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EL ‘MILAGRO’ DE LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ

1976-2008: El golpe de las máquinas

La industria automotriz es una de las que más ha ganado en los últimos años. Las multinacionales del sector aprovechan las nuevas ventajas que ofrece el neoliberalismo del 3 a 1 de los Kirchner, como antes lo hicieron con la dictadura y el menemismo. ¿Qué hay detrás de la industria ‘modelo’ del gobierno?

Lucho Aguilar

13 de marzo 2008

Ayer: las marcas del terror

Los Falcon se vendían como caramelo. Querían aumentar la producción continuamente, pero nosotros tomábamos la velocidad de las líneas y eso a Ford le molestaba”, cuenta Pedro Troiani, delegado de la Ford en los ’70. La crisis mundial del 1973/75 había afectado particularmente a la industria automotriz. Pero además, en la Argentina se extendía un proceso de luchas obreras que había tomado impulso con el Cordobazo. Un ascenso general que fue dando lugar a levantamientos populares en varias provincias, al surgimiento de sectores clasistas que superaban a la burocracia en los sindicatos, a huelgas de masas que primero enfrentaron a la dictadura pero más tarde al peronismo en el poder, con el que un amplio sector de trabajadores venía haciendo la experiencia.
Ese proceso que vivían muchos gremios, nacía en el corazón de las fábricas y cuestionaba el mando patronal en su interior, impidiendo a las multinacionales automotrices alcanzar los valores demandados por sus casas matrices. “La productividad había bajado un 30%” reconoce el gerente de la Mercedes Benz en esa época.

Por eso, uno de los objetivos claros de la represión fueron los dirigentes mecánicos combativos y el activismo del gremio. Primero fueron la Triple A y el Comando Libertadores de América (Córdoba) los que persiguieron y asesinaron a decenas de ellos. Con la CGT y el Ministerio de Trabajo le quitaron la personería al Sitrac-Sitram (sindicato clasista cordobés) y encarcelaron a sus dirigentes; luego intervinieron al SMATA cordobés desplazando al sector opositor que encabezaba Rene Salamanca y más tarde a las comisiones internas opositoras que surgían en las plantas del Gran Buenos Aires. Pero no alcanzaba. Agotado el intento de Isabel, la burguesía optó por la salida del golpe, y los trabajadores mecánicos fueron uno de sus principales blancos.

Recuerda Troiani:“El día del golpe vinieron las tanquetas y helicópteros. Estaban las colas y buscaban a los delegados. Los militares estaban en la línea de producción con los fusiles al hombro”. Los militares habían llegado para quedarse. Por eso instalaron un centro clandestino de detención en el quincho de la planta de Ford en Pacheco.

Eran los primeros meses de la dictadura. Los patrones los señalaban, en muchos casos con la colaboración de las conducciones gremiales. La policía y el ejército se los llevaban. Cientos de activistas mecánicos de Renault, Fiat, Ford, Peugeot o Mercedes eran arrancados de sus casas o los puestos de trabajo. “Entraron a casa pateando la puerta. Le preguntaron a Luis dónde trabajaba. Dijo ‘Peugeot’ y se lo llevaron”.

Los responsables

Desde los primeros meses del gobierno de Videla, la resistencia obrera busca hacer pie en las líneas, los comedores, detrás de los portones. En la IKA-Renault trabajan a reglamento; en General Motors no se mueve una máquina hasta liberar a los primeros secuestrados; comienzan los paros rotativos en la Mercedes Benz y la Chrysler. Los obreros de la Ford hacen la ‘huelga de la sopa’: sólo tomaban sopa y pan, y alegaban debilidad para cumplir con los ritmos de producción que pedían los capataces. O saboteaban la producción dejando bulones dentro del motor de los futuros patrulleros.

Las patronales logran, a fuerza de los fusiles de Videla y los subsidios de Martínez de Hoz, recomponer buena parte de su autoridad dentro de las plantas, y así sus negocios. “Recuerdo –dice Troiani– un discurso que dice el presidente de Ford cuando se inaugura la planta de camiones e invita a toda la plana de militares y dice que ellos colaboraron: “sacamos la resaca de izquierda que había en la fábrica”.

En 1980, una nueva crisis afecta a las automotrices en todo el mundo, y la vuelven a descargar sobre los trabajadores. Los mecánicos le imponen a la burocracia del SMATA paro y acciones contra los despidos, que vuelven a golpearlos.

Al final de la dictadura, cientos de trabajadores mecánicos habían sido asesinados o se encontraban desaparecidos. Era el caso de Ruben Caddeo y toda la comisión interna de Mercedes Benz, Adolfo Sánchez junto a 20 delegados de la Ford, Luis Pender y varios activistas de Peugeot. Otros miles de compañeros habían sido despedidos. Los salarios ya habían caído al 60 % de los logrados en 1975.
En 1982, cuando preparaban la retirada, el Banco Central de la junta militar les estatiza la deuda a Renault, Sevel, Ford, Fiat y Scania, entre otras multinacionales.

Hoy: negocios sobre ruedas

Pasaron más de 30 años del comienzo de la dictadura militar. Pero, ¿qué pasó con la dictadura patronal?

En los ’80 fue Alfonsín el que siguió la obra. Primero con el desalojo de la Ford en 1985 y una hiperinflación que redujo los salarios mecánicos a los valores de 1979. Luego el menemismo, que pactó con las empresas y el SMATA los convenios por empresa, que significaron la entrega de muchas de las conquistas que quedaban del convenio del 73. Así pudieron lograr los ‘históricos’ picos de producción de 1998. Flexibilidad de horarios, operarios polivalentes y plus salariales atados a la producción. División entre trabajadores en blanco, contratados y tercerizados. Miles de compañeros de las autopartistas en otros convenios o directamente en negro.

