poner freno al cambio climático?

La extensión de las relaciones capitalistas a “casi todo”, trae consigo un aumento en la destrucción de la naturaleza y mayores desastres ambientales; profundizándose el saqueo de los recursos naturales en los países semicoloniales por parte de las potencias imperialistas. Esto coloca el problema “ecológico” como una cuestión de vida o muerte para los pueblos y trabajadores de todo el mundo. En algunos lugares se producen respuestas populares, como muestran -con las diferencias de cada fenómeno- la guerra del gas y el agua en Bolivia, o el surgimiento de “asambleas ambientales” en la Argentina. La destrucción de las condiciones aptas para el desarrollo y bienestar humano que nos provee el intercambio con la naturaleza está intrínsicamente relacionada con la sed de ganancias y la acumulación capitalista. Pero jamás el capitalismo destinará su desarrollo en beneficio de la humanidad y el ambiente, sino que tiene como fin primordial la generación de ganancias a través de la explotación humana y el saqueo de los recursos naturales. El texto de Velásquez de Castro no responde, ni puede responder efectivamente, ¿cómo poner freno al cambio climático?, pues la única respuesta realista es mediante la introducción de la razón en la esfera de las relaciones económicas, lo cual sólo puede hacerse transformando de forma revolucionaria las bases económicas de la sociedad, expropiando a los grupos capitalistas que explotan a los trabajadores y campesinos del mundo, destruyen el ambiente e hipotecan el futuro de la humanidad. Sólo así se podrá imponer la administración de los recursos naturales bajo el control de los trabajadores y satisfacer las necesidades de los pueblos, conquistando una nueva relación ‘des-alienada’ con la naturaleza, reconstruyendo y protegiendo la biodiversidad del planeta y reparando al máximo posible los daños causados por la depredación capitalista durante décadas.

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