Luego de la crisis de 2002, la industria automotriz comenzó a crecer nuevamente. Imposible entender ese crecimiento sólo con los precios internacionales, los cambios tecnológicos o la organización de la producción. Imposible entenderlo sin las condiciones laborales conquistadas por la dictadura y el menemismo, y los ‘salarios de la devaluación’.

En los últimos 10 años, la productividad de los trabajadores mecánicos creció un 97,7%, y el salario real cayó un 23,1%.

Los mismos de siempre

Pasaron 30 años. La inmensa mayoría de los militares y policías que actuaron en Campo de Mayo, en la Comisaría 1ª de Tigre, la Brigada de Investigaciones de San Justo o la zona norte, donde está comprobado que secuestraron y asesinaron a cientos de trabajadores mecánicos, siguen impunes.

De ‘viejo’ murió hace pocas semanas el encargado de la represión en la Mercedes, el militar Néstor León López. El ex Director de Asuntos Jurídicos de la empresa, Rubén Pablo Cueva, sigue ejerciendo como abogado. Juan Tasselkraut y los directivos que entregaron a la comisión interna siguen libres.

En la Ford lo mismo. Los directivos que estuvieron en los ’70 se llevaron consigo muchos secretos. Pero ayudaron a formar la nueva camada de directivos de la firma, como Enrique Alemañy, Ricardo Ceretti y Jorge Di Nucci, que ingresaron en la empresa en los años ’70 y hoy ocupan los cargos gerenciales de la compañía. El responsable de seguridad de planta durante la dictadura, Héctor Sibilla, pasó a ser custodio de la embajada de EE.UU., pero la empresa contrató al Comandante (RE) Ricardo Leguizamo. Para no perder la costumbre.

El ‘gordo’ José Rodríguez, secretario general del SMATA, sigue sentado ahí, en su sillón. No tiene apuro. Ya tiene asegurado un lugar en la CGT que reorganizan Moyano y Kirchner. Por eso el líder camionero y medio gabinete nacional estuvieron en el acto del gremio en la Federación de Box.

En el año 2007, las automotrices (terminales, autopartistas y concesionarias), facturaron nada menos que 47 mil millones de pesos.
Pero el ‘gordo’ Rodríguez también facturó: la semana pasada, la justicia suiza confirmó que tiene por lo menos 2,5 millones de dólares en bancos de ese país. ¿Será parte del 1 % de la venta de cada auto que habían acordado las patronales y SMATA en los ‘70 para la “erradicación de elementos negativos”? Posiblemente. Por si se complica, a Rodríguez lo defiende el estudio de Esteban Righi, el Procurador General de la Nación nombrado por Néstor Kirchner.

Encender los motores

Pasaron 30 años. Los Kirchner dicen que ‘el cambio recién empieza’, que vienen a acabar con la dictadura y el noventismo.

Queda claro que no. La dictadura vive en las condiciones de explotación de los trabajadores mecánicos, vive en la impunidad de los gerentes y militares que las impusieron a sangre y fuego.

Por eso le entregaron la Secretaría de Industria a Fernando Fraguío, presidente de IVECO y ADEFA (Asociación de Fabricantes de Automotores). Y por eso nombraron embajador en Francia a Luis Ureta Saenz Peña, un hombre de Peugeot que había entrado a la empresa en 1969 para ocupar cargos gerenciales durante el golpe.

Siguen defendiendo los mismos intereses. Pueden dar fe los obreros de Cargo-Renault, que han luchado contra el tercerismo y la explotación. Los de Dana-Spicer, que sigue custodiada por la Bonaerense. Los trabajadores de Ford despedidos por defender a las obreras contratadas, que ganaban la mitad que sus compañeros hombres.
Pero las nuevas generaciones de trabajadores mecánicos empiezan a cuestionar esas condiciones. Por eso, en estos últimos 10 años hubo más de 40 acciones de lucha en plantas automotrices.

Muchos mecánicos empiezan a preparar los motores para recuperar lo perdido.


‘El toro por las astas’

Con el crecimiento del sector, miles de jóvenes entraron a trabajar a las plantas y se empezó a revolver el avispero. En junio de 2005, los mecánicos paraban las grandes fábricas, cortando la AU Panamericana. El piquete obrero irritaba al diario La Nación: “las protestas han superado con creces los límites lógicos de un Estado de Derecho”. El Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, recogía el guante: “hay que tomar el toro por las astas”. Finalmente, la huelga del 2005 termina con un acuerdo entre el gremio y las empresas, pero mostraba a miles de trabajadores su poder para paralizar la producción, para conmocionar a todo un país y conseguir sus reclamos.

La patota

Eran 70, varios enfundados en la camiseta de Chacarita. Seguían las órdenes de varios burócratas del SMATA. La barra llegó con palos, cuchillos y algunos ‘fierros’. Es que la patronal de la autopartista Dana Spicer y el gremio ‘se habían cansado’ de que un grupo de activistas que formaban parte de la comisión interna reclamaran por sus derechos. “Venimos planteando la estabilidad laboral, la situación de los compañeros de las tercerizadas, para que pasen a planta permanente”, decían los compañeros a La Verdad Obrera.

Para la ‘santa alianza’ era demasiado. La multinacional decidió imponer la ‘restructuración productiva’ a punta de pistola. Primero con la patota, después con la Policía Bonaerense, que vigila la zona para imponer las nuevas condiciones de trabajo: “hubo recortes muy grandes en algunos sectores de la planta: en líneas donde trabajaban 8 personas ahora hay 4, acortaron los tiempos para comer. La militarización de la planta está a pleno”.

La foto del piquete policial en las puertas de Dana parece tomada de un documental de la dictadura. La profecía de Alberto Fernández se cumplió.

